VOLNOVAHA, Ucrania. La 30ª brigada de las fuerzas armadas ucranianas, bajo el intenso fuego de mortero del enemigo: tropas híbridas compuestas por paramilitares separatistas, mercenarios rusos y fuerzas armadas rusas. […]
Las escaramuzas de fuego indirecto en Volnovaha son el anuncio de una escalada más amplia desde el pasado 29 de enero a lo largo de todo el frente, de unos 300 km, en el este de Ucrania. En este repunte de la ofensiva rusa, han perdido la vida al menos 35 soldados y civiles ucranianos solo en una semana.
Mientras, el 15 de febrero se cumple el Segundo aniversario de los llamados acuerdos de alto el fuego de Minsk II. La reciente escalada no es sino una dosis de realidad: Minsk II, el alto el fuego… son papel mojado, la guerra, una guerra en Europa, está hoy lejos de acabarse.
«Por supuesto, es una guerra, Minsk ha fracasado» dice Ivan Burdiuh, 31 años, oficial enlace de prensa de la 30ª brigada, en la entrevista a The Daily Signal en el cuartel del ejército ucraniano en Volnovaha. «Es guerra con todas las letras» subraya Burdiuh. «Esto es muy duro. Todos los días, uno tras otro, mortero y bombardeos. Guerra estática [estilo Primera Guerra Mundial, de trincheras], nosotros quisiéramos atacar, pero existen muchas razones por las que no podemos hacerlo.»
El 29 de enero, los supervisores del alto el fuego de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), registraron más de 11.000 violaciones del alto el fuego en el este de Ucrania.
Alexander Hug, responsable de la Misión Especial de Observación de la OSCE en Ucrania, se refirió a esta escalada como «auténticamente inédita».
Señales de alerta
Al igual que sucede en otras zonas urbanas a lo largo de la línea del frente del este de Ucrania, la guerra es ya rutinaria para los soldados y los residentes civiles en Volnovaha. A pesar del intermitente sonido de la guerra (los bombardeos), claramente perceptible apenas a las afueras de la localidad, la vida continúa: los niños siguen acudiendo a los colegios, los comercios abren… En un día frígido de invierno (el viento helador hace que la sensación térmica llegue a los 26 grados bajo cero), civiles y militares se juntan en la parada del autobús, completamente abrigados, muchos, con gorros de pieles, algunos fuman mientras esperan. Los restaurantes y bares siguen funcionando en Volnovaha, y las verdulerías. Pero muchas de las casas están ya abandonadas: muchos ha huido de la guerra.
La presencia de los niños, tan cerca del fuego de artillería y de los francotiradores, recuerda crudamente la absurda coexistencia de la vida y las balas y bombas. Incluso a los más habituados a visitar zonas en Guerra les chirría la imagen de los niños con sus mochilas volviendo a casa del colegio, con el sonido de las explosiones en la distancia.
«La situación es ya de hartazgo, tanto para civiles como para militares», continúa Burdiuh. «Pero tenemos que seguir luchando por nuestra tierra, por nuestra supervivencia como nación. Si nos rendimos ahora, si damos un solo paso atrás, habremos renunciado a nuestra independencia. A nuestra independencia de Rusia.»
El tiempo en invierno en el este de Ucrania es de un frío polar, y esta semana ha habido una tormenta de granizo particularmente terrible. Las manos, sin guantes, se le insensibilizan a uno por el frío y el viento, que corta las capas de abrigo como el cuchillo a la mantequilla, por más que se abrigue uno. Pasar demasiado tiempo a la intemperie es arriesgarse a la congelación y a la hipotermia.
La 30ª brigada fue desplegada en Volnovaha en julio pasado. Sus soldados están esparcidos por el frente en trincheras, y dentro de puestos de control con sacos terreros y edificios abandonados. La tierra de nadie está en las afueras de la ciudad, una franja de anchura de entre 2 km. y, a veces, solo 300 metros.
