‘De mi boca sale una intachable y varonil verdad’. Lo que aprendí viendo durante una semana la televisión rusa

Gary Shteyngart en el hotel Four Seasons en Nueva York, donde vio la televisión rusa durante siete días. Sasha Rudensky para The New York Times
Gary Shteyngart en el hotel Four Seasons en Nueva York, donde vio la televisión rusa durante siete días.
Sasha Rudensky para The New York Times

En una fría, soleada víspera de Año Nuevo de 2014, estoy sentado en el borde de mi cama king-size en el hotel Four Seasons en Nueva York, comiendo carne de Wagyu y acabando con una botella de pinot noir mientras veo una mujer imitando a un hombre imitar a una mujer barbuda en la televisión estatal rusa.

De pie en un escenario iluminado por brillantes candelabros ante una audiencia de celebridades de la élite de Rusia, la parodista Elena Vorobei canta al son de «I Will Survive» de Gloria Gaynor , en una ruda imitación de Conchita Wurst, la drag queen austriaca que ganó Eurovisión 2014. Vorobei lleva puesto un vestido brillante, guiñando un ojo con picardia, rascándose el rostro barbudo y meneando su brillante peluca. «Tengo la barba!» grita. En un momento lanza un saludo hitleriano, un gesto que intenta evocar a Austria, la patria de Conchita. La cámara recorre el público que se ríe, parando un momento en un conocido actor-cantante-escritor-culturista y luego en uno de los maestros de ceremonias del show, el rey del pop ruso, el también barbudo Philipp Kirkorov (ampliamente visto como gay). Los hombres, la mayoría bronceados, en traje de corte estrecho, sonríen con alegría incontenida. Las enjoyadas mujeres de apretados vestidos, sonríen complacidas. Todo el mundo asiente y aplaude.

Con la excepción de la pesca, el fútbol y la Iglesia ortodoxa, pocas cosas se toman más en serio en Rusia que Eurovisión. De hecho, gran parte de los abigarrados espectáculos musicales de la televisión rusa parecen un interminable ensayo de Eurovisión. Cuando Conchita ganó, en mayo, Vladimir Zhirinovsky, un ultranacionalista del Parlamento de Rusia, que es más o menos el equivalente a Michele Bachmann, dijo que su victoria significó «el fin de Europa». El vice-primer ministro y la Iglesia Ortodoxa emitieron declaraciones que esencialmente denunciaban el colapso de la civilización cristiana tal como la conocemos. En el programa de esta noche, transmitido a millones de rusos, el mensaje es claro: Europa puede haber rechazado la homofobia, un valor que una vez compartió con Rusia, dando un premio musical a una drag queen, pero Rusia, como dijo Gloria Gaynor, sobrevivirá, nunca sucumbirá ante las endebles nociones de tolerancia del resto del mundo. Un país donde las bandas de «justicieros» que llaman a su causa «Occupy Pedophilia», atacando a homosexuales en las calles de sus principales ciudades ahora son los abanderados del proyecto cristiano europeo. (Aclaración de conucrania: En Rusia, a los homosexuales, ampliamente se les considera pederestas, de hecho, se suele dirigir a los homosexuales simplemente como “pederastas”.)

«Te amo, Rusia», la barbuda cantante entona en inglés al final de su número. «Rusia, soy tuya», añade en ruso.

Siete días más de esto, me digo, mientras me arrastro hacia el minibar.

Tal vez te preguntes por qué abandone mi casa y mi familia y empecé a ver parodias rusas de drag-queens. Soy el sujeto de un experimento. Durante la próxima semana, voy a subsistir casi en su totalidad con una dieta de televisión estatal rusa, suministrada por tres portátiles de Apple en tres monitores Samsung de 55 pulgadas en una habitación en el Hotel Four Seasons de Manhattan. (Si tengo que absorber la dieta televisiva del ruso común, por lo menos voy a vivir al estilo de uno de sus amos.) Dos de los monitores se encaraman directamente en frente de mi cama, con espacio apenas suficiente para un carrito de servicio de habitaciones, y el tercero cuelga de una pared a mi derecha. La configuración parece una pequeña sala de mercados o el control de misión del programa espacial de una nación pobre. Pero no voy a seguir los progresos de un astronauta en el vacío. En cierto sentido, yo soy el que deja el planeta atrás.

Me quedaré en mi jaula de lujo de 600 pies cuadrados, a excepción de algunos indultos, y veré la televisión durante todas las horas que este despierto. Puedo atender a los visitantes, siempre y cuando las televisiones permanezcan encendidas. Cada mañana podre ir al New York Health & Racquet Club, en la calle 56 para nadar. Según se dice Vladimir Putin nada dos horas cada mañana para aclarar su mente y planear los asuntos de Estado. Sin tener que anexionar Connecticut o defender una moneda en colapso, voy a ser como él, excepto por las famosas imagines a caballo con el torso desnudo.

