La llamada histérica que insta a decir «escuchen a Donbass» este año ya se ha convertido en una expresión familiar. Es difícil averiguar quién fue el primero en decirlo, pero principalmente se asocia a los diputados del Partido de las Regiones, a Mykola Levchenko. En cualquier caso, es más probable que él, más que ningún otro diputado, repetía esa afirmación, y después de él, la tan llena de amargura, conclusión – «No quisieron escuchar a Donbass». Lo último normalmente se escuchaba después de un fail del diputado, cuando a Levchenko simplemente le echaban de cualquier reunión o de alguna mesa redonda.
En realidad, esta llamada implicaba una manipulación áspera. Bajo el Donbass, Levchenko y otros regionales, por lo general, sólo entendían la parte más reaccionaria y pro-soviética. Es decir, a si mismos, y también a algunos compañeros comunistas. Los mismos comunistas y regionales, por su parte, no hacían ningún intento de escuchar a otros residentes de Donbass, cuyas opiniones políticas estaban un poco fuera de la fórmula habitual «Ortodoxia-URSS-Yanukovich.» Es como si ese Donbass no existiera. Aunque ese Donbass decía, gritaba. Hacía lo posible para que le escuchasen.
Hoy vamos a hablar sobre él. Sobre ese Donbass, que nadie escuchó. Que nadie escuchó en el Partido de las Regiones, en el Partido Comunista, en Rusia, en Kremlin. Que nadie escuchó, finalmente, en Kiev y Bruselas, así como no proporcionaron la protección necesaria a ese Donbass.
En el campamento del Partido de las Regiones decidieron que hablar en nombre de Donbass solo pueden los así llamados, «vatniki» (pro-rusos separatistas) – maleducados, agresivos, los miembros más pobres de la población. Don Nadies, simpatizantes con las ideas de color marrón rojizo. A los demás residentes de Donbass les sacaron fuera del paréntesis. Los liberales, nacionalistas ucranianos, patriotas, demócratas, los occidentales, ateos, protestantes, fueron ignorados por tratar de expresar su opinión, y fueron sometidos a la represión más severa y también a la tortura. Aquellos que pedían que les escuchasen, estaban dispuestos a matar, sin escuchar a nadie más.
Al primero al que no oyeron fue a mi amigo Dima Cherniavskii. Fue asesinado el 13 de marzo en una manifestación en apoyo a Ucrania. Las personas que vinieron a expresar su oposición a los movimientos separatistas, fueron golpeados y disueltos por los vecinos que vivían en esas mismas calles. Dima fue apuñalado con un cuchillo entre la multitud. A los demás les golpearon con herrajes y cadenas la misma gente, que después se quejaba de no ser escuchada. Mykola Levchenko no prestó ninguna atención a la muerte de un hombre desarmado, que además murió en su ciudad natal por sus opiniones políticas. No le ha molestado nada, que a Dima y a la gente que pensaba como él, no les quisieron escuchar.
El día de la muerte de Cherniavskii comenzó esta guerra en Donbass. Es algo muy simbólico que la primera víctima fuese un patriota exactamente ucraniano. Y era de Donetsk. Ningún misionero extranjero, no era un policía, sino un civil pacífico. Los que mataron a Dima comenzaron una guerra que se ha llevado miles de vidas, y quién sabe cuántos más se va a llevar.
Después, no escucharon a Volodymyr Rybak de Gorlovka. Fue asesinado por los terroristas de Strelkov. A Rybak le mataron porque quiso poner la bandera ucraniana en el Ayuntamiento. Rybak fue miembro del consejo de la ciudad. Bueno, eso significa, que probablemente, tenía derecho a ser escuchado. Pero los buenos compatriotas ortodoxos, encabezados por los saboteadores rusos fraternales, pensaban lo contrario. Le desgarraron el estómago y le arrojado al río. Increíble pero cierto – ni Olena Bondarenko, ni Nikolay Levchenko ni Rinat Akhmetov reaccionaron de forma alguna a esta matanza caníbal. A ninguno de ellos les molestaba que el moscovita Girkin no escuchara a Donbass, ¿os imagináis?
