La resistencia ucraniana y el apoyo estadounidense previnieron una amplia gama de horrores
Por Anne Applebaum

En el día más corto del año, luego de 10 meses de guerra, el presidente ucraniano Volodymir Zelenskiy, finalmente dejó su país y vino a Washington para agradecer a los estadounidenses por su apoyo. Fue a la Casa Blanca, donde apareció en una conferencia de prensa. Fue al Congreso, donde entregó una bandera ucraniana firmada por los defensores de Bakhmut, a la Vice Presidente y a la Presidente de la Cámara de Representantes. Nos felicitó a todos nosotros en nuestra primera victoria Americana-Ucraniana conjunta: «Derrotamos a Rusia en la batalla por las mentes en el mundo».
Nada acerca de este viaje – ni el aplauso, ni la bandera, ni el discurso – fue inevitable. La existencia continuada de Ucrania como un estado soberano tampoco era inevitable. Allá por febrero, muchos consideraron estas cosas como improbables.
En la víspera de la invasión, algunos expertos estadounidenses advirtieron en contra de ofrecer ayuda militar a Ucrania, sobre la base que la guerra terminaría demasiado rápido. Otros estadounidenses repetían la propaganda rusa, cuestionando si Ucrania merecía existir o si merecía ser defendida. Algunos políticos estadounidenses se hicieron eco de esas visiones y continúan haciéndolo. ¿Qué hubiera sucedido si estas prevalecían? ¿Qué hubiera sucedido si otro fuera el Presidente en la Casa Blanca? ¿Qué hubiera sucedido si otro Presidente habría sido elegido en la Ucrania? Imaginemos, solo por un momento, un mundo sin el coraje ucraniano, o sin las armas americanas o europeas, o la unidad y el apoyo de las democracias alrededor del mundo.
De haberse llevado a cabo el plan ruso tal como fue escrito, Kyiv hubiera sido conquistado en apenas unos pocos días. Zelenskiy, su esposa y sus hijos hubieran sido asesinados por algunos de los escuadrones para tal fin que erraban por la ciudad capital. El Estado ucraniano hubiera sido tomado por los colaboracionistas que ya habían elegido sus apartamentos en Kyiv. Luego, ciudad por ciudad, región por región, el ejército ruso hubiera combatido el remanente del ejército ucraniano hasta que finalmente conquistara todo el país. Originalmente, el Estado Mayor ruso imaginaba que esta victoria le llevaría seis semanas.
De haber sucedido todo de acuerdo a lo planeado, Ucrania estaría ahora marcada por campos de concentración, cámaras de tortura, y prisiones improvisadas como las encontradas en Bucha, Izyum, Kherson, y todos los demás territorios temporariamente ocupados por Rusia y liberados por el ejército ucraniano. Una generación de escritores, artistas, políticos, periodistas y líderes cívicos ucranianos, estarían enterrados en tumbas masivas. Los libros ucranianos hubieran sido removidos de las escuelas y bibliotecas. El idioma ucraniano hubiera sido suprimido en todos los espacios públicos. Cientos de miles más de niños ucranianos hubieran sido secuestrados y transportados a Rusia o traficados lejos alrededor del mundo.
Los soldados rusos, fortalecidos por su victoria apabullante, estarían ya en las fronteras de Polonia, estableciendo nuevos puestos de mando, cavando trincheras. La OTAN estaría en caos; la alianza entera estaría obligada a gastar miles de millones para prepararse para la invasión inevitable de Varsovia, Vilna o Berlín. Millones de refugiados ucranianos estarían viviendo en campamentos a lo ancho de Europa, sin perspectiva de jamás poder retornar a casa; la marea de simpatía que originalmente los recibió hubiera menguado hace ya rato; el dinero se estaría acabando y la reacción en curso. La economía moldava estaría completamente colapsada; un gobierno pro ruso en Moldavia probablemente estaría quizás planeando incorporar ese país a la emergente federación Rusia, Bielorrusia, Ucrania; que un propagandista ruso proclamó, demasiado pronto, el 26 de febrero.
Este desastre no habría estado confinado a Europa. En otro lugar del mundo, los planes chinos para invadir Taiwan estarían llevándose a cabo, porque Beijing asumiría que una América reacia a defender un aliado europeo, y ahora totalmente empantanada en una batalla a largo plazo con la envalentonada Rusia, nunca se apartaría de su camino para defender una isla en el Pacífico. Los Mullahs iraníes, igualmente alentados por el éxito ruso y la derrota ucraniana, audazmente anunciarían que finalmente habían adquirido armas nucleares. Desde Venezuela, hasta Zimbabue y Myamar, las dictaduras alrededor del mundo hubieran endurecido sus regímenes e incrementado la persecución de sus oponentes, ahora seguros que las viejas reglas – las convenciones de Derechos Humanos y Genocidio, las convenciones de la guerra, el tabú en contra de alterar las fronteras por la fuerza – no regían más. Desde Washington hasta Londres, desde Tokio hasta Canberra, el mundo democrático estaría sombriamente enfrentándose a su obsolescencia.
Pero nada de esto sucedió. Porque Zelenkiy se quedó en Kyiv, declarando que necesitaba «municiones no un aventón», porque los soldados ucranianos repelieron el primer ataque ruso en su capital, porque la sociedad ucraniana aunó esfuerzos para apoyar a su ejército, porque los ucranianos a todo nivel fueron creativos en la utilización de los recursos escasos, porque los civiles ucranianos estuvieron y están dispuestos a soportar las terribles dificultades; por todo ésto, no estamos viviendo en esa horrorosa realidad alternativa.
Porque fueron inspirados por aquellas primeras semanas del coraje ucraniano, el presidente Joe Biden y el Congreso de los EE.UU. resistieron la tentación del aislacionismo de «Primero América» y rechazaron el culto a la autocracia que ahora cautiva a parte de la derecha estadounidense. Los líderes de Europa – con la sola excepción del Primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán, uno de los ideólogos jefe del mismo culto – también resistieron cuidadosamente campañas de desinformación y extorsión rusas, y acordaron apoyar a Ucrania con ayuda militar y humanitaria. La gente alrededor del mundo vió como los ucranianos se pusieron de pie frente a una brutal dictadura y ofrecieron voluntariamente su tiempo y dinero para ayudar.
Por todo aquello que hicimos juntos, Kyiv todavía está de pie. Los ucranianos todavía controlan la mayor parte de Ucrania. Las masacres, las ejecuciones, la violencia en masa planificada por los rusos no tuvo lugar en la mayor parte de Ucrania. La leyenda del valor militar ruso fue hecha añicos. China e Irán están invadidas por una sensación de infelicidad y agitación. El mundo democrático no colapsó, sino que por el contrario se ha fortalecido. Tal como el Presidente ucraniano dijo anoche «nosotros fuímos exitosos en unir a la comunidad global para proteger la libertad y el derecho internacional». Zelenskyi vino a Washington en nombre de Ucrania, pero en verdad, somos nosotros los que debemos estar agradecidos a ellos.
Fuente: Anne Applebaum, «The Brutal Alternate World in Which the U.S. Abandoned Ukraine», The Atlantic.