El noventa por ciento de los rusos, según el Centro Levada, un centro de investigación independiente, consiguen sus noticias principalmente de la televisión. Las personas de mediana edad y ancianos que fueron formados por el sistema soviético y los que viven fuera de Moscú y San Petersburgo son televidentes particularmente devotos. Dos de los principales canales – Canal 1 y Rossiya 1 – son de propiedad estatal. El tercero, NTV, es nominalmente independiente, pero está controlado por Gazprom-Media, una filial del gigante energético que no es más que un ministerio del gobierno. Los ejecutivos de las tres empresas se reúnen regularmente con los funcionarios del Kremlin.

Cada canal tiene una personalidad ligeramente diferente. Canal 1 era el canal original de la Unión Soviética, transmitiendo optimistas informes agrícolas y victorias de hockey a mis padres y abuelos. Cuenta con un montón de clásicos del cine y un espectáculo de salud estridente cuyo título puede traducirse aproximadamente como «¡estar vivo es fantástico!» Rossiya 1 es quizás más conocido por un espectáculo llamado «Noticias de la Semana», con el propagandista del Kremlin, Dmitry Kiselev, que una vez implícitamente amenazó con bombardear los Estados Unidos hasta convertirlos en un montón de «ceniza radiactiva.» (Tristemente, para mí, Kiselev se ha tomando esta semana para descansar de despotricar.) El NTV es más despreocupado, echando thrillers de crimen con tintes noir y programas de humor, como un Saturday Night Live descaradamente titulado Saturday. Night. Show. Pero durante los descansos regulares para las noticias, los tres canales son indistinguibles en su amor por la patria y Putin y su desdén por lo que ven como el decadente, moralmente corrupto y con cada vez mas mujeres barbudas Occidente.

Esta es la pregunta que estoy tratando de responder: ¿Qué será de mí – un americanizado novelista rusohablante que emigró de la Unión Soviética siendo niño – si me adentro en la mentalidad filtrada por la televisión de mis antiguos compatriotas? ¿Aprenderé a amar a Putin como el 85 por ciento de los rusos declaró hacer? ¿Me lanzaré al consulado ruso en la calle 91 Este a pedir mi ciudadanía de vuelta? ¿Dejaré Nueva York atrás y me iré a Crimea, que, a partir de este año, las tropas de Putin han reocupado, alegando que ha pertenecido a Rusia prácticamente desde los tiempos del Antiguo Testamento? ¿O simplemente voy a sucumbir a la locura?

Un amigo mío en San Petersburgo, un hombre de unos 30 años que, como muchos de su edad, evita la televisión controlada por el Estado y se va directo a las fuentes alternativas de noticias en Internet, me advierte en un correo electrónico: «Tu tarea puede resultar perjudicial para tu mente y tu salud en general. La televisión rusa, especialmente las noticias, es un riesgo biológico». Estaré bien, creo. Los rusos han sobrevivido a cosas mucho peores. Pero, por si acaso, he preparado un pack completo de ansiolíticos y medicamentos para el dolor y el insomnio.

DÍA 1

Echo un vistazo de un monitor a otro, silencio el Canal 1, subo el Rossiya 1 y bajo dos barras la NTV. En un canal, enanos asiáticos se están tirando confeti el uno al otro. Otra pantalla muestra un número musical realizado por grupos de bailarines para celebrar las 33 medallas que Rusia ganó en los Juegos Olímpicos de Sochi. Cada estrofa se apuntilla con un «Oh, sí!» en inglés. Otro canal tiene dos hombres vestidos de osos gigantes, bailando break dance.

La televisión rusa ha conservado con esmero todas las épocas de la cultura pop estadounidense y europeo, y les recombina interminablemente, cuanto menos sentido tenga, mejor. Dos individuos con mechas – un pequeño hombre con barba y una giganta de mediana edad – cantan una cover del hit del ’89 «The Look», de Roxette. En otro monitor, el afamado cantante tártaro Renat Ibragimov, un apuesto hombre de avanzada edad, realiza una entusiasta versión de la balada dark pop de los ’60 «Delilah» de Tom Jones. Si Spinal Tap existiera en realidad, estarían de gira en Vladivostok ahora. Pero no importa el estilo de la música, la audiencia del estudio se vuelve loca con los aplausos y los vítores. Le envío un par de clips a mi amigo Mark Butler, que enseña teoría de la música y la cognición en la Universidad Northwestern, para ayudarme a entender el entusiasmo ruso. «El público no está aplaudiendo únicamente en dos y cuatro, como los oyentes versados ​​en rock», me responde. «Tampoco son palmas de tipo ‘uno-tres’ (el estereotipo de las personas que no siguen el ritmo del rock). En su lugar, están aplaudiendo en cada pulso».

Recuerdo todas estas palmadas de mis primeros años de adolescencia, en los bar y bat mitzvah en las discotecas rusas de Queens y Brooklyn, y mi constante necesidad de escabullirse de los aplausos, para poder estar a solas en el aparcamiento. De todos modos, el aplauso más feliz en mi memoria perteneció a mi abuela y su generación, que parecía sorprendida de que aún estaba caminando y lo hacia en el relativo paraíso de Rego Park, Queens.

