Valerii Zaluzhnyi: Las Dictaduras Pueden Luchar, pero Siempre Terminan Perdiendo

Valerii Zaluzhnyi, ex Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania y actual Embajador en el Reino Unido

Hoy se cumplen exactamente 80 años de la liberación de uno de los mayores campos de exterminio nazi, Auschwitz-Birkenau, en Oświęcim. Este campo fue creado por el régimen autoritario de un dictador brutal que soñaba con gobernar el mundo, pero que finalmente fracasó. Sin embargo, el tiempo demostraría que los dictadores renacen y que la humanidad nunca puede permitirse ser complaciente.

La teórica política e historiadora germano-estadounidense Hannah Arendt, una de las pensadoras más influyentes del siglo XX, escribió en su estudio sobre los orígenes del totalitarismo que las estructuras gubernamentales creadas por Stalin y Hitler representaban “una forma completamente nueva de gobierno” que probablemente reaparecería en diversas formas en el futuro. También advirtió que “todas las ideologías contienen elementos totalitarios”.

Sus palabras fueron proféticas. Exactamente 67 años después de que Hitler se convirtiera en canciller de Alemania, Putin asumió la presidencia de Rusia el 7 de mayo del año 2000.

No voy a detenerme en las similitudes entre los Juegos Olímpicos organizados por ambos ni en el hecho de que la revista Time nombrara a ambos dictadores como “Persona del Año” con 70 años de diferencia. Sin profundizar en las razones históricas y sociales que llevaron a estos asesinos al poder, es innegable que tanto la sociedad alemana como la rusa consintieron formalmente su ascenso.

La doctora Larysa Yakubova, miembro correspondiente de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, sostiene con razón que los dictadores necesitan esencialmente una población que tenga miedo incluso de su propia sombra. La incapacidad de resistirse a una dictadura totalitaria que arrebata derechos y libertades a la sociedad conduce a consecuencias catastróficas.

Entonces, ¿qué similitudes podemos observar hoy, en pleno siglo XXI, cuando el epicentro de la guerra en el corazón de Europa está generando consecuencias cada vez más desastrosas?

En este contexto, cabe destacar que en 2008 ya era tarde para que los investigadores comenzaran a trazar analogías entre ambos dictadores en relación con los eventos en Georgia. Fue entonces cuando el liderazgo ruso empezó a ejecutar, de manera fría y calculadora, un plan que había sido delineado mucho antes en diversos documentos oficiales.

Después de la guerra en Georgia en 2008, supimos que Rusia se había otorgado derechos especiales en zonas privilegiadas del espacio postsoviético. Esa primera guerra en Georgia fue una exigencia para revisar el sistema de relaciones internacionales. Si hacemos analogías, esta guerra se asemeja a la anexión de los Sudetes por parte de Hitler en 1938.

Los líderes europeos y estadounidenses, sumidos en otros problemas globales y domésticos, pasaron por alto esta agresión, esperando que ahí terminara todo. Esto, por supuesto, le dio a Putin, el “recolector de tierras rusas” y “restaurador de la URSS”, un incentivo para llevar a cabo nuevas anexiones.

En febrero de 2010 se proclamó una nueva doctrina militar rusa, seguida de un nuevo concepto de política exterior en febrero de 2013. Este último declaraba claramente que Rusia se reservaba el derecho de defender a la población rusa fuera de sus fronteras.

Los dictadores, dependientes de sus propios trastornos mentales, necesitan desesperadamente crear un sistema de personas dependientes y leales a ellos. Como señaló Hannah Arendt, la lealtad al líder se convierte entonces en el principal criterio para el ascenso. Los miembros ambiciosos del partido compiten por demostrar su lealtad, y alrededor del líder se desarrolla un culto a la personalidad.

¿No es esto exactamente lo que sucede en la Rusia de hoy? ¿No estamos viendo a un líder todopoderoso actualmente? Incluso si no es particularmente competente y los miembros de su círculo cercano son conscientes de sus carencias, permanecen leales a él por temor a que toda la estructura de poder colapse sin él.

Arendt sugiere que cuando los regímenes totalitarios llegan al poder, enfrentan un serio dilema para cumplir sus promesas. Resuelven este problema librando una lucha constante contra enemigos externos e internos –reales o imaginarios–, de modo que pueden argumentar que, de alguna manera, aún no han adquirido el poder necesario para cumplir con lo prometido.

En otras palabras, los gobiernos totalitarios necesitan estar en constante lucha contra enemigos para sobrevivir. Tanto Hitler como Putin utilizaron amenazas externas e internas fabricadas para uso interno y para mantener su poder ilimitado.

Fuente: Congreso Mundial de los Ucranianos

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