El imperialismo de los ofendidos ( Por Volodymyr Yermolenko)

Los alemanes «tienen que volver allí dónde pararon hace seiscientos años», decía Hitler. «Los italianos tienen que volver al antiguo Imperio Romano, su cuna», decía Mussolini. «Los rusos tienen que volver al Imperio Ruso de la URSS», insinúa Putin. La nostalgia por el imperio perdido, el intento de recrearlo con ayuda de agresión e violencia impregna el fascismo de los siglos XX y XXI. Una similar nostalgia agresiva ha sido la inspiración para la «Unión Euroasiática» de Putin: el deseo de volver a la URSS y al Imperio Ruso. El tercer intento del «upload» del Imperio Ruso. El tercer reino ruso. El tercer reich.

El fascismo siempre ha sido un complejo de un imperio herido, el imperialismo de los ofendidos.

Lo principal en el fascismo es la noción del poder. El objetivo de un estado no es el bienestar de sus ciudadanos, sino el hecho de dominar el mundo. Con tal de lograr ese objetivo se pueden hacer sacrificios, sacrifiques algo tuyo o algo ajeno. Los adeptos de Hitler le robaron a Friedrich Nietzsche el término Wille zur Macht, » el deseo del poder», interpretándolo a su manera, como el deseo de dominar el mundo. Macht proviene de moegen, «poder, ser capaz de». La palabra rusa «poder» proviene del mismo verbo. El que desafía, el que arriesga y sacrifica tiene el poder. Si leéis a los ideólogos modernos de lo euroasiático os daréis cuenta de que «el poder» es su palabra principal. 

El putinismo es muy parecido al hitlerismo, pero hay unas diferencias significantes.

Putin, al igual que Hitler, trató de elevar la idea nacional a nivel global. Hay muchas naciones y sus luchas son locales, había que crear una dimensión planetaria. ¿Cómo crear la impresión de que tu pequeño nacionalismo cavernícola, que tu pequeña paranoia personal, que tu complejo del niño ofendido es, en realidad, la lucha por el destino de la humanidad?

Es muy sencillo: hay que subir las apuestas. Hay que inventar los enormes organismos colectivos. Entonces tu pequeña batalla será la lucha de los gigantes de dimensión planetaria. 

Para Hitler las razas eran esos gigantes. La raza alemana de repente se convirtió en raza aria. El pequeño Fritz se convirtió en Zigfrid. Hay muchas naciones pero pocas razas. Hay solo dos principales.La lucha contra una de ellas es la lucha de dimensión planetaria.

Para Putin las civilizaciones se convirtieron en esos gigantes. El pueblo ruso de repente se convirtió en la civilización rusa (euroasiática). «El ruso», es, por así decirlo, no una nación, sino una civilización, además la civilización principal, capaz de hacer frente a la «occidental».

Los ideólogos de Putin han leído atentamente a Huntington, su pensamiento acerca de que en el siglo XXI el conflicto principal tendrá lugar no entre las naciones o ideologías, sino entre las civilizaciones – y tomaron ese pensamiento en serio, lo percibieron como un llamado a la acción.

Por ello, aunque el racismo latente tiene lugar con los putinistas, no es para nada el elemento principal de su perspectiva. Su xenofobia no es el racismo ni antisemitismo, sino el «cvilizacismo». Su enemigo no es otra nación, sino otra civilización.

Debido a sus posibles consecuencias ese pensamiento es aún más peligroso que el racismo. El racismo de Hitler empezaba con el pensamiento de que los judíos simplemente tienen que ser trasladados a alguna parte. El horror y la tragedia de los asesinatos masivos y cámaras de gas empezó después, durante la guerra, después de Endloesung – » la solución definitiva de la cuestión judía». Por lo contrario, el «civilizacismo» de Putin empieza por el notorio deseo de convertir a toda la civilización occidental – a toda sin excepción – en un «polvo radioactivo».

El fascismo y el nazismo son ideologías dinámicas. Ellas surgen cuando el mundo empieza a moverse. Cuando las formas y organismos colectivos anteriores dejan de existir. 

El modo de pensar de Hitler nacía en la realidad de las primeras décadas del siglo XX. En el mundo, según Hitler, no hay fronteras establecidas, él se mueve y corre como el agua. La lucha por el poder mundial no es la lucha de los países con las fronteras demarcadas, sino la lucha de las enormes formaciones movedizas que cambian de forma y tamaño. Es la lucha de razas – de los enormes animales colectivos. La noción de la raza es el intento de aplicar la biología a la geopolítica. Es el nacimiento de la geopolítica biológica. 

La raza, según Hitler, no puede ser limitada por un territorio particular. Ella, similar a un depredador,siempre está en busca de algo. En busca de los territorios nuevos, en busca de los alimentos. Olfatea su «espacio vital». «Espacio vital», Lebensraum, es una de las nociones clave del hitlerismo. Es el territorio que tiene que ser incautado por la raza para su supervivencia, fortalecimiento y finalmente el dominio.