Un poco bebido tras el Clos Du Val pinot noir, que he estado bebiendo junto con otra ración de Wagyu, no puedo contenerme. Comienzo a aplaudir también, pronunciando la letra «Forgif me, Deelaila, I jas ‘kudn take anymorr.» En mi estado, tomo una cariñosa mirada a mi alrededor. El Four Seasons es una buena elección para mi tarea. El vestíbulo está lleno de rusos, abuelas a la moda brillando de pies a cabeza en Louis Vuitton y Chanel, pasando con sus nietas igualmente engalanadas, al lado de un enorme árbol de Navidad. La vista desde mi habitación da al casi completado 432 Park Avenue, un edificio de apartamentos de lujo de 96 pisos, que será una de las torres habitables más altas de Manhattan (los precios comienzan por los 17 millones de dolares). Si me hubiese registrado para la víspera de Año Nuevo de 2015, momento en el cual se espera que 432 Park Avenue esté completo, sería muy probable que algunos de los inquilinos mirando hacia mí perteneciesen a la clase de oligarcas rusos que han ayudado a transformar los inmuebles de Londres y Nueva York en los más caros en la Tierra.

En el espectáculo de Año Nuevo de NTV, la charla entre los presentadores se torna a la política. El final del año, después de todo, es un momento para hacer balance, y la toma de acciones, ya sea en la mesa de la cocina en la sauna o despertar después de una borrachera en alguna helada plataforma de ferrocarril lejos de casa, es tradición nacional. Rusia es un país condenado a soportar años de guerra civil, conmoción global y una disolución del imperio tan transformadora que otros países habrían tirado la toalla: 1917, 1941 y 1991 vienen a la mente como momentos cuando la misma naturaleza de Rusia cambió. En 2014, Rusia volvió a cambiar, o más bien, Putin ha dado un giro más definitivo en su estilo cada vez más agresivo anti-occidental de política. Se ha convertido en un conquistador, al igual que los zares rusos, que a veces invoca con reverencia pseudomística en sus discursos. En 2014, concentró sus ambiciones neo-imperiales en Crimea, una soleada península que se adentra en el Mar Negro.

El año no iba a acabar de la manera en que lo hizo. Los Juegos Olímpicos de Sochi, tal vez los más corruptos en la historia de las olimpiadas de invierno, fueron diseñadas para presentar a Rusia como una nación que podría competir con el Occidente en sus propios términos, una nación que podría montar una cara exhibición pirotécnica a la vez que la celebración de héroes literarios como Tolstoi, Dostoievski, Chéjov y Nabokov. El hecho de que en el 2013 un museo dedicado a la obra de Nabokov en San Petersburgo fue marcado con la palabra «pedófilo» por el mismo tipo de gente que injurian a Conchita, no fue mencionado.

En febrero, una revolución pro-europea barrió al presidente de Ucrania, Viktor Yanukovich, un fuerte aliado de Putin, del poder en Kyiv, reemplazándolo por Petro Poroshenko. Con Ucrania escapando de la órbita del Kremlin, Putin envió tropas rusas a ocupar y más tarde anexar el territorio ucraniano de Crimea. Putin ha dicho que Crimea es tan importante para el pueblo ruso como el Monte del Templo es para los judíos y musulmanes, una opinión que debería ofender a los rusos, a los judíos y a los musulmanes por igual. Para la mayoría de las personas nacidas en la URSS, incluido yo mismo, la palabra Crimea evoca recuerdos de las vacaciones de verano: hartarse de pelmeni (una especie pasta rellena) y reencontrarse con el sol en los decadentes hoteles y cabañas privadas. Piensa en ello como un Fort Lauderdale más desgastado y con alguna estatua de Chéjov. En cualquier caso, la pérdida de Crimea, con su mayoría de población de habla rusa, ha sido una de las heridas más dolorosas de la disolución de la Unión Soviética – ver a Crimea quedar fuera de las fronteras de Rusia era como cortar un pedazo de la península de Florida por debajo de Jacksonville – y su reconquista ha elevado a Putin muy por encima de cualquier otro líder ruso en tal vez un siglo. Pero eso resultó no ser suficiente para él.

La imposición de las sanciones occidentales contra funcionarios rusos después de la anexión de Crimea produjo daño mínimo a la economía rusa. El siguiente movimiento de Putin, su apoyo a los «rebeldes pro-rusos» en la industrializada región de Donbass de Ucrania, dio lugar a una guerra que según las estimaciones de las Naciones Unidas ha desplazado a un millón de personas y dio lugar a más de 5.000 muertes y más sanciones de Occidente. (Al escribir estas líneas, un alto el fuego ha sido negociado, pero es frágil y puede no durar.) Pero es el colapso del precio del petróleo, principal producto de exportación de Rusia, es lo que ha debilitado al régimen. A medida que el precio del barril Brent y el valor del rublo bajan, el tenor de la propaganda en la televisión rusa sube.

Los presentadores de un concierto Pan-eslavo ruso-ucraniano-bielorruso se estremecen de una lista de estrellas del pop ruso que no pueden entrar en Ucrania tras la invasión de Crimea de Putin. «No tenemos tales listas negras», dice el maestro de ceremonias. «Deseamos a todos el amor y la amistad sin boicots.»