Luego hubo otra masacre en Donetsk y Lugansk, cuando golpeaban y mataban a la gente en manifestaciones pacíficas y campañas de apoyo a Ucrania (28 de abril), cuando secuestraban a la gente, los torturaban, les cortaban con cristales rotos y les daban descargas eléctricas. Y todas esas personas afectadas eran residentes de Donetsk, con registro. Agresiva, loca, la multitud sedienta de sangre de estalinistas y los partidarios de un gran imperio no daban la posibilidad de expresar a alguien de Donetsk una posición alternativa. Le sugiero que se familiarice con una pequeña colección de fotografías que ilustran vívidamente cómo escuchaban a los residentes de Donbass los votantes del Partido de las Regiones y el Partido Comunista.
Contra los manifestantes pacíficos fueron echados los criminales armados de combate, basura del municipio. Los ciudadanos no fueron solo amenazados. Los mutilaban y les mataban enserio, porque justo ese objetivo se presentó ante las milicias en primavera – tapar la boca a Donbass, que estaba en desacuerdo con las acciones de los separatistas, que no apoyó a los estalinistas, el fascismo, etc. Así es como era Donbass, y a ese Donbass no le escuchaban. Ese Donbass confundía todas las cartas de los invasores, rompió la ilusión de la población totalmente pro-rusa, y ese Donbass fue el primero en sufrir. Más tarde, cuando el ejército y la ley intervinieron, hubo bajas en ambos bandos, pero hasta finales de abril, las únicas bajas que hubieron fueron por parte de los ucranianos. Residentes asesinados de Donbass, pedían: Escuchadnos, vivimos en Ucrania y queremos permanecer en ella, no queremos guerra, no queremos muertes, tanques en las calles, no queremos tropas rusas. Esas mismas personas se han convertido en los primeros refugiados y los primeros en huir. Se vieron obligados a abandonar Donbass en marzo, mucho antes de los combates. ¿Pero acaso alguien del Partido Comunista o Partido de las Regiones se sintió mal por ellos y trató de parar todo aquello?
El mejor ejemplo de cómo «escucharon» a Donbass y a sus habitantes – es una foto de Iryna Dougan, a la cual la humillaban y la maltrataban en Donetsk. He aquí una vívida metáfora de lo que ocurrió en el este. Una residente de Donetsk sufre palizas y humillaciones por mercenarios osetios y sus p*tas portátiles. ¿Ustedes oyeron algo de que Akhmetov o Levchenko quisieran escuchar a Iryna Dougan? ¿O actuaron con algún comentario o con condolencias? ¿O tal vez Lena Bondarenko abierió su boca gritando en la reunión parlamentaria, denunciando a las mujeres torturadas?
A las personas con la posición pro-ucraniana, los estalinistas y chovinistas nacionales rusos, que no desearon escuchar, les llamaron traidores de Donbass, fascistas, que merecían ser liquidados. ¿Pero en base a qué ha ocurrido esto? ¿Acaso tienen los «vatniki» (pro-rusos separatistas) derecho moral e histórico para declararse como «correctos» de Donbass y a los otros «incorrectos»? ¿Quién ha decidido que en el Donbass deben tener derecho a voto los chovinistas y seguidores de la secta de cadáver de Lenin, agresivos de mente estrecha y no partidarios de las democracias europeas? ¿Por qué los primeros no son traidores, y los otros – sí lo son? Para poder traicionar a los comunistas o fanáticos ortodoxos, era necesario primero tomar el juramento de lealtad a él, pero Donbass nunca hizo eso. Él no pertenece a ellos. Es igual nuestro, que suyo.
No estábamos de acuerdo con los destrozos masivos. No estábamos de acuerdo con el hecho de que un puñado de escoria y de estafadores se arrogó el derecho de hablar en nombre de todo Donbass y que comenzaron esta guerra. Nosotros somos profesores de escuelas, periodistas, programadores, abogados, mineros, estudiantes… estábamos en contra de la ocupación de Donbass por Rusia. Y somos justamente ese Donbass, al que no quisieron escuchar.
Traducido por: Yana Palatkina