
La guerra híbrida de Rusia contra Ucrania está ingresando en su cuarto año, aunque hubo un tiempo en que unos pocos esperaban que durara no más de cuatro semanas. La prácticamente incruenta captura de Crimea que se rindió ante las tropas rusas a principios de 2014 sin presentar batalla, llevó a la mayoría de los observadores a concluir que Ucrania estaba efectivamente indefensa a la merced de Moscú.
Esta era la visión de consenso en Moscú, donde muchas de las voces más audaces comenzaron a hablar de celebrar las tradicionales vacaciones de mayo en la mismísima Kyiv. Este pavoneo parecía perfectamente razonable; Ucrania estaba todavía recuperándose de meses de protestas antigubernamentales que esparcieron el caos a lo largo del país antes que culminara en la huida del Presidente Victor Yanukovych y el colapso de su entera administración. El gobierno interino ucraniano que precipitadamente reemplazó la administración de Yanukovych carecía de legitimidad constitucional y de ninguna manera estaba en condiciones de arriesgar una confrontación militar con la poderosa Federación Rusa. Una clara ventana de oportunidad se le abrió a Moscú para reafirmar su presencia en el interior de Ucrania. Envalentonados por el impresionante éxito de su jugada inicial en Crimea, el Presidente Putin decidió elevar la apuesta y tomar posiblemente el riesgo más elevado de toda su carrera.
La operación subsiguiente que se desplegó en marzo y abril de 2014 avisoraba la conquista de la mitad de Ucrania a través de una serie de alzamientos localizados apoyados por fuerzas híbridas rusas. Estos recientemente adquiridos territorios se convertirían en Novorossiya o Nueva Rusia. Las conversaciones telefónicas filtradas y los mensajes electrónicos hackeados de los asesores principales del Kremlin, que incluyen a Vladislav Surkov y Sergey Glazyev, han provisto considerable detalles de los esfuerzos de Rusia para apoderarse del control de las administraciones regionales en ciudades claves de Ucrania a lo largo del Sur y Este, que incluyen a Dnipro, Kharkiv, Kherson y Odesa. Estas filtraciones se corresponden con los eventos que tuvieron lugar en suelo ucraniano durante la Primavera turbulenta.
Por unas pocas y precarias semanas, las chances de Ucrania de sobrevivir como un estado independiente parecían desvanecerse rápidamente. No obstante la muy temida marcha rusa al Dnipro nunca se materializó. En cambio, los levantamientos rusos fueron sofocados a través del Sudeste de Ucrania, y el Kremlin se encontró restringido a una pequeña cabeza de puente dentro de los oblasts (provincias) de Donetsk y Luhansk en las fronteras del Este. Tres años después, todavía están ahí, atascados en un atolladero de su propia manufactura. ¿Por qué los ambiciosos planes de Putin de un nuevo imperio en el interior de Ucrania no alcanzó las expectativas?
Entendiblemente, a lo mejor los planificadores rusos subestimaron la capacidad de Ucrania de responder. Ucrania tenía disponibles tan solo 6.000 mil efectivos listos para el combate en la Primavera de 2014. Esta era una raída fuerza incapaz de proteger las fronteras del país, sin preocuparse de defender sus pueblos y ciudades. Lo que Moscú fracasó en anticipar fue la ola de emoción patriótica que emergió a través del país el día posterior del ataque híbrido de Rusia. Miles de ucranianos tomaron las armas en la Primavera de 2014, formando batallones voluntarios que reforzaron las débiles defensas del país y pararon el avance ruso en su camino. Detrás de ellos se colocó un ejército de voluntarios civiles que proveyeron un apoyo logístico improvisado bajo la forma de todo, desde comida y uniformes, hasta munición. Este milagro militar salvó a Ucrania y dejó al Kremlin en el actual atolladero.
No es sorprendente que Rusia haya previsto la reacción que su ataque provocaría. Desde el colapso de la Unión Soviética, la política del Kremlin para Ucrania había estado impulsada por una mezcla tóxica y contraproducente de pensamiento voluntarista y condescendencia colonial. Este enfoque se volvió crecientemente arraigado durante el reinado de Putin, él no ocultó su deseo de reafirmar la hegemonía rusa a lo largo del anterior imperio soviético. En su visión del mundo revanchista, la separación de Ucrania de Rusia fue artificial, mientras que el arreglo de 1991 fue una grave injusticia histórica. En 2008, el líder ruso presuntamente le dijo al Presidente George W. Bush de los EE.UU. que «Ucrania ni siquiera era un país». A lo largo de los años Putin declaró que los ucranianos y los rusos eran «un solo pueblo».
Estas creencias no se limitaron a las altas jerarquías del Kremlin. Muchos en Rusia todavía luchan para aceptar la realidad de la independencia de Ucrania, mirando el país como un elemento central del «mundo ruso» más amplio con eje en Moscú. Kyiv fue el centro de la civilización del Rus de Kyiv que la Rusia y Ucrania de hoy ven como sus predecesores, mientras que la Iglesia Rusa Ortodoxa remonta su origen a Kyiv y a la conversión de los eslavos orientales al Cristianismo en el Siglo X . Esto hace que muchos en Rusia sean propensos a culpar cualquier manifestación de identidad nacional ucraniana a una minoría nacionalista radical. A medida que surgió una nueva generación en Ucrania sin ninguna experiencia personal del pasado soviético compartido, los hacedores de política de Rusia consecuentemente rechazaron reconocer las cambiantes mareas de opinión o reconocer la creciente importancia de la identidad ucraniana. Es famoso como los dos levantamientos ucranianos post soviéticos han sido atribuidos exclusivamente a insidiosas influencias occidentales, a pesar del rol decisivo jugado por millones de ucranianos del común, tanto en la Revolución Naranja de 2004 como en la de Euromaidán de 2014.
Estas ficciones reconfortantes llevaron a Rusia al desastroso error de cálculo de la Campaña de Novorossiya. Basada en su propia visión cuidadosamente maquillada de Ucrania, tenían toda la razón de esperar una cálida bienvenida cuando los agentes del Kremlin tomaran el control de regiones completas y comenzaran a pedir apoyo militar de Rusia. Cuando esta bienvenida no se materializó, Rusia culpó a una heterodoxa banda de fascistas inexistentes, de agentes de la CIA y otros villanos internacionales. En realidad, el Kremlin fracasó en apreciar la fortaleza del espíritu nacional ucraniano – especialmente entre los millones rusoparlantes del país y aquellos sin ningún tipo de herencia étnica ucraniana. Este fracaso fue el resultado directo de décadas de la negación rusa sobre Ucrania.
El proyecto de Novorossiya de Rusia ha hundido al mundo en una nueva Guerra Fría y causó un inédito sufrimiento a millones de ucranianos, aunque también consolidó el sentido de identidad nacional de Ucrania y aceleró la separación de Rusia que comenzó en 1991. El ataque híbrido de Putin se suponía que terminaría lo que muchos en Moscú continuaban viendo como la aberración de la Independencia Ucraniana. En cambio, ha cementado el lugar de Ucrania en el mapa europeo luego de siglos bajo la sombra rusa.
Fuente: Peter Dickinson, Atlantic Council, 10 de abril de 2017.