Almas Muertas – Obra de Mykola Hóhol – Historia y Análisis

Mykola Hóhol nació en Ucrania, y se vislumbra en sus obras el amor por su pueblo y por sus tradiciones; incluso el cuento corto, de terror, que nombró «El Viy» ( enlace) se queda corto con su descripción de la sociedad rusa, pero ilustra de manera genial y luminosa las tradiciones y mitología de Ucrania.
Considerado el primer novelista ruso, al leer su obra, el lector percibe y distingue, de forma alternada por el orden de sus obras, la abismal diferencia entre la vida en Ucrania, rebosante de tradiciones, mitología, alegría y la vida campestre, representando personas con el alma pura festejando, temiendo, y mostrando sentimientos humanos, vivos, cuya obra máxima es «Veladas en un caserío cerca de Dikanka»; por otro lado, sus representaciones de la sociedad rusa, de San Petersburgo al principio en «La Nariz», «El Capote» o «Diario de un Loco», rebosan de escenas desagradables, de representaciones que muestran a esta sociedad como banal y vacía; y su máxima obra en este aspecto es «Almas Muertas».

Hóhol era un ser esencialmente contradictorio y enigmático en todos los aspectos de su carácter y reacciones, e incluso en sus más elementales sentimientos, hasta el punto de hacerse incomprensible. Esa dualidad fue notable sobre todo en el aspecto religioso, y a medida que avanzaba su vida iba haciéndose cada vez más evidente; en los últimos tiempos su espíritu oscilaba continuamente entre los pensamientos del diablo y de Cristo. A causa de su debilidad espiritual, llegó incluso a creer que percibía al diablo casi de un modo físico.

Su vida estuvo caracterizada por un miedo casi místico a la muerte y a tener que presentarse ante el Dios justiciero; ese sentimiento, heredado de su madre, presidió toda su vida y aumentó conforme pasaban los años. Era un miedo injustificado, una melancolía, que quizá también en cierta parte se debiera a su salud enfermiza, fortalecida a partir de los 24 años, pero no por ello superada.

Se mantenía alejado de todo el mundo y jamás confesaba por entero sus pensamientos ni sentimientos, ni tan siquiera a su madre o a sus amigos; espíritu nada abierto, reconcentrado, prefería guardar siempre para sí algún pequeño rincón, algún secreto, por simple que fuera, porque, según él, de este modo conservaba siempre la libertad, aunque quedó plasmado en su obra.

Hóhol no se limitaba a copiar la realidad; al mismo tiempo que la describía, aparecieron en sus obras numerosas escapadas hacia el mundo de la fantasía (mediante la intervención de diablos, brujos, como otros personajes, vivos) y hacia una reforma a la moral. Hóhol mismo atestigua lo evidentes que son ambos planos cuando explica la impresión que le causó a Pushkin la obra «Almas muertas» al leerla ante éste:

“Pushkin, tan aficionado a reír, a medida que yo leía se iba poniendo cada vez más sombrío, y al acabarse la lectura exclamó con desesperación: «¡Dios mío, qué triste es nuestra Rusia!». Pushkin había interpretado como amarga revelación de la realidad aquello que a primera vista aparecía como una obra caricaturesca

Entonces Hóhol sigue diciendo:

«En aquel momento me di cuenta de la importancia que podía tener todo cuanto saliera directamente del alma, y, en general, todo cuanto poseyera una verdad interior”.

Hóhol acababa de ver la superioridad de lo real, y advirtiendo que esto obliga al escritor a esforzarse más, exclama:

«Cuanto más común es un objeto, más por encima de él debe hallarse el artista a fin de conseguir de él lo no-común, para que esto llegue a ser verdad completa”.

Al principio tal vez resaltó más el aspecto romántico, pudiéndose decir que casi entró en la literatura como un típico romántico; pero no por ello sus primeras obras dejaron de ser auténticamente realistas; cuanto más avanzaba en su carrera literaria, más iba destacándose este segundo aspecto, y así Hóhol llegó a convertirse en director del nuevo movimiento novelístico, hasta que el realismo cristalizó definitivamente.

Hóhol acentuó el interés de la literatura por el hombre, y concretamente por el hombre en el ambiente ruso. En sus obras hizo gala de un gran espíritu de observación, de una gran capacidad para penetrar en la mente y en el alma humanas, pero al mismo tiempo no quiso liberarse de algunos elementos característicos del romanticismo. Esto hizo que unos le consideren como romántico y otros como realista, e incluso yendo más allá, llevando todo esto al campo de la vida político-social, hizo que los primeros le consideraran conservador y otros como liberal.