En las batallas, dicen los soldados ucranianos que el enemigo se delata a sí mismo por las tácticas que usa: «Se sabe perfectamente cuándo son mercenarios y cuándo regulares rusos» dice Burdiuh «por la forma de combatir. Los separatistas carecen de organización, avanzan como si fueran insectos, sin dirección fija. Pero las unidades de regulares rusas lo hacen de forma coordinada y disciplinada. Y se nota cuándo el fuego de artillería lo operan militares rusos porque es mucho más preciso.»
Al igual que sucede en otros puntos del frente, en Volnovaha los combates siguen un ritmo diario: por el día, se limitan a fuego de francotiradores y a escaramuzas con armas ligeras, ametralladoras y lanzagranadas automáticos. Por las noches, se vienen los bombardeos con armamento de mayor calibre, los supervisores de la OSCE ya se han marchado a sus hoteles, de modo que es el momento en que se aprovecha para atacar. Cuando le preguntamos a Burdiuh por los supervisores de la OSCE en Volnovaha, sonríe burlón: «¿Que si los he visto? Sí, están siempre en la cafetería…»
Pavlo Orynchak, 35 años, aprendió medicina de guerra de libros online (Fhoto: Olga Ivashchenko)
Desde los cimientos
Muchos soldados ucranianos afirman que los suministros básicos de equipo militar han mejorado mucho desde aquellos primeros días de guerra [2014], pero la realidad es que siguen siendo los voluntarios civiles los que contribuyen a las necesidades básicas de los soldados ucranianos. Y los medicamentos y productos sanitarios especiales para la guerra se han tenido que generar prácticamente desde la nada.
«Ahora, por fin podemos percibir unas fuerzas armadas ucranianas profesionales, nuevas, poderosas», nos dice Oleg Zinevych, 45años, voluntario médico civil en la 30ª brigada. «Pero todavía hoy tenemos que crear de la nada algunas cosas… La verdad es que en medicina militar las carencias siguen siendo grandes.»
Antes de 2014, las fuerzas armadas ucranianas estaban casi desmanteladas por la atroz corrupción de funcionarios que se robaban el armamento y los suministros para revenderlos a traficantes de armas.
Hoy, el ejército ucraniano se halla mucho mejor equipado y entrenado de lo que lo estaba antes de la guerra. En general, puede decirse que es mucho más profesional, y lo componen soldados alistados y de oficiales de rango medio endurecidos por años de combate.
«No es lo que debería ser, con ya tres años de guerra, pero el progreso es innegable», nos dice Pavlo Orynchak, de 35 años, voluntario médico de la 30ª brigada en Volnovaha. Parte de la ayuda militar norteamericana a Ucrania ha llegado hasta el frente, a Volnovaha, aunque no mucha.
La 30ª brigada opera un dron norteamericano Raven (Cuervo) que es parte de un paquete de ayuda de armamento no letal que entregó a Ucrania la administración del expresidente Obama. «Es bueno, pero necesitamos drones más modernos» dice Burdiuh.
Son los civiles quienes siguen cubriendo las principales carencias. Valentyn Nalyvaichenko, exdirector del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) y líder reformador anticorrupción, junto con miembros del Movimiento de Justicia Político-Civil que encabeza, entregó a la 30ª brigada un módulo móvil de duchas fabricado a partir de contenedores de almacenaje […] similar al empleado por las FFAA estadounidenses en Irak y Afganistán […]. El módulo entregado a la 30ª brigada es uno de los primeros de este tipo en Ucrania. Se financia con donaciones privadas. A pesar de este tiempo, de un frío dantesco, los soldados de la 30ª brigada salen a darles las gracias a Nalyvaichenko y a su equipo de voluntarios. Las tropas ucranianas siguen sin disponer de agua caliente para ducharse, así que, en pleno invierno ucraniano, este módulo de ducha (con agua caliente) seguramente mejorará las condiciones de vida de los soldados. Este tipo de iniciativas de voluntarios eleva la moral de las tropas.
