
Ayer por la tarde, a unas horas de que comenzara “el evento”, las organizaciones y la diáspora (en petit comité y por las redes) conocían la noticia. El mismísimo presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, iba a acudir a la solemne celebración de la eucaristía por la paz de Ucrania, que iba a tener lugar hoy, domingo 3 de julio, en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, en Madrid.
Llama la atención a primera vista que una noticia así no se transmita oficialmente, menos llama que se “filtrara” a última hora. Al fin y al cabo, qué político no quiere masas “deseosas de su presencia” llenando “las gradas”.
De la homilía poco se puede criticar. Desde los valores cristianos se ha hecho una defensa de la verdad, la justicia, el amor y la libertad propios de la encíclica de Juan XXIII, Pacem in terris.
Pero usted, señor Poroshenko, ha tomado el púlpito. Se ha confundido de sitio y de lugar. Ha creído que una iglesia, la catedral de Madrid, a 3.000 kilómetros de Kyiv, era una extensión de su Gobierno. Se ha protegido y rodeado de niños, al más puro estilo soviético, y nos ha soltado un mitin propagandístico sobre usted mismo y su su Gobierno.
“Estoy seguro de que rezando ganaremos la guerra”, nos ha dicho en varias ocasiones. No, señor Poroshenko, usted no está en el cargo para decirnos que rezando ganaremos la guerra. Para rezar no nos hace falta usted. Usted está para cumplir y ejecutar la voluntad de los ciudadanos que le han puesto en el cargo, para tomar decisiones y acciones que defiendan la verdad, la justicia, el amor y la libertad de los ucranianos y nos hagan ganar la guerra (entre otras muchas cosas y compromisos de los que, por su voluntad, usted es preso). Si cree que su misión no es otra que rezar, por favor, váyase a su casa a rezar y deje el cargo a alguien que esté dispuesto a hacer algo más por Ucrania, alguien que muestre voluntad de actuar.
Pero sobre todo, señor presidente, no se olvide y no confunda la historia reciente de Ucrania. Maidan no se levantó para echar a Yanukóvich porque no rezara y Maidan no dejará de levantarse porque usted rece.
Señor Poroshenko, tras este despropósito, ha dejado plantada a la hromada ucraniana, a las asociaciones que la representan en España y a cada uno de sus miembros que individualmente han acudido a este acto. Sí, efectivamente, a estas alturas, puede que fuera iluso pensar que pudiera ser de otra manera, pero incluso tras la eucaristía, aún en la catedral, tras varias preguntas, el ministro de Asuntos Exteriores, Pavlo Klimkin, ha comentado a algunos miembros de las organizaciones que se estudiaba un encuentro informal entre el Gobierno y las mismas. Un encuentro que, efectivamente, no ha tenido lugar. Le diré señor Poroshenko, cómo se sienten las organizaciones de la hromada ucraniana en España, tras éste y anteriores desplantes del actual Gobierno de Ucrania: ninguneadas y acalladas.
Ni los ucranianos en España ni la catedral de la Almudena merecían esto. No obstante, muchas gracias por hacernos una visita en su apretada agenda, señor presidente.