Si recorremos todas sus obras, vemos que en la primera, las Veladas en la granja de Dikanka, son totalmente realistas las descripciones de los tipos, de la naturaleza, y el estilo en que están escritas, mientras, como acabamos de decir, intervienen numerosos elementos fantásticos, siéndolo también incluso el tema de alguno de estos relatos. De aquí que los estudiosos lo denominen «realismo fantásrico». En los siguientes cuentos, Mirgorod, en los que se incluye Taras Bulba, una corta novela, aparecen no sólo elementos épicos y líricos en abundancia, sino que los temas están basados en la vida real y en la historia. En Arabescos, Las memorias de un loco y El retrato, aparece también el elemento fantástico. Su comedia «El inspector general» es una sátira contra la corrupción burocrática y la sordidez de la vida de provincias, y, como tal, está basada en la realidad, viéndose aquí el predominio de ésta. En adelante ambos elementos van alternando hasta llegar a «Almas muertas» (concebida más tarde como la primera parte de una trilogía que habría de «regenerar a Rusia»), en que, a pesar de que el mismo Hóhol había afirmado que su propósito era pintar una caricatura, y que todo cuanto había escrito sólo era fruto de su imaginación, da la impresión de que no pretendió otra cosa que ofrecer una pintura realista y verdadera de la vida rusa. No cabe duda de que la realidad fue el último fin de su arte; en la reproducción de esa realidad la imaginación juega un papel básico; de ella se sirvió Hóhol, así como de esa fantasía creadora que le acerca a los románticos.

La novela que hoy conocemos como «Almas Muertas» fue escrita por Hohol realmente como «Poema», y el título era «Las aventuras de Chichikov», con «Almas muertas» como subtítulo.

Inició la escritura de la primera parte en 1835 y la obra publicada en 1842. La denominación de «poema» era algo muy frecuente en aquellos tiempos. Hóhol consideraba que lo que había escrito hasta aquel momento carecía de valor, y se propuso trabajar en serio. Su poesía resultó ser luego la más verdadera, la más cómica y la más cruel de todas sus obras.

Su argumento es muy sencillo; dotado de un gran poder de transformación, triunfa al detallar siempre lo pequeño, lo absurdo, enreda y desenreda los caracteres, y, en consecuencia, apenas si hay acción. En Almas muertas, cuyo tema se lo proporcionó Pushkin, se relatan las aventuras de Chichikov, un personaje procedente de la nobleza, aunque de origen un tanto oscuro, que después de pasar por la experiencia de ser funcionario, de formar parte de una comisión de obras, de trabajar en Aduanas y de haber intentado repetidas veces enriquecerse, fracasando siempre tras conseguirlo por descubrirse todo, organiza un plan que está seguro no le ha de fallar para lograr hacer fortuna. Y como hace Hóhol en obras anteriores, nos presenta la situación en primer lugar, y en el capítulo final nos describe al protagonista y nos explica el porqué es asi.

Mediante la compra de siervos muertos después del último censo (aquellos censos se llevaban a cabo cada diez años) y que aún figuran como vivos en los registros a efectos de impuestos, conseguirá que el Estado le facilite tierras, e incluso obtener dinero, como anota en el capítulo XI:

Busco los guantes y los tengo en el bolsillo. Imaginemos que adquiero todos esos que han fallecido antes de que sea presentada la nueva relación en el Registro; imaginemos que adquiero mil y que el Consejo de Tutela me entrega doscientos rublos por cada uno. ¡Resultará un capital de doscientos mil rublos!

Hay que hacer notar que la expresión “almas muertas” era utilizada comúnmente para designar a los siervos de la gleba que habían fallecido después de cada uno de los censos, los que se realizaban cada diez años. A esos siervos se les llamaba «almas» y todavía figuraban en los registros como vivos.

Por supuesto que se trata de una especie de fraude, es decir, un fraude legal, ya que estas tierras son facilitadas a quien posea cierto número de siervos, y Chichikov, para poder demostrar que está en posesión de ese número, compra siervos fallecidos a un precio mucho más reducido, haciéndolos pasar por vivos a fin de transferirlos, en el papel, a dichas tierras.

