El sistema ruso: ¿quién es el señor Putin?

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En marzo del año 2000, Vladimir Putin fue elegido como presidente de Rusia. ¿En qué estaría pensando cuando jugaba en la playa cerca del río Nevá, en la ciudad que antes se denominada Leningrado y ahora se llama San Petersburgo? ¿O cuando jugaba con los niños en las que eran las “communalcas” antiguas donde vivía su familia? ¿Quiénes eran sus héroes? ¿Sospecharía ya, en aquella época, que su misión sería reconstruir todo un país después del caos en el que lo había dejado Eltsin?

En la entrevista que concedió a Gevorkan, Timakova y Kolesnikov para el libro biográfico «Desde la primera persona«, Vladimir cuenta que tenía siempre un interés especial por el servicio secreto. ¿Era eso lo que le inspiró a llamar a la puerta del KGB con 16 años pidiendo que le permitiesen formar parte de la organización? Quizás, pero le dieron a entender que ellos eran los que elegían a sus agentes, y que se pusiera a estudiar las leyes y los idiomas. Putin tenía 23 años y estaba en cuarto curso de Derecho cuando el KGB contactó con él.

Pertenecía a la generación que se integró en el KGB en los 70. Entonces el jefe del KGB era Yuri Andrópov, quien pasó posteriormente a ser Secretario General del Estado. En secreto construyó el programa denominado “perestroika”, que posteriormente integró en su sistema Gorbachev. Hoy todavía se puede ver a Putin traer flores a la tumba de Andrópov, de quien heredó el modo de dirigir la nación.

Comenzó a trabajar para el KGB en los 70 en Leningrado, capturando a los disidentes. Diez años más tarde fue enviado a la ciudad Dresdner, al sur de Alemania, para buscar informadores. Tras la caída del muro de Berlín en 1989 volvió a Leningrado. Allí renovó su amistad con su profesor de Derecho, Anatoly Sobchak, aliado de Eltsin y reformador político. En aquella época el general Oleg Kalugin era el jefe del KGB en San Petersburgo.

Sobchak le dijo a Kalugin que necesitaba a alguien del KGB para poder contar con esa persona, pues sin contactos y apoyo, no podía ser alcalde. Así, Putin se unió a la campaña electoral de Sobchak, ayudándole a convertirse en el alcalde de San Petersburgo. Este era el primer paso de Putin para entrar en la política. El KGB necesitaba apoyo, el poder – la información, y Putin era el enlace que unía a ambos.

En 1991 cae la URSS. La culpa cae sobre el KGB. Putin entiende que para salvarse debe pasar al bando ganador, siguiendo a los reformadores. Como muchos en aquellos tiempos, abandonó el KGB. Al final de ese mismo año, Gorbachev abandona la arena política, llevándose consigo lo que quedaba de la Unión Soviética. Las repúblicas consiguieron su independencia. Putin, posteriormente, denominó al fin de la URRS como “el mayor error geopolítico del siglo”.

Posteriormente trabajó para Sobchak. Su misión principal consistía en la privatización, un trabajo que le trajo enormes beneficios pero que a la vez tenía muchas sombras. Es interesante observar la metamorfosis de Putin durante el desarrollo de su carrera: pasando de ser un agente que se limitaba a hacer lo que le ordenaban a convertirse en una persona con responsabilidades, poder y control.

Cuando el economista Anatoli Chubáis, del grupo de Sobchak, pasó a formar parte del equipo de Eltsin en Moscú, se llevó consigo a Putin. Chubáis llevó a cabo una privatización que acabó con la base de la URSS. Antes de la caída de la URSS, a unos pocos empresarios se les cedió parte del poder político debido a su control económico en ciertos ámbitos como el petróleo o los medios de comunicación. Eran ellos los que se beneficiaron principalmente de la privatización y se llamaban los “oligarcas”. Entre ellos estabas: Vladimir Gusinsky, Boris Berezovsky y Román Abramovich.

En 1993 comenzaron las manifestaciones. El pueblo y los partidos políticos comprendieron que no obtendrán beneficios de las privatizaciones. Eltsin intentó cambiar la constitución para hacer que las privatizaciones se llevasen a cabo más rápido. El parlamento y los ciudadanos se opusieron. Eltsin respondió con los tanques. Más de 150 personas murieron y con ellos, los sueños de vivir una democracia. Observando esto desde San Petersburgo, Putin comprendió que a partir de entonces la democracia de Eltsin iría de la mano con la fuerza.

