Crimea olvidada

Se acerca el segundo aniversario de la ilegal anexión de Crimea por parte de Rusia, un acontecimiento que pese a su gravedad ha caído en el olvido. Las últimas noticias nos han llegado en forma de polémica, después de que una campaña de Coca Cola incluyera dicha península en el mapa de la Federación Rusa. Pero… ¿Se reduce todo a una mera cuestión publicitaria?

Crimea

Hagamos memoria.

Tras la turbulenta salida de Yanukovich del poder, contrario en última instancia a la asociación entre Ucrania y la UE, comenzaron las primeras manifestaciones en la capital peninsular, Simferopol. Lo que se inició a finales de febrero como una reivindicación autonomista pronto se convirtió en un llamamiento a la independencia, animado indudablemente por la presencia rusa en la base de Sebastopol. Ya que el futuro de la misma corría peligro, al haberse deteriorado las relaciones con Ucrania desde noviembre de 2013, Moscú decidió pasar a la acción. La verdad no tardó en hacerse evidente, y desde el 28 de febrero un ejército anónimo, perfectamente pertrechado pero sin identificación alguna, comenzó a ocupar puntos estratégicos por toda Crimea.

Para el 3 de marzo la operación militar había concluido, volcando todas sus energías en la fase política, que incluía un referéndum el 16 de marzo (declarado “inválido” por la ONU). La independencia ya había sido declarada por las autoridades locales diez días antes. ¿Cómo garantizar la transparencia de los comicios, si una de las partes implicadas tiene militarmente ocupado el territorio? El resultado arrojó un porcentaje típicamente norcoreano, con un 96,77% a favor de la incorporación a Rusia. Ni los ucranianos disconformes ni la comunidad tártara fueron escuchados, antes bien, se inició un siniestro proceso de persecución política. Amnistía Internacional llegó a calificarlo como “la península del miedo”, debido a la serie de allanamientos, detenciones extrajudiciales, desapariciones de líderes comunitarios y ataques a la libertad de prensa, que comenzaron a producirse. En términos parecidos expresó su denuncia Human Rights Watch, destapando la existencia de fuerzas paramilitares que actuaban al margen de la ley. Los crímenes cometidos por estos grupos de incontrolados se realizaron con total impunidad, sin ningún tipo de control ni castigo.

 

Occidente no estuvo de acuerdo.

Vulnerar la integridad territorial de un Estado soberano es un acto abiertamente ilegal, que no puede justificarse en valoraciones subjetivas tales como la lengua o el origen étnico. No obstante, las circunstancias materiales del problema condicionaron en gran medida la respuesta. El ejército ruso se encontraba desplegado en la zona, no solo por su presencia en la base naval de Sebastopol, sino por las fuerzas que iban cruzando el Estrecho de Kerch desde Krasnodar. Las escasas unidades ucranianas en Crimea habían sido rápidamente rodeadas, y ningún país europeo del entorno cuenta con fuerzas suficientes como para articular una respuesta, entre otras cosas, por que Ucrania no forma parte de la OTAN y no se le aplican los mecanismos de solidaridad que hay previstos para estos casos. Descartada la confrontación directa con Rusia, una potencia nuclear no lo olvidemos, se optó por una solución intermedia: sanciones económicas. Esta ha sido nuestra única baza para disuadir a Putin y lograr la devolución de la península, pero a la vista de los acontecimientos no parece que tal propósito vaya a cumplirse. Rusia también también ha cerrado sus mercados a ciertos productos europeos, añadiendo si cabe más tensión. Pero la principal batalla geo-estratégica de Ucrania se está librando en Oriente Próximo, dónde la ventaja de Rusia ha forzado a la Unión Europea y a los Estados Unidos a negociar. En efecto, la guerra civil que desangra Siria está condicionando una serie de decisiones que mucho me temo, dejarán aparcada la cuestión de Crimea. Ya en los acuerdos de Minsk II, firmados a principios de 2015 para sofocar la situación en Lugansk y Donetsk, se aborda la cuestión ucraniana de forma compartimentada, dejando la suerte de la península en un plano completamente distinto, ajeno incluso.

 

Pese a que los vientos diplomáticos soplan en otra dirección, no podemos dejar de preguntarnos sobre esta cuestión. ¿Qué principio debe prevalecer? ¿Debemos aceptar sin más las acciones unilaterales? Sobre nuestras conciencias debe primar la Resolución 68/262 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada el 27 de marzo de 2014, en la que se reconoce la unidad territorial de Ucrania y se habla abiertamente de una anexión por la fuerza por parte de Rusia. Más allá de este texto no caben consideraciones de ningún tipo, a no ser que queramos regir las relaciones internacionales mediante la ley del más fuerte. No se trata de ser anti-ruso o anti-europeo, se trata de una cuestión de justicia, de legalidad, que debe prevalecer en todo momento y circunstancia, si queremos preservar un mundo en paz.

 

Escrito por Jaime Aznar

Historiador y Analista especializado en Europa y Eurasia

 

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