Pero aquí, y en la obra completa, y comenzando y finalizando con Chichikov, el protagonista, Hóhol plasma la falta de moral de la sociedad rusa, de la sociedad esclavizante y que considera a los siervos como «cosas», como bienes que es posible vender, comprar o hipotecar incluso; pero que «no se está haciendo nada malo»:

¿Quién de entre vosotros, impulsado por la humildad cristiana, se ha preguntado en silencio, sin palabras, en los momentos de conversación consigo mismo, profundizando en vuestra propia alma, si tiene algo de Chichikov?
…..
Todo lo más me he limitado a tomar lo que sobraba, a tomar allí donde otro cualquiera habría tomado. De no haberme aprovechado yo, se habría aprovechado otro cualquiera. ¿Por qué unos prosperan y yo tengo que quedarme en gusano? ¿Qué soy ahora? ¿Para qué sirvo?

Volviendo a la trama: con ese propósito Chichikov va recorriendo diversas provincias rusas (ya no sólo San Petersburgo, como obras previas) y trabando relaciones con toda clase, de terratenientes, muchos de los cuales, ignorando las verdaderas intenciones de Chichikov, le ceden o le venden a bajo precio esos siervos muertos a causa de enfermedades que han asolado la comarca, con lo que se libran al mismo tiempo de pagar las cargas fiscales.

De este modo Hóhol ofrece un cuadro de muchos aspectos de la vida rusa, y hace desfilar por la obra un gran número de personajes verdaderamente típicos, situados en los medios más diversos; es un cuadro realista visto, sin embargo, a través de un prisma caricaturesco.

Representa los típicos «humores» que se estudian en psicobiología, no sólo de la sociedad rusa, sino de la humanidad: Sobakevich, el hombre fuerte, callado, preocupado por la economía, cuadrado y que equipara con el temperamento y físico de un oso; Manilov es el tonto sentimentalista, de labios fruncidos; la señora Korobochka es la viuda tonta, que desconfía por de cosas no muy inteligentes, mientras no nota las intenciones importantes, ocultas; Nozdryov es el bully, el tramposo, con modales de rufián; Plyushkin, es el que ha caído en miseria, que se he ha apartado de todo, al que Hóhol coloca una nota de tragedia, el hombre arruinado en su «humor», que trasciende la poshlost, que en su profunda degradación no es complaciente sino miserable, con una grandeza trágica, y cuya descripción de su jardín fue alabada por Nabokov como «el pinnáculo del arte de Hohol».
E incluso incluye al arquetipo de otras nacionalidades, como hace referencia al alemán, en comparación con el ruso, en varias ocasiones:

En resumen, demostró una paciencia comparada con la cual no es nada la paciencia de leño del alemán….

(cap XI)

Antes de su publicación, este «poema» pasó por diversas dificultades; el autor envió el manuscrito a un censor llamado Sneguiriov, profesor de la Universidad de Moscú, a quien consideraba más inteligente que a sus colegas; probablemente temía que la censura pusiera reparos a una obra como aquélla, sobre todo teniendo en cuenta lo sucedido con «El inspector general». Sneguiriov aclaró que estaba dispuesto a conceder el permiso de publicación sólo a condición de que hiciera algunos pequeños cambios, y Hóhol se mostró satisfecho. No obstante, después surgieron problemas, puesto que el presidente del comité de censura de Moscú interpretó de otro modo el título de «Almas muertas», en el sentido de que no eran inmortales, y no sólo mostró indignación por esto, sino que cuando lograron convencerlo del auténtico sentido de la frase, declaró que se trataba de un ataque contra la institución de la servidumbre.

Otros, en cambio, constataron que la empresa llevada a cabo por el protagonista era una pura estafa, a lo que Sneguiriov replicó que, si bien era así, el autor no justificaba su conducta; entonces alegaron sus oponentes que tal vez habría alguien que se atrevería a imitarlo. A otros les pareció inmoral que por seres humanos se pagara la irrisoria cantidad de dos rublos y medio como máximo, replicando Sneguiriov, siempre en defensa de Hóhol, que no había que olvidar que aquellos seres eran “almas muertas», no vivos. Y por último hubo quien en la figura del terrateniente arruinado, que a pesar de ello se hizo construir una magnífica casa en Moscú, pretendió ver al zar, que acababa de edificar allí un palacio. Por todo esto decidieron, finalmente, no conceder la autorización para publicar la obra, y Hóhol probó en San Petersburgo, adonde envió el manuscrito y en donde sí consiguió al fin la autorización, y Almas muertas fue publicada mayo de 1842.