En 1994 Eltsin volvió a utilizar los tanques, esta vez, en Chechenia, puesto que el país pedía la independencia y poder controlar los conductos que llevaban el gas a través de su país. Tras dos años de guerra fue firmado un acuerdo de paz en beneficio de Chechenia. Para los rusos fue una derrota vergonzosa. Para Putin, Eltsin traicionó a la nación. Comenzó a organizar la campaña electoral de Sobchak, para presentarlo como opositor a Eltsin. Éste pidió a los oligarcas no financiar la campaña de Sobchak, agradeciéndoselo con mayor poder político. Putin decidió abandonar a Sobchak y pasó a trabajar a Moscú en la administración del presidente, con la ayuda de Chubáis.

Eltsin fue perdiendo el control, mientras los comunistas y su líder, Guennadi Ziugánov, ganaban éxito. Los oligarcas se dieron cuenta de que Eltsin no podía con los comunistas y, temiendo por su dinero, dieron al presidente todo su apoyo. Desde dentro, Putin observaba cómo los oligarcas convertían una derrota en una victoria gracias a los medios de comunicación. Eltsin nombró a Berezovsky como jefe de la televisión nacional y además, contó con el apoyo de la cadena “NTV” de Gusinsky. Como consecuencia, Eltsin se convirtió en el rey de la TV.

El historiador Yuri Felshtinsky comenta en su libro “Rusia dinamitada”: “[…]En el caso de Eltsin, tenía el apoyo del creador de la empresa petrolífera “Sibneft”, Abramovich, y de la televisión, gobernada por Berezovsky. Estos dos fueron los que sustituyeron a Eltsin en el poder cuando cayó enfermo tras ganar las elecciones de 1996. Prácticamente gobernaban el país junto con los miembros de la “familia”: la hija de Eltsin, Tatiana y su futuro esposo”.

En 1998, la “familia” propuso a Putin como posible dirigente de la FSB. Era su oportunidad de demostrar su fidelidad al régimen. Eltsin decidió sustituir a su primer ministro, Yevgeny Primakov, pues éste declaró que quería acabar con la corrupción y encarcelar a los oligarcas, con la ayuda del fiscal Yuri Skuratov. Skuratov investigaban un caso de Kremlin: la desaparición de 66 mil millones de rublos que aparecieron en las cuentas bancarias de ciertos políticos y miembros de la “familia”. El problema era que Eltsin no podía despedir al fiscal, pues se lo prohibía la ley. Pidió ayuda a Putin y este lo arregló a su modo: el fiscal fue filmado mientras visitaba a unas prostitutas, lo que fue emitido en la televisión rusa. Skuratov tuvo que dimitir. Putin pasó el examen. En los ojos de Eltsin, era una persona en la que se podía confiar y con la que se podía contar. Como recompensa, nombró a Putin como primer ministro a finales de 1999.

 Ese mismo año a lo largo de tres trágicas semanas, en algunos edificios civiles explotaron varias bombas de origen misterioso. El gobierno culpó de ello inmediatamente a los terroristas de Chechenia. Pero cuando dos culpables fueron detenidos e interrogados, se frenó toda investigación. Los periodistas comenzaron a preguntarse si los causantes fueron los terroristas o los agentes de la FSB. Putin comprendió que no había tiempo que perder: tenía que ofrecer otra versión de los hechos. Gleb Pavlonsky, el consejero de Putin, comentó que éste “utilizo como arma el odio que Rusia sentía hacia Chechenia, hablando de un modo directo y comprensible para la audiencia, haciendo que ésta se sintiera identificada con su ira, despertando las ganas de venganza”. Como consecuencia, en octubre de 1999, Rusia bombardeó la capital de Chechenia, Grozni.

Satisfecha con el éxito que tenía, la “familia” decidió formar un partido político para Putin, denominado “Edinstvo” o Unión (que posteriormente pasaría a llamarse “Edinaya Rosiya” o Rusia Unida). “Sibneft” de Abramovich y los medios de Berezovsky, una vez más promovían al candidato que les convenía. Mientras tanto Gusinsky y su “NTV” se oponían a la intervención en Chechenia, apoyando a uno de los opositores de Putin. Como respuesta, Berezovsky utilizó trucos sucios para desacreditarlo.

 En diciembre, mientras todos se preparaban para celebrar la navidad, en Kremlin Eltsin entregó el maletín nuclear a Putin. Putin, en cambio, ofreció a Eltsin protección y dinero. Para Putin, Eltsin era el culpable del fracaso en Chechenia y el caos económico. Quería deshacerse de él. Entonces, comenzó su campaña política.

 Los medios mostraban las imágenes de un futuro presidente relativamente joven, deportivo y caballeroso