«Ellos» – es decir, Ucrania y Occidente; de acuerdo con los medios de comunicación de Rusia, la OTAN y la CIA han tomado casi todo el gobierno de Ucrania, por lo que es difícil resistirse a confundir los dos – «han oprimido a nuestros artistas», dice otro cantante.

«Ellos, no nos están permitiendo tener nuestro propio punto de vista».

«¿Cómo no amar al propio presidente? Ese es nuestro punto de vista».

«En nuestro escenario, no hay fronteras».

Los presentadores suenan realmente dolidos, y están representando a gran parte de su audiencia televisiva cuando se quejan del trato frío de Occidente. Esto es geopolítica a nivel de secundaria. Como una ambiciosa preadolescente que anhela el éxito social, Rusia quiere a la vez ser atendida y respetada. La invasión de Crimea y el sangriento conflicto en el este de Ucrania consiguieron la atención del mundo, pero ahora las naciones guays ya no invitan a Rusia a sus fiestas, y los únicos niños que siguen dejando notas en la taquilla de Rusia son Kim Jong-un y Raúl Castro.

DÍA 2

Extraño a Putin. Está ausente en televisión para la mayor parte de esta semana, disfrutará de 11 días de vacaciones extendidas de Año Nuevo, luchando contra un tsunami a nado en su piscina presidencial, estoy seguro. El rostro de Putin apareció en mis tres monitores alrededor de la medianoche, hora de Moscú, cuando hizo su discurso de Año Nuevo al país. «El amor a la patria es uno de los sentimientos más poderosos y elevadores», declaró Putin, con su patentada inexpresiva aunque mortalmente seria expresión. El regreso de Crimea se convertirá en «uno de los eventos más importantes en la historia de la Patria».

Para el resto del día de Año Nuevo, Rusia cae en estado catatónico emitiendo películas americanas. Las redes controladas por el Estado se entregan a Avatar, La tentación vive arriba y Las Crónicas de Narnia. A pesar de la mala sangre con Obama, simplemente no hay manera de llenar un día de programación sin Die Hard o un espectáculo de magia de David Blaine. Disfruto de una ligera siesta interrumpida por más inyecciones de carne vacuna del servicio de habitaciones.

El noticiero de la noche en Rossiya 1 comienza con Ucrania. Los presentadores de las tres redes son un clan de atractivos hombres y mujeres de mirada vacía. Hablan con el mismo tono inquebrantable tipo «de mi boca sale una intachable y varonil verdad» que Putin utiliza en sus discursos públicos, a veces mezclando en una cucharada de frío sarcasmo. Su parloteo es hipnótico cual staccato, como una ametralladora que dispara a intervalos regulares, a menudo haciendo difícil recordar que están moviendo la boca o inhalando oxigeno.

La popularidad de Putin ha sobrevivido casi intacta a pesar del colapso del rublo y la pauperización gradual de sus súbditos. Los medios de comunicación ayudan con una doble estrategia. En primer lugar, el Occidente y sus sanciones son los culpables de la situación económica. En segundo lugar, la naciente democracia ucraniana es retratada como un movimiento de fascistas nazis blandiendo antorchas bajo control directo de sus amos occidentales. Pocas familias rusas escaparon ilesas del ataque de Hitler, y la imaginaría nazi, que sigue siendo dolorosamente potente, se invoca con frecuencia y de manera oportunista, como una forma de mantener las heridas históricas frescas.

En las noticias de hoy, los llamados fascistas nazis ucranianos están celebrando la vida del fascista neo-nazi Stepan Bandera con un desfile hitleriano iluminado con antorchas. Bandera es una figura complicada, un nacionalista ucraniano que coqueteó con los invasores alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, pero fue encarcelado en última instancia por ellos. Cualquier marcha a través de Kyiv del Pravyi Sector Ucraniano, un movimiento de extrema derecha xenófobo, socialmente conservador, que tiene más en común con el actual régimen de Moscú de lo que a ninguno de los dos lados le gustaría admitir, es irresistible para los presentadores de noticias. «En vez de celebrar el Año Nuevo, están elogiando al fascista Stepan Bandera,» declara el periodista. «Parece que la ideología fascista será la base del Estado ucraniano.»

El líder del Sector Derecho se presentó a la presidencia de Ucrania en las elecciones de mayo de 2014. Él y su «ideología fascista» recibió el 0,7 por ciento de los votos. Desde la elección del Poroshenko, quien ganó por mayoría, Ucrania es ahora fácilmente la república más democrática y europeísta de la antigua Unión Soviética, con excepción de los Estados bálticos. Es, de hecho, anti-Rusia. Esto, por supuesto, vuelve loco a Rusia.

DÍA 3

Me despierto hinchado. El movimiento es difícil, especialmente en las extremidades inferiores. Probablemente sólo gota. Los monitores están apagados por la noche, pero los portátiles están encendidos, los satélites siguen transmitiendo. Me tambaleo hacia el cuarto de baño de mármol y miro mi cara de sueño.