Hóhol, al iniciar su “poema», tenía la intención de presentar al publico una caricatura de la vida rusa, presentar al hombre ruso con todas sus virtudes y sus defectos. No llevaba ningún propósito de reforma, y es probable que al comenzar a escribir no le diera gran importancia a su obra. Sin un plan preconcebido, se abandonó a la fantasía y no previó las dificultades que se le podrían presentar, ni el alcance de su obra. Sin embargo, apareció Pushkin, su amigo y protector, y le leyó los primeros capítulos de la nueva obra. La reacción del amigo sorprendió al autor, y entonces vió cada vez con mayor claridad y adviertió el significado y la importancia que iba tener su libro.

Decidió, según sus propias palabras, “endulzar la impresión penosa que podía causar Almas muertas”. Llegó un momento en que, tras una interrupción, al reanudarla y leer lo que había escrito, él mismo se asustó, llegando a afirmar que si alguien hubiera visto los monstruos que había pintado, habría sentido terror. Y no es de extrañar que así fuera, teniendo en cuenta cómo es la versión «suavizada».

Dos años después de iniciarla, dijo:

«Si llego a escribir este libro como es preciso que sea escrito, entonces… ¡Qué tema original, inmenso! ¡Qué diversidad en esta masa! Toda Rusia aparecerá en mi poema. Será mi primera obra pasable, la obra que salvará mi nombre del olvido.»

Y poco más tarde escribió a un amigo:

«Mi obra será inmensa y todavía no veo su fin. Numerosas gentes se dirigirán contra mí, tendré contra mí clases enteras. Pero, ¡qué puedo hacer! Mi destino es batallar contra mis contemporáneos.

¡Paciencia! Una mano invisible, pero poderosa, escribe misteriosamente bajo mis ojos. Sé que mi nombre será más feliz que yo mismo. Quizá los descendientes de mis compatriotas, con lágrimas en los ojos, se reconciliarán con mi nombre”.

.

Y de hecho, así fue, como si Hóhol lo estuviera presintiendo.
Almas muertas es, de todas las obras de Hóhol, la más realista, si bien esta realidad está presentada de un modo grotesco, como una caricatura. Hóhol tiende aquí a la exageración, pero ello no significa en modo alguno que no represente los tipos y las cosas tal como son.

En Las aventuras de Chichikov aparecen innumerables personajes de todas las clases sociales y profesiones, colocados todos y cada uno en el medio que les corresponde; esto permite a Hóhol presentarnos un cuadro completo de todos los ambientes rusos, a la vez que a nosotros conocerlo. Terratenientes, nobles y aristócratas, gobernadores, militares, funcionarios, campesinos, aparecen en la obra, cada uno en su medio social. Son muchos los terratenientes con quienes Chichikov se relacionó mientras iba en busca de las «almas muertas»; todos ellos aparecen con las características propias de los propietarios de la época: grandes bebedores en general, buenos comedores (son muy notables sus comidas, en las que abundan toda clase de manjares y en gran cantidad), ambos menesteres, comer y beber, en los que a menudo dilapidan una considerable fortuna; arruinados, con sus propiedades hipotecadas, no sólo a causa de sus caprichos y continuos derroches, sino también por su imprevisión y la incapacidad de dirigir una hacienda; extremadamente vagos, que nunca se molestan en lo más mínimo, a excepción de Konstantin Kostanzhoglo, que sabe llevar las riendas de su hacienda con sumo acierto; excéntricos, cualidad que queda perfectamente retratada en Nozdriov, así como en el coronel Koshkariov y en Jlobnev, y que era muy normal en aquella época, de modo que no resulta nada extraño que a Nozdriov se le ocurra ordenar a sus criados que azoten a Chichikov por la simple razón de que éste se niega a proseguir una partida de damas en la que aquél hacía trampas.

Todas estas características se daban en los terratenientes y en los nobles del momento.

De igual manera desfilaron también por el «poema» los campesinos, aunque ninguno de ellos sea una figura principal de la obra. Esta es una de las novelas en que mejor se describe el ambiente y la vida de los siervos campesinos, las condiciones en que se hallan según sea su amo, aunque en general, menos los que pertenecen a Kostanzhoglo, suelen vivir en condiciones ínfimas, especialmente los que pertenecen a un señor arruinado, como es el caso de Jlobnev.