«Estamos en deuda con el pueblo que tanto nos ayuda», dice Burdiuh.
Trabajo duro
Antes de la guerra, Orynchak vivía en Chequia, donde trabajaba de informático. Regresó a su patria para unirse a la revolución en febrero de 2014. Y, cuando empezó la guerra en abril, se presentó voluntario como médico.
Orynchak no tiene formación en medicina, estudió los libros de medicina de guerra del ejército estadounidense que encontró en internet. «Sé lo que es Ia guerra, una carnicería, así que más me valía aprender deprisa.»
Ahora Orynchak forma parte de un equipo de voluntarios civiles médicos que acompaña a la 30ª brigada en Volnovaha y que han llamado Primer Hospital Móvil Voluntario. Se encargan de atender heridas que van desde congelación a miembros amputados por impactos de artillería.
Los voluntarios médicos atienden también a los civiles que viven en la zona del frente y que no han podido huir. El Primer Hospital Móvil Voluntario depende por completo de las donaciones de civiles. El esfuerzo de guerra sigue dependiendo en gran medida de la generosidad de los voluntarios civiles.
Zinevych es un médico civil de emergencias de Kyiv que llegó al frente el 28 de enero.
«Vine porque es un momento muy difícil para mi país», dice Zinevych. «Como médico, decidí que en algo podría ayudar.»
Zinevych ya esperaba que los combates tendrían esta intensidad. Lo que sí le sorprendió fue el coraje de los soldados ucranianos, más aun, en semejantes condiciones y en continuo combate.
«Romanticismo, aquí, poco», dice Zinevych. «Pero lo que sí hay es trabajo duro para dar y tomar».
Señales de alerta
La reciente escalada de los combates en Ucrania se ha concentrado en Avdiivka.
Desde el 29 de enero, las fuerzas híbridas ruso-separatistas golpearon esta ciudad con fuerza, descargando toda su artillería y con un avance de su infantería. Los combates destruyeron sus infraestructuras, dejando a unos 20.000 civiles sin suministro eléctrico agua ni calefacción, con temperaturas que caen por debajo de los 20º bajo cero. La ofensiva rusa sobre Avdiivka duró toda la semana.
Mientras, 77 km. al sur de Avdiivka, en Volnovaha, las tropas ucranianas de la 30ª brigada también informaron de la escalada de los combates, si bien de menor intensidad.
«Hemos tenido un escalada casi sin precedentes en los combates durante la pasada semana», dice Orynchak. «Sin duda, está relacionado con lo de Avdiivka.»
«Atacan más ahora, pero esta vez no hemos cedido un palmo de terreno» ― dice un oficial ucraniano en Volnovaha a The Daily Signal. Este oficial quiso mantener el anonimato por motivos de seguridad.
Las tropas de la 30ª brigada dijeron que la última escalada rusa de los ataques no ha hecho sino aumentar la determinación de los soldados ucranianos.
«Los soldados siguen motivados para luchar» dice Orynchak. «De hecho, parecen más motivados que nunca. En este tipo de guerra estática, siempre en las mismas posiciones durante tanto tiempo, es normal que la moral de los soldados comience a decaer» dice Zinevych. «Pero estos chavales son casi todos jóvenes, entre 20 y 22 años, se sobreponen a las dificultades. [… ] Son jóvenes, pero con un verdaero anhelo de victoria. Esto es difícil de explicar a quienes están lejos de aquí».
Burdiuh dice que los soldados ucranianos ya han pagado un precio demasiado alto y que ni se plantean ceder.
«Si damos un solo paso atrás, estaríamos traicionado a nuestros camaradas caídos», dice Burdiuh. «Todo esto no habría servido para nada, todo eI sacrificio habría sido en vano. Muchos hijos de Ucrania han muerto luchando por esta causa.»