Hay un pequeño consuelo en mi día: cruzar la calle 57, moviéndome a través de multitud de compradores rusos, asiáticos y sudamericanos que están gastando sus ahorros en Nueva York, y finalmente tirarme a la piscina de agua salada en el centro de bienestar. Trato de aclarar mi mente de la televisión rusa, pero la banda sonora pop de altos decibelios y las atronadoras voces de los presentadores de noticias viajan conmigo bajo el agua, atormentando mis tímpanos.

De vuelta en mi jaula, el sándwich de salmón ahumado y huevo de la mañana llega cuando enciendo los monitores, uno que muestra el Coro del Ejército Rojo dejándose el alma cantando, otro con un anuncio de un collar de oro de 24 quilates para hombres que «no sólo muestra su estatus material, también su buen gusto». La gruesa y brillante cadena – cadenas, diría yo; compre uno y llévese otro gratis – cuesta 1.490 rublos, alrededor de 45$ en el inicio de 2014, pero alrededor de 25$ en el comienzo de 2015 ya que el rublo sigue hundiéndose.

Las noticias son muy emocionantes hoy. A dos reporteros de LifeNews, un canal ruso que apoya fuertemente a los rebeldes en Ucrania y se rumorea que tienen vínculos con el servicio de seguridad FSB de Putin, les rompieron la cámara durante un desfile con antorchas a través de Kiev. «Los sentimientos anti-rusos se acercan a la histeria», dice el periodista.

Miro mi reloj. Un minuto de reportaje, y no ha mencionado el fascismo, el nazismo, el neo-nazismo o la perfidia de Occidente.

«Los desfiles que portan antorchas se asocian con la Alemania nazi», dice el periodista.

La televisión rusa, escribe Shteyngart, "embota los sentidos y aumenta tu ira."  Foto de Sasha Rudensky para The New York Times.
La televisión rusa, escribe Shteyngart, «embota los sentidos y aumenta tu ira.»
Foto de Sasha Rudensky para The New York Times.

En el monitor sintonizado a NTV, veo una comedia llamada Una Pareja Ideal. Las notas de programación describen la trama: «Zoya es una deportista con una personalidad viril. Es por eso que tiene problemas con el sexo masculino y todo el mundo se aleja de ella.»

Estoy notando una tendencia de películas sobre rusos a mediados de sus 30, que aún no están casados, un fenómeno que confunde a la mayoría de los rusos que prefieren casarse en una edad temprana, tener 1,61 hijos y luego divorciarse (según las Naciones Unidas, Rusia consistentemente tiene una de las mayores tasas de divorcio). Como la mayoría de comedias románticas rusas, la película parece demasiada larga, llena de verborrea y ridículamente casta. Incluso un leve beso se desvanece antes de que algo pueda pasar debajo de las sábanas. Es raro encontrar a una sociedad con un enfoque más contradictorio con el sexo. Un nuevo conservadurismo, dirigido por la Iglesia Ortodoxa, está constantemente en desacuerdo con cualquier noción progresista que Unión Soviética haya podido inculcar. El aborto era más o menos la forma más común del control de la natalidad: La eficacia de los profilácticos soviéticos dejó mucho que desear. Hoy en día, apenas puedes encontrar sexo explícito en una película comercial como Una Pareja Ideal, pero viendo uno de los números de baile en la televisión hace que desees llegar a un condón corporal sólo para estar seguro.

Abro otra botella de vino y me siento de nuevo en el mundo que no puedo dejar, con el viento de enero azotando mi solitario rascacielos. En el Canal 1, el escándalo de la cámara rota en Kyiv continúa. Hay muchos primeros planos de la cámara rota tirada en lo que parece nieve o confeti. Después es el momento de Macaulay Culkin en la Solo en casa original.

DIA 4

Estoy arrastrándome por la nieve en Kyiv en busca de mi movil, que ha sido robado por los fascistas neonazis. Lo encuentro cerca de un muro desfigurado por una esvástica gigante, con la pantalla rota por los ucranianos con antorchas. «Allo» digo en ruso. «Que alguien me ayude, por favor. Hace frío aquí afuera». Un presentador con ojos muertos de Rossiya 1 aparece en mi FaceTime. «Desfiles que portan la antorcha se asocian con la Alemania nazi», declara. Me despierto y voy al cuarto de baño, abro un bote de benzos y me arrastro de vuelta a la cama. Duermo quizás tres horas en total. Cuando regresaba ocasionalmente a Rusia para las visitas a veces me despertaba en medio de la noche pensando, ¿y si cierran las fronteras? ¿Y si tendré que vivir el resto de mi vida aquí? Aunque estoy cómodamente instalado en un hotel de lujo en el mismo epicentro de Manhattan, una sensación similar perturba mi sueño.