En el capítulo V menciona lo que la clase media y alta de la Rusia imperial pensaban en ese entonces sobre campesinos y siervos en general:

—No obstante pensará usted como yo que tampoco son personas.
…..
Por otra parte, ¿qué decir de los que aún están vivos? ¿Qué es esa gente? Son moscas, no seres humanos.

Y en el VI describe un poco los impuestos que pagaban:

Al mismo tiempo la hacienda rendía los mismos beneficios de antes: el campesino tenía que pagar iguales cargas, cada mujer debía traer tal cantidad de nueces y almendras, la tejedora estaba obligada a entregar tanto lienzo.

Pero quizá lo que mejor retrata el escritor es la ciudad, la atmósfera de capital de provincia, con sus calles, sus fiestas, sus comilonas, sus chismes y sobre todo el mundillo de los funcionarios, ya descrito anteriormente en El inspector general y en El capote, y tal vez el más conocido de Hóhol, por haber sido funcionario público en San Petersburgo; en ellos se ve ese servilismo y adulación, el afán de enriquecerse, los sobornos, tan peculiares entonces; asimismo se habla de las oficinas, en general sucias y repugnantes. (Ver enlace a análisis de «La Nariz»)

Otro aspecto que aparece en su libro es la educación; no sólo nos narra la manera en que fue educado Chichikov, sino que en determinado momento nos habla de la educación recibida por la señora de Manilov en el pensionado, en el que se enseña, como en todos, piano, francés y economía doméstica. Es importante notar que Hóhol no identifica la ciudad que retrata, llamándola simplemente ciudad de N, como ahora diríamos «Una ciudad X», es decir, cualquier ciudad dentro del imperio.

Pero esto no es todo; Hóhol se introduce a menudo en la novela, habla él directamente al lector, como cuando le aconseja que tenga paciencia para leer el relato, añadiendo después que es muy aficionado a los detalles y a la minuciosidad: en otras ocasiones expone sus ideas acerca de la observación requerida para retratar con fidelidad a los personajes, incluso en cierto momento habla brevemente de sí mismo. A menudo expone sus opiniones, como al hablar de los escritores y de la suerte que corren; también son frecuentes sus alusiones al idioma (no olvidemos que éste preocupaba en extremo a Hóhol) y a la costumbre de la nobleza rusa de valerse del francés para expresarse; a este respecto es muy significativo el párrafo que sigue:

«Con el fin de ennoblecer todavía más el idioma ruso, en la conversación se había prescindido de la mitad aproximadamente de las palabras, razón por la que muy a menudo se recurría al francés; por el contrario, cuando hablaban en francés era otra cosa: entonces estaban permitidas palabras mucho más fuertes que las mencionadas anteriormente.»

Satirizando, más adelante,

«la lamentable costumbre de nuestra alta sociedad, que se expresa en ese idioma a todas las horas del día, claro es que movido por un hondo sentimiento de amor a la patria, y hasta critica el afán que les lleva a imitar a los franceses incluso en el baile, cuando el baile no cuadra con el espíritu ruso.

Es curioso notar que en algunas ocasiones Hóhol defiende en su obra a Rusia, a la patria. En parte por evitar la censura. Pero también porque numerosos escritores de la época sentían un enorme amor por su tierra natal, al mismo tiempo que, paradójicamente, hablaban mal de ella y a veces la llenaban de insultos y agravios, o bien huían de ella; Hóhol estuvo bastante tiempo en el extranjero, y se hallaba en Italia cuando escribió lo que sigue, casi al final de Almas muertas, en un arrebato de amor patriótico: “¡Rusia! ¡Rusia! Te veo, te veo desde este portento que es mi maravillosa lejanía. Te veo pobre, dispersa, poco acogedora. No alegran ni asustan a la mirada los atrevidos prodigios de la naturaleza… No se levanta la cabeza para contemplar los peñascos que se levantan sin fin sobre ella. No deslumbra la luz a través de los oscuros arcos… No brillan a través de ellos, a lo lejos, las eternas líneas de las montañas resplandecientes…”

