Symonenko. Girasoles. Estación.

La Navidad estaba casi aquí. Todo lo apuntaba: el clima era terriblemente frío y nevado, los villancicos provenían de todas partes (incluso cuando vas en el tranvía) y este extraño estado de ánimo, que quiere la reunificación con la familia. Me vestí una ropa decente para complacer a mis abuelitos, con quienes tenía que estar en las vacaciones. Moralmente me preparé para oír la frase una y otra vez «¡Como has cambiado!» y fui con mi familia por la carretera. En una hora, ya había puesto la mesa en la casa de mi abuela y probé varenyky y kutiá.

Estábamos visitando a todos los familiares, mi estómago sintió que iba a explotar, pero había otro punto en nuestra lista: la cena con la abuela paterna. No podíamos faltarla, por eso mi madre, padre, hermano y yo, nos acercamos a su casa. Entramos. Nos quitamos los abrigos. Nos saludamos con todos. Intercambiamos los regalos. Sin embargo, no habíamos sido capaces de comer algo más. No sentía ningún deseo de comunicarme con los familiares, porque, da igual como lo intentas, es difícil encontrar un lenguaje común con el abuelo que es cuatro veces mayor que tu.

De repente, ¡oí villancicos! Corrí para abrir y vi un rayo del sol entre la oscuridad de la noche de invierno – mi prima Jrystyna. Siempre la quise y esperaba la oportunidad de hablar con ella. Era mayor, pero esa diferencia de edad no era tan notable, y me encantaba escuchar nuevas experiencias de la vida a través de sus historias. El hecho de que mi prima no vino sola, sino con su querido Ivan, me recordó, que durante mucho tiempo, he querido descubrir los detalles de cómo se habían conocido.

Con una pregunta simple «¿Y cómo comenzó todo?» escuché una historia romántica y trágica, que me enseñó, que nada sucede en vano y me impresionó por la forma en que todo se desarrolló. La guerra en el Este de Ucrania no solo destruyó miles de destinos, sino también fue capaz de construir, al menos, uno nuevo. Jrystia empezaba a contar la historia pero Iván seguían contando, yo, en cambio, escuchaba sin interrumpir.

 – «Una noche de julio, que no se diferenciaba de alguna otra, hace unos 5 años, comencé a recibir unas notificaciones en los redes sociales, que un chico bajo el seudónimo de «Ivan Petroviych» ponía » likes» en mis publicaciones y en mis fotos».

– «En ese momento»,- continuó Ivan – «estuve en el Este de Ucrania ( ATO) y estaba viendo las redes sociales. Fue entonces cuando noté que entre el caos informativo, (se refería a la guerra) una chica, no familiar, comenzó a difundir la poesía, que también me encantaba».

– «Por alguna razón, Ivan Petrovyich decidió que tenía que comenzar nuestro diálogo mandándome una foto de Vasyl Symonenko». – sigue Jrystia. «Fue en ese momento muy amable y alegre, que me atrajo. En realidad, desde entonces comenzó nuestra comunicación a diario. Nuestra relación se originó en unas circunstancias tan inusuales y, en esencia, no teníamos todo lo que tiene una pareja ordinaria: no paseábamos por el parque con un helado, no teníamos citas ordinarias, no tuvimos muchos reuniones en general, porque había una gran distancia y las circunstancias eran difíciles».

– «Nuestra comunicación se ha convertido en un cúpula protectora para mí, me protegió de todo mal. De hecho, las conversaciones se habían convertido en un ritual que tenía pasar cada día. Incluso cuando no duermes durante las 24 horas del día, encuentras unos minutos para escribirla algo o llamarla.»

– «Deseábamos vernos, tener nuestras primeras citas. Cuando Ivan logró volver, sólo necesité tres días y un beso para entender: seríamos inseparables.»

– «Nuestra tercera cita ocurrió en un parque Stryiskyy de Lviv, un día antes de que tuviera que volver a luchar al Este. Decidí aprovechar el momento para ofrecer a Jrystia ser novios, y añadí, que era posible, que no volvería pero que me hubiera gustado tener una persona en Lviv, que me esperara.»

– «Era difícil. Difícil entender que cualquiera conversación telefónica con Ivan pudiera ser la última. Por lo tanto, aceptamos el hecho (triste, injusto, cruel, pero real) que la guerra es igual a la muerte. Vivíamos sólo durante un breve momento: conversaciones nocturnas, entre noticias alarmantes, separados cientos de kilómetros. Nos alegrábamos con la posibilidad de  intercambiar un mensaje. Le conseguí enviar unas semillas de girasol (pipas) y barras energéticas. Por su lado, Ivan me consiguió, a través de sus amigos de Lviv, discos «Odyn v kanoe» y dulces. Así que, en cierta medida, fuimos una pareja ordinaria, con lo típico de los novios: regalos, dulces y citas (cada pocos meses).

– «Nuestras citas eran muy irregulares. Sabía que nuestra próxima cita sucedería después de un período de tiempo muy grande y quería traerle algo especial para Jrystyna. Cerca de nuestro blindaje, sorprendentemente, crecieron algunos girasoles y, dado que ésta es una flor bastante simbólica, por ese momento, me di cuenta de que ese girasol sería el primer ramo que regalaría a mi querida. Tenía que secarlo, guardarlo entre las páginas de mis libros, y decorarlo con varias flores secas, que encontré por otra zona de ATO.»

– «Todavía guardamos ese bonito ramo. Lo tengo como mi tesoro más valioso y siempre cuando me miro en el espejo (este ramo está colgado alrededor del espejo), veo esa flor de girasol y entiendo que es un símbolo de nuestro amor. Esta flor ha sobrevivido mucho y simboliza una prueba difícil que hemos pasado. Mirando a ese ramo, sé que nuestro amor podría vencer todo.»

¡Mi canción de canciones!

                                ¡Mi eterno jardín sin noviembre!

Abres tu polo. No demolen la corriente.

Superando la nieve. Todo se quedará, lindo, detrás.

«FRAM» significa «adelante».

                                Y en el horizonte lo haré.

-Lina Kostenko-

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