Hoy, estoy hecho polvo. Mi braza de pecho en el club parece más renacuajo que rana. De vuelta a mi habitación de los horrores iluminada por el sol, las noticias de Rossiya 1 son un alboroto. Una pila de 35 coches accidentados en Nueva Hampshire. No hubo heridos graves, según parece, pero es evidente que el Occidente se está cayendo a pedazos. Las cosas son aún peores al otro lado del océano. «Un regalo del Año Nuevo desagradable para el príncipe Andrew», dice un periodista con una mezcla de seriedad, sarcasmo y alegría. «Gran Bretaña está conmocionada por un escándalo sexual entre el príncipe y una menor de edad que afirma haber sido mantenida en ‘esclavitud sexual’ «. A los espectadores en Ekaterimburgo devorando su ‘kasha’ de la mañana se les da un resumen de los crímenes cometidos por la familia real británica, desde el Príncipe Harry llevando un uniforme nazi a la muerte de la princesa Diana «en circunstancias misteriosas».

Los rusos, por el contrario, llevan ejemplares vidas no fascistas. En el lugar de la catástrofe aérea de Asia, en el Mar de Java, «las autoridades indonesias se basan en gran medida en los buzos rusos y su equipo» para encontrar y recuperar el avión accidentado. En las regiones más septentrionales de Rusia, nos encontramos con Aleksey Tryapitsyn, una ejemplar cartero de un pequeño pueblo que de alguna manera no fuma ni bebe y ha sido presentado en un documental reciente, «Las noches blancas del cartero Aleksey Tryapitsyn». Su esposa es bastante ejemplar también. «Soy una mujer tan normal», dice ella, «Yo sé hacer de todo: disparar con un arma, atrapar patos».

La lección para todos los rusos, especialmente para los mimados y adictos al Camembert moscovitas, son claras: en los difíciles días por venir, aprended a disparar con un arma, aprended a coger patos.

Hoy tengo visitantes: la escritora nacida en Moscú Anya Ulinich y su amiga Olga Gershenson, una profesora en la Universidad de Massachusetts, Amherst. He pedido un plato de carne al servicio de habitaciones, y nos preparamos para el almuerzo.

Anoche, Anya se enteró de que su primo fue asesinado en un pequeño pueblo no muy lejos de Donetsk, la ciudad ucraniana que ha sido un bastión para los combatientes pro-rusos. «Fue encontrado muerto en el portal de su edificio de apartamentos», me dice Anya. «Nadie sabe quién lo mató. No hay policía. Es la anarquía».

«Culpo rotundamente a Putin por esto», dice. «Solía ​​ser una ciudad normal».

Ella suspira. Miramos de pantalla en pantalla. En NTV un hombre en un arnés de cuero está bailando, bueno, prácticamente teniendo relaciones, con una mujer igualmente cubierta de cuero en frente de dos gigantes estatuas doradas de gladiadores.

«Ese ballet está relativamente bien», dice Anya.

«Sí, es increíble», añade Olga.

Lo miramos un rato sin decir más.

DÍA 5

Mi psiquiatra acepta hacer una visita excepcional. Tratamos de recrear la disposición sofá-silla habitual, excepto que estoy en mi cama king-size y él está sentado justo a mi lado. Los monitores están encendidos. En uno, un traficante de drogas ucraniano ha sido atrapado en Moscú, y hay primeros planos de su ruin pasaporte rojo ucraniano. En otro, dos hombres inconscientes en el césped, una botella de vodka vacía entre ellos. «Ahí está», le digo a mi médico. «Rusia».

Cierro los ojos y pienso en lo que quiero decir con esto.

«En mis libros, he tratado de entender a mis padres y lo que pasó en la Unión Soviética», le digo. «Tal vez este proyecto es otra manera de llegar a conocerlos. Los tiempos cambian, los regímenes cambian, pero la televisión se mantiene más o menos igual.

El psiquiatra de Shteyngart, el Dr. Richard Lacy, mantiene una sesión de terapia en el hotel. Sasha Rudensky para The New York Times
El psiquiatra de Shteyngart, el Dr. Richard Lacy, mantiene una sesión de terapia en el hotel.
Sasha Rudensky para The New York Times

«No estoy de acuerdo con mis padres acerca de la política de los Estados Unidos muchas veces, pero tendemos a estar de acuerdo respecto a Putin. Eso es verdad para muchos amigos nacidos en Rusia. Es raro, pero Putin nos une con nuestros padres. Es bueno saber que hay una fuente de crueldad en el mundo que podemos identificar juntos.

«Imagínese si mis padres nunca me hubieran sacado de Rusia. ¿Dónde estaría ahora? Todo esto», señalo las tres pantallas, «sería mi realidad permanente».

«Estás en una infancia virtual de aquí», dice mi psiquiatra. «Estos son sentimientos regresivos».

«Además, los televisores en la Unión Soviética solían explotar», le digo. «El sesenta por ciento de los incendios en casas en Moscú solía ser causado por la explosión de televisores».

Estamos en silencio por un momento, como sucede a menudo en el curso del psicoanálisis.

Aún así, es bueno hablar.

DIA 6

Oh, al infierno. Solamente voy a empezar a beber después del desayuno. Y nada de afeitarse o de ropa. La bata del Four Seasons valdrá. Una mujer con un nombre ruso en su etiqueta trae mi café y un panecillo H&H con pescado blanco.