Sale después en defensa de su «patria» reprochando a sus lectores el mostrarse contrarios respecto a conocer la verdad de su país, la realidad, la «miseria humana al descubierto», quienes le acusan por ello llamándose a sí mismos patriotas, patriotas “que permanecen tranquilos en sus rincones, se dedican a asuntos completamente ajenos y amasan un capitalito, arreglando sus asuntos a expensas de los demás. Pero en cuanto se produce algo que ellos consideran ofensivo para la patria, cuando aparece un libro en el que se dicen amargas verdades, salen de sus rincones como arañas que vieron una mosca enredada en la tela, y empiezan sus gritos»…

Narra a continuación un breve cuento defendiendo su punto de vista, «para contestar modestamente a las acusaciones de ciertos fogosos patriotas, que hasta ahora se ocupaban tranquilamente en alguna cuestión filosófica o de incrementar su hacienda a expensas de esa patria que tan tiernamente aman; no piensan en no hacer nada malo, sino únicamente en que no se diga que hacen cosas malas». E inmediatamente les reprocha su cobardía por no pararse a pensar, por no atreverse a mirar el fondo de las cosas, acusándoles a su vez de que lo que les mueve a sus reproches no es el patriotismo, ni tan siquiera ningún otro sentimiento puro.

Hace notar la corrupción que impera en Rusia:

Chichikov sacó un billete de su bolsillo y lo colocó ante Iván Antonovich quien, como quien no ve la operación, puso con toda rapidez un libro sobre él. Chichikov quería que se diera cuenta de la presencia del billete, pero Iván Antonovich le indicó mediante un movimiento de cabeza que no era preciso.

Y también, como hace en los cuentos cortos en los que «alaba» al imperio, muestra su patética realidad de forma muy sutil:

Esos troncos se levantaban y se hundían, como si se tratara del teclado de un piano, y el viajero que no se preparaba convenientemente recibía un cardenal en el cogote o un chichón en la frente, o con sus propios dientes se mordía la punta de su propia lengua.

El subtítulo de la obra, «Almas Muertas», fue dado por el autor en referencia a los campesinos muertos que compraba Chichikov para sus objetivos personales, pero Hóhol iba más allá, pues las verdaderas «almas muertas» eran realmente los terratenientes vivos.

Las aventuras de Chichikov se ha convertido en el poema de la vulgaridad, un poema en el que todos sus personajes son terriblemente vulgares, «almas muertas».

Al comenzar su carrera literaria, Hóhol dotó a sus obras de seres libres, «almas vivas», hasta que en uno de los relatos de Mirgorod, en el cuento Viy, aparece Jomá Brutt, un muchacho arrastrado por una fatalidad interior que no le deja moverse libremente, que no le permite luchar contra esas fuerzas poderosas que le atacan, y al fin cae vencido. Jomá es un ser encadenado, y la línea iniciada por él fue continuada por los personajes de «Las aventuras de Chichikov», todos ellos «almas muertas», seres también encadenados, los seres que pueblan el mundo, en fin, todos nosotros.(Enlace a análisis de Viy). Por ello el libro suscitó tan encontradas oposiciones, y por ello el mismo Hóhol dijo:

«Si ha asustado a Rusia y ha producido tal alboroto, no es porque ha revelado sus llagas, sus enfermedades, o porque haya mostrado el vicio triunfante y la inocencia perseguida. ¡Nada de esto! Mis héroes no son del todo criminales… Pero lo que asustó al público es la vulgaridad general, el hecho de que mis héroes son todos tan vulgares el uno como el otro, que el desgraciado lector no encuentra la menor imagen consoladora, la menor ocasión de reposar un momento y de respirar a sus anchas, de suerte que cuando se termina el libro se tiene la impresión de salir de una cueva. Se me habría perdonado con gusto si hubiera mostrado algún monstruo pintoresco, pero no me han podido perdonar la vulgaridad. El lector ruso ha tenido horror de su nada, más que de sus defectos y de sus vicios.”

Esos muertos a través de los vivos que nos presenta Hóhol son los rostros de la vulgaridad humana, y esa vulgaridad es en «Las aventuras de Chichikov» donde queda expresada con mayor fuerza.

En todo el libro sólo hay un personaje que se mantiene alejado de la vulgaridad general: el avaro Pliushkin, el único que es «algo», en contraposición con los demás, que son «nada”, aunque al mismo tiempo lo son «todo»; es decir, si por un lado no se distinguen en nada de la inmensa multitud de seres que pueblan el universo, por otra son poderosas individualidades a las que sólo se puede designar, por su nombre, hasta el punto de que estos héroes se convirtieron en nombres alegóricos, y no sólo son personajes típicamente nacionales, sino que llegan a convertirse en tipos universales. Todo lo que en ellos pueda haber de grandioso, que les haga típicos, se encuentra precisamente en su mediocridad, ninguno de ellos posee rasgo alguno que le caracterice, algún rasgo dominante, una pasión, un vicio o sentimiento que le distinga de los demás personajes; sólo Pliushkin, a quien le domina su avaricia. Los demás son seres mediocres, «muertos vivos», cadáveres, que no poseen ninguna característica particular, pero que todos ellos son arrastrados por algo que llevan en su interior, algo que mina las fuerzas de su alma y que no les permite dejar de ser como son, transformarse. Son seres limitados incluso en su bajeza, y que de la vida no tienen más que la apariencia.

Viendo Hóhol el alcance de su obra, pensó que la primera parte fuera equiparable con un «Inferno» moderno, haciendo referencia a «La Divina comedia». Una representación literaria que abarca el decadente y enfermizo sistema social de Rusia luego de la fracasada invasión francesa.

Pero, a diferencia de sus cuentos cortos, la obra «Almas muertas» pretendió en algún momento ofrecer soluciones, en vez de simplemente hacer notar los problemas.
Cuando Hóhol concluyó la primera parte, se dio cuenta de que no había retratado en su obra más que un aspecto de Rusia, de que sólo aparecía en ella el aspecto negativo. Vio que lo único que había retratado eran «almas muertas”, cadáveres, y pensó en resucitar esos cadáveres, en hacer que tomaran conciencia de su vulgaridad y nacieran de nuevo.

Todos eran tipos negativos inmersos en un panorama de tal suciedad moral, entre tales miserias y angustias, que a pesar de haber «suavizado» la obra, a pesar de los fragmentos líricos y de presentarlo todo como una caricatura, Hóhol vio que de este modo había presentado involuntariamente un cuadro tendencioso de la realidad. Entonces la primera parte paró siendo una violenta solicitud contra la inmoralidad y la corrupción de la vida social rusa.

A medida que avanzó en su obra, Hóhol vió cada vez más claro, y decidió que el primer volumen sería, según decía él, como el vestíbulo de ese enorme palacio que tenía intención de edificar y que veía ya en su imaginación. Pero él había concebido una idea distinta de lo que reclamaba su público. Este quería que se continuara la obra, pero del mismo modo que la primera, como una caricatura, y Hóhol no podía hacerlo. Hóhol tomaba en serio su obra, y se resistía a valerse en adelante de su vena cómica. Pensó que Almas muertas era como la historia de él mismo, él, que en cierto aspecto era también un «alma muerta». Por ello pensó también que para continuar la obra por el camino que quería, era imporrante antes conocerse a sí mismo, perfeccionarse, y por ello también, tras haberse publicado la primera parte, quiso enterarse de cuáles habían sido las reacciones del público, de lo que decían los críticos, porque esto le ayudaría a conocerse y, al mismo tiempo, a conocer mejor el estado de las almas rusas.

Se halló entonces convencido de cuál era su misión; creyó que el arte debía reconciliar a los hombres con la realidad, y para esto le fue preciso resucitar a sus muertos, aunque antes debía resucitar él mismo. Hóhol en esta época estaba imbuido de ideas religiosas; esa obsesión que le persiguió toda su vida se hizo ahora más fuerte, se dieron en él frecuentes crisis morales. Estaba convencido de que su obra estaba destinada a regenerar a Rusia, y en adelante es esa idea la que le dominaba al proseguirla. Pero en Hóhol había existido siempre un enfrentamiento entre el hombre y el artista, creía que su impotencia artística estaba originada por su imperfección moral. Entonces, para llevar a cabo la segunda parte de Las aventuras de Chichikov, en la que iba a hacer resucitar a los muertos, en la que éstos podrían llegar a la virtud, era necesario que él mismo se perfeccionara; si él no es mejor, no podrá hablar de un hombre virtuoso.

Así, pues, inició la segunda parte cuando aún no había concluido la primera (en 1840); en ella estudió caracteres más profundos, en ella intervinieron todas las clases sociales. Si hasta entonces sólo había retratado lo malo de Rusia, en adelante pintaría también lo bueno; en Rusia, como en otros países o incluso quizá más, según él, hay muchos seres generosos y nobles, no sólo miserables y gentes mediocres. Si hasta entonces en su obra aparecía únicamente la mediocridad, ahora quería pintar al hombre en sus más diversas facetas, mostrándole en toda su diversidad; no sólo al hombre generoso, sino al hombre que renace, por vil y bajo que sea; todo ser humano, toda «alma muerta», todo cadáver es capaz de resucitar.

No lo logró.

Hóhol no consiguió llevar a cabo su empresa; a pesar de su convicción de que perfeccionándose él mismo llegar a la perfección artística, cada vez le era más difícil al artista hacerse obedecer; de sus manos surgían personajes que resultaban cómicos, aunque se había propuesto lo contrario; la virtud de esos personajes (como el terrateniente Kostanzhoglo, el contratista Murazov o el gobernador) no inspiraba más que disgusto. Se veía en ellos claramente que el autor fundaba la prosperidad material del ser humano en su perfeccionamiento interior.

Al darse cuenta el autor de la debilidad de esos bosquejos, quemó el manuscrito de la segunda parte, en 1843, y más tarde, en 1845, lo volvió a quemar, descontento de su trabajo. Vió que para resucitar es necesario antes morir, y en 1846 emprendió de nuevo otra segunda parte, pero concebida de un modo distinto; pensó que su obra tuviera tres partes, a semejanza de La divina comedia de Dante; la primera habría sido como el Infierno, en ella había presentado todo lo malo de Rusia y sus habitantes, esos seres que sin darse cuenta se debaten entre las garras del diablo; la segunda representaría el Purgatorio, sería el tránsito hacia la purificación de los personajes, mostraría su arrepentimiento y sus sufrimientos en la expiación de sus culpas; y la tercera, en suma, equivaldría a la Gloria, y en ella aparecería el hombre ya resucitado, el hombre auténticamente vivo.
Sin embargo, aquí también fracasó en sus intenciones; presentó almas virtuosas, sí, pero que todavía seguían “muertas»; no vio que para resucitar no basta convertirse en un ser virtuoso y bueno; sus héroes permanecían aquí tan muertos, tan vulgares como en la primera parte. Cada vez más preocupado y más sumergido en sus inquietudes religiosas, frecuentaba a un sacerdote que intentaba convencerle de que la literatura sólo es obra del diablo; el escritor no le creía pues, por el contrario, pensaba que con ella se puede hacer mucho bien.

Pero llegó un momento en que se dejó arrastrar por la convicción del sacerdote, y un día, al levantarse, ordenó a su criado que arrojara el manuscrito al fuego. Inmediatamente mandó llamar al conde Tolstoi, y le dijo:

«¡Ved lo que he hecho! ¡Qué poderoso es el diablo! ¡He aquí a qué me ha empujado!»

Tolstoi intentó consolarle, pero para Hóhol ya no hubo remedio; destruida su obra, se consumió lentamente y falleció a los pocos días.

Según el testimonio de los que leyeron aquella segunda parte, era una obra admirable.

Por estúpido que sea lo que dice el necio, en ocasiones es más que suficiente para confundir al hombre inteligente.(Capítulo VIII)

Mijail Bulgakov adaptó la novela para el escenario en una producción para el Teatro de Arte de Moscú. Fue dirigida por Constantin Stanislavski y se estrenó el 28 de noviembre de 1932.

Fue la base también para una ópera compuesta por Rodion Shchedrin, ruso, en 1976. En esta obra el compositor captura la personalidad de los diferentes personajes con los que Chichikov tuvo relación, en episodios musicales aislados, intentando evocar la personalidad de cada uno por medio de un estilo musical diferente.

La novela fue adaptada liego para la pantalle en 1984 por Mijail Schweitzer en forma de una miniserie para la televisión, de nombre «Almas Muertas».

En 2006 fue dramatizada para la radio en dos partes y transmitida por la BBC en Radio 4.


Enlaces a la obra

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Enlace a capítulos 3 y 4

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Enlace a capítulos 7 y 8

Enlace a capítulos 9 y 10

Enlace a capítulo 11


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Publicado por Ucrania Fantástica

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Un comentario en “Almas Muertas – Obra de Mykola Hóhol – Historia y Análisis

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