¿Qué es Lebensraum para Hitler? Es el centro-este de Europa, Austria, Checoslováquia, Polonia, y, finalmente, Ucrania. El país de la tierra fértil, capaz de dar de comer. Hitler entraba en política mundial en la época del crecimiento rápido  de la población. La raza pedía de comer, había comida en la tierra ucraniana. Hitler iba al este para destruir al «bolchevismo judío», pero también para dar de comer a los «arios».

En aquel mundo que se movía los arios tenían que ser más rápidos y más ágiles que los demás. El modo de pensar fascista-nazista está construido en la lógica de la lucha por la supervivencia de Darvin: la tarea no es proteger tus fronteras, sino ampliarlas. Si la raza es un organismo, un gran animal colectivo, entonces tiene que crecer, aumentar de tamaño, conquistar nuevos territorios. Crecimiento es su vida, el cese de crecimiento es el principio de su decadencia. Hitler pensaba que en cuanto pare el crecimiento de la raza, ella empezará a morir. Que en cuanto los arios dejen de conquistar nuevos territorios, morirán. 

Parar significa morir. Agresión significa vida. Así pensaba Hitler.

Así piensa la ideología euroasiática rusa hoy en día. Así piensa la gente parecida a Oleksandr Duguin, el principal ideologo neofascista de los neo euroasiáticos que ofrecen la base ideológica a la «Unión Euroasiática» de Putin. 

Rusia- Eurasia para ellos es el organismo que se mueve. No está claro dónde empieza ni dónde termina, pero si no tiene fronteras fijas tampoco tiene el límite de su expansión. Es inmenso, es «inmensidad». Para los euroasiáticos modernos las guerras de Chechenia de finales de los 1990 eran el punto final que paró la desintegración del organismo euroasiático. En los años 2000 este organismo «lamía las heridas», a partir del 2008 empezó a atacar. Primero a Georgia, luego a Ucrania.

¿Para qué atacar? Por muy raro que parezca, para defenderse. La lógica de la lucha por la supervivencia es propia de los euroasiáticos al igual que de los fascistas o nazis. A menudo dicen que la ocupación de Ucrania es en la realidad la lucha por la «soberanía de Rusia». O sea, » o nosotros a ellos, o ellos a nosotros». O atacas tú, o te atacan a ti. O matas, o te matarán. El ataque es la conservación de uno mismo, según ellos. Si pones fin a la expansión, perderás lo que tienes.

«Si damos a Novorusia, perderemos Crimea, luego Rusia, luego el poder. Si invadimos con las tropas (el sureste de Ucrania) mantendremos Crimea, fortaleceremos Rusia y el poder», dice Duguin. La ocupación de Donbas y el sur se describe en términos de supervivencia. Si no conquistamos no sobreviviremos. Por lo tanto, no pararán en Crimea, Tampoco lo harán en el sureste de Ucrania.  

Cómo ya había dicho antes, en el modo de pensar del fascismo euroasiático «civilización» ocupa el lugar de la «raza». «Civilización» al igual que «la raza» no existe dentro de las fronteras territoriales, su vida es ampliación, expansión, conquista de nuevas tierras, fuera de esta expansión ella decae y muere. Al igual que Alemania hitleriana la Rusia de Putin busca «espacio vital», Lebensraum, fanáticamente. Su aspiración es ampliar el espacio de lucha. Morirá sin conquistar, invadir, incorporar, violar. El ataque y la invasión es su sustancia, su mayor fantasía. 

El fascismo aspira al futuro y al mismo tiempo ansia  el pasado. Apela a la tradición y a la vez a la «vida nueva», (…) corre hacia el pasado y al mismo tiempo trata de salir de él. (…)

Putin quiere construir a la nueva Rusia que en realidad será la vuelta a lo de antes. Ve el futuro sólo como la vuelta al pasado. Es su circulo cerrado. La invasión del sureste de Ucrania es importante desde el punto de vista retórico, como conquista de Novorusia, de la cual nacerá «nueva Rusia». Saca del sótano todo lo viejo y podrido para llamarlo nuevo y renovador. Lo mismo hacía Mussolini. Lo mismo hacía Hitler.

Pero lo nuevo nunca viene como la vuelta al pasado. El pasado perdura como una memoria, no una vuelta eterna. Los intentos de devolver el pasado en una revolución conservadora están condenadas al fracaso. Es una pena que Putin no lo sepa. Pero pronto lo sabrá. Muy pronto. 

Por Volodymyr Yermolenko.

Leer el artículo original aquí: 

http://www.day.kiev.ua/uk/blog/politika/imperializm-obrazhenih

 

 

 

 

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