«Pescado blanco y salmón, no?». Me castiga como si fuera un presentador de Canal 1 y yo Ucrania.

«Será salmón mañana», le prometo.

Observo un espectáculo al estilo de Jerry Springer llamado Hombre/Mujer. El tema de hoy: Tatyana, una mujer de la aldea de Bolsheorlovskoe, a 300 kilómetros de Moscú, quiere averiguar la paternidad de su último hijo. Se hace la prueba del ADN a montones de hombres del pueblo, y hay vídeos de los desaliñados vecinos de la pobre Tatyana expresando sus opiniones sobre ella.

«Una puta es una puta».

«Te emborrachas, llegas a su casa y ¡te la tiras!»

El pueblo en sí se ve como si hubiera sido pasado por la piedra varias veces por algún basto ‘muzhyk’ con un chándal chino mal ajustado. Las viviendas son pequeños agujeros con espacio para una nevera, una televisión y una pizca de cucarachas.

Hay un panel de expertos, incluyendo un abogado, un psicólogo, un pintor, y un poeta con una chaqueta de terciopelo además de un exuberante y poético bigote, comentando los problemas de Tatyana. «Todas las parejas rusas deben tener hijos estando sobrios», comenta seriamente el poeta.

Tatyana habla con un ronco acento de campo y le falta muchos dientes. Aún así, ella es extrañamente hermosa, y a diferencia de una aparición similar en Jerry Springer, nunca se defiende de como los anfitriones y el público la humilla. Se sienta estoicamente, como un personaje caído de Dostoievski. A su manera, es una ciudadana modelo para la nueva Rusia de Putin. Sabe mantener la boca cerrada mientras le gritan continuamente personas en posiciones de autoridad.

Se presentan los resultados de ADN, y ninguno de los fracasados reunidos resulta ser el padre. Mañana, el Canal 1 transmitirá la segunda parte de la historia de Tatiana. Más aldeanos serán traídos para las pruebas de ADN. A Tatyana le dirán una vez más que es una puta.

Ya no hay manera de poder ver las noticias sin al menos dos botellines del Absolut, que rebajo con un par de cervezas. Los monitores se mezclan uno con el otro, y estoy teniendo problemas para seguir el hilo. En una pantalla, un hombre armado es inhumano con otros, mientras que en otro una mujer embutida en lentejuelas está cantando un galimatías. Me dejo llevar por disparate y la amenaza, como si yo fuera un hombre que acaba de regresar de un día de penurias a manos de jefes criminales y criminales policías de trafico en algún lugar de Tomsk u Omsk. ¡Qué poderosa arma es la televisión de Putin!Cuan hábilmente combina la nostalgia, la malicia, la paranoia y el humor fácil; la rapidez con la que embota tus sentidos y aumenta tu ira.

Entierro mi cara en una almohada hipoalergénica. Necesito otra copa.

Pero en lugar del Absolut, decido hacer algo prohibido. Abro mi portátil y entro en el progresivo portal de noticias http://www.slon.ru. (Slon significa «elefante» en ruso). Mis amigos en San Petersburgo subsisten con estos blogs analíticos y sitios de noticias, los Slates y Salons de Rusia. Slon es uno de los pocos que quedan que no ha sido doblegado a la voluntad del régimen. Otros dos favoritos, Gazeta.ru (gazeta significa «periódico») y Lenta.ru, han perdido su imparcialidad.

Los dos titulares principales en Slon no son acerca de la depreciación del euro frente al dólar. Son sobre el precio del Brent que cae por debajo de 57 dólares el barril. Otro artículo se refiere a la negativa del líder de la oposición Alexey Navalny de seguir viviendo bajo el  arresto domiciliario (el activista y su hermano fueron condenados con cargos sin fundamento por desafiar la administración). Otro artículo se titula «Cómo caerá el régimen: Un posible escenario.»

Decenas de millones de rusos, principalmente jóvenes y urbanos, utilizan las redes sociales. Me imagino que al menos algunos de ellos están publicando el artículo sobre «Cómo caerá el régimen» en sus timelines o twitteándolo.

DÍA 7

Hoy es mi último día en Rusia virtual. El árbol de Navidad del vestíbulo del Four Seasons está siendo desmontado, los adornos puestos en cajas etiquetadas»American Christmas ‘hacemos que la magia suceda’ «. Arriba, en mi habitación, la víspera de Navidad rusa, la Navidad Ortodoxa se celebra el 7 de enero, sólo está comenzando.

Miro la segunda parte del Hombre/Mujer sobre Tatyana, la tentadora del pueblo. Hoy en el panel de gente importante para juzgar a Tatyana, en lugar de un poeta, hay un «showman» o «artista», con una muñeca Barbie pegada en la solapa de su chaqueta de tachuelas, y el pelo peinado en un espeso pompadour. Un tipo pelirrojo en una chaqueta que lleva escrito «Rusia» resulta ser el padre. «¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!» grita Tatyana.