Alambradas
El alto el fuego Minsk II prohíbe a ambos contendientes desplegar armamento pesado, como artillería de determinado calibre, o sistemas de lanzacohetes múltiples, tanques… a una distancia mínima de la línea de contacto. Los llamados acuerdos de paz también prohíben, en teoría, a ambas partes conquistar más terreno.
Pero el alto el fuego no ha llegado nunca a impedir ni detener guerra. Solo la ha Iimitado a una guerra de menor intensidad, una guerra estática de trincheras, tanques, y fortificaciones a lo largo de la línea del frente, de unos 300 km.
De las más de 3.100 bajas de soldados ucranianos, un 20 % se han producido desde el llamado alto el fuego. […] Desde la entrada en vigor del alto en fuego en febrero de 2015, han muerto más de 500 soldados ucranianos y más de 3.000 han sido heridos.
Las fuerzas ucranianas en Volnovaha dicen que la fuerzas ruso-separatistas usan el armamento prohibido y que disparan a propósito áreas residenciales de civiles […].
Para evitar daños colaterales en Volnovaha, las fuerzas ucranianas dicen haber reubicado sus unidades de combate alejándolas de las zonas en las que los civiles podrían verse atrapados en el fuego cruzado.
Las fuerzas ucranianas no tienen muchos edificios que les puedan servir de refugio o parapeto, por lo que están más expuestos que los rusos, que pueden localizar sus posiciones más fácilmente mediante drones y luego bombardearlas con su artillería.
Las tropas ucranianas insisten en que ellos sí acatan el alto el fuego y que no responden con el armamento prohibido por Minsk, incluso si el enemigo usa cohetes, o artillería.
«Si nos disparan con mortero, respondemos con ametralladoras», dice Burdiuh.
Esa carencia de armamento pesado en el frente también los hace vulnerables a ser desbordados en caso de ofensiva de gran escala. Los ucranianos disponen de fuerzas de reserva que constan de vehículos blindados y armamento pesado situados tras las líneas del frente, de acuerdo con los límites fijados por Minsk. En caso de ofensiva a gran escala, el plan de la 30ª brigada de Volnovaha es resistir cuanto puedan con el escaso armamento del que disponen, hasta que las fuerzas de reserva lleguen, lo más pronto que puedan, al frente.
«Nuestras reservas deben estar listas para lo que sea», dice Burdiuh. «El riesgo es alto, pero no tenemos alternativa… Sé de muchos chicos que han luchador hasta la muerte».
Las fuerzas ucranianas se ejercitan para practicar despliegues rápidos de fuerzas de reserva hacia el frente.
Sueños aplazados
Las tropas ucranianas con casi total unanimidad dicen estar librando una guerra de independencia contra Rusia, y les molesta que se la califique de «guerra civil»: señalan la mano de Rusia en el conflicto como prueba de que su lucha es por la independencia existencial y por librarse del yugo de Moscú. Los llamados prorrusos, o separatistas contra los que combaten, según las tropas ucranianas, no son otra cosa que fuerzas proxy, o híbridas, en una guerra de Rusia contra Ucrania de mayor calado.
Preguntado por la posibilidad de negociar una paz con Rusia, Burdiuh es tajante: «Es imposible fiarse de los rusos.»
Burdiuh, casado, aunque sin hijos, dice que su sueño, cuando termine la Guerra, es ser padre y recorrer el mundo con su mujer. «Mi sueño es viajar a los Estados Unidos.»
Continúa Burdiuh: «Todos y cada uno de los soldados que están aquí luchan por un futuro mejor. No para ellos, para sus hijos y nietos. Nuestro deber es que esta tierra sea libre para dejárselas a nuestras generaciones futuras. Ya estamos más que hartos de tener que vivir bajo la influencia rusa.»
Fuente: http://dailysignal.com/2017/02/09/on-the-front-lines-of-the-war-in-ukraine-soldiers-dig-in/
Crónica de Nolan Peterson para The Daily Signal