«Mandaría a castrar a todos estos hombres», dice uno de los anfitriones del programa refiriéndose a los pueblerinos presentes en el plató.

Keith Gessen, novelista nacido en Moscú y periodista, viene hoy. He ordenado un plato de mortadela y jamón español. «Eres como una persona rusa que vive en el lujo, pero tienes que empaparse de esta basura», dice Keith después de examinar los tres monitores.

Keith sigue la televisión rusa de cerca y ha observado un cambio en los últimos años. «Estás viendo las noticias, pero la noticia es la noticia. No por la información que te están dando, sino por cómo te la presentan, parece como si fuera un mensaje personal enviado por el Kremlin».

Mientras la televisión zumba sobre la gloria de los rebeldes apoyados por Rusia en Ucrania, me pregunta si he oído hablar de la muerte de Batman, un comandante rebelde especialmente fuera de la ley en la región de Donbass en el este de Ucrania.

«Al parecer», me dice Keith, «fue atacado y asesinado por las fuerzas rusas u otros rebeldes porque estaba fuera de control».

Abrí rápidamente mi laptop y eche un vistazo a los sitios web sin censura rusos. El asesinato de Batman era noticia de portada. El New York Times ha publicado un artículo sobre la muerte de Batman. Los únicos lugares donde no se menciona son Rossiya 1, NTV y Canal 1.

Después de irse Keith, me centro en el servicio religioso de Navidad, reverberando en vivo a través de dos canales. Hay mujeres de ojos azules en pañuelos, sacerdotes barbudos en oro y humo de incienso. De las procesiones en la adornada Catedral del Cristo Salvador, de repente cambian de plano a una pequeña y humilde iglesia en un pueblo igualmente pequeño y humilde al sur de Moscú.

Vestido con un jersey sencillo, su mirada firme y directa, Vladimir Putin celebra el día de fiesta rodeado de varias chicas con pañuelos blancos en la cabeza. En el acto solemne de contemplación religiosa, la expresión de Putin es tan impenetrable como siempre. Aquí está, el restaurador autoproclamado de la nación. Pero, ¿quién es él? Se nos muestra brevemente la gente en los bancos de atrás estirándose, tratando de hacer una foto de él con sus smartphones. Comentan que los niños refugiados de Luhansk se quedan en los terrenos de la iglesia. El Kremlin les ha dado «dulces y libros históricos» para las vacaciones. ¿Son las chicas de pañuelos blancos de pie junto a Putin las mismas, que tuvieron que huir de la violencia que su régimen ha respaldado, o incluso desatado, en Ucrania?

Putin está ahí, la pieza central de su cuadro, un hombre satisfecho. Ahí radica la brillantez de la televisión rusa y por qué verla una semana ha sido tan doloroso. A menos que seas un verdadero creyente, su interminable ruido te recuerda lo solo que estás ante los designios de otro hombre. Ese hombre es Vladimir Vladimirovich Putin. Estos son sus canales, sus espectáculos, sus sueños y su fe.

En mi última visita a Moscú hace varios años, un taxista borracho de una provincia lejana, me condujo a través de la ciudad, casi llorando, porque, según dijo, no era capaz de alimentar a su familia. «Quiero emigrar a los Estados Unidos», dijo. «No puedo vivir así.»

«Deberías tratar de ir a Canadá», le sugerí. «Sus políticas de inmigración son muy generosas.»

Hizo el gesto de escupir al suelo, casi saliendose a la acera. «¿Canadá? ¡Nunca! ¡Yo sólo podría vivir en una superpotencia!»

No importa que el verdadero camino de Rusia lleva desde sus campos petroleros directamente a 432 Park Avenue. Cuando ves el Putin Show, vives en una superpotencia. Eres un rebelde en Ucrania demoliendo valientemente el una vez moderno aeropuerto de Donetsk con armamento suministrado por Rusia. Eres una abuela de habla rusa de pie junto a su casa destruida en Luhansk gritando a los nazis fascistas, tal como su madre probablemente hizo cuando los alemanes invadieron hace más de 70 años. Eres el sacerdote rociando las bendiciones en un fotogénico convoy de ayuda humanitaria rusa dirigido a la línea del frente. Sufrir y sobrevivir, este es el significado de ser ruso. Lo fue en el pasado y lo será para siempre. Esta es la fantasía suministrda cada noche en el Canal 1, en Rossiya 1, en NTV.

Tras una generación, las noticias del Canal 1 de la época del 2015 van a parecer tan ridículas como un documental soviético sobre cereales. Los jóvenes se preguntarán por la cantidad de sinsentido que sus padres vivieron y cómo, a pesar de todo, consiguieron ser seres humanos decentes. En cuanto a mí, estoy escapando de Rusia una vez más. Tres clics de los tres mandos a distancia de Samsung y toda mi semana se desvanece.


Gary Shteyngart es el autor de Little Failure, un libro de memorias, y las novelas Super Sad True Love Story, Absurdistan y The Russian Debutante’s Handbook.

Traduccion del articulo de Gary Shteyngart, publicado en The New York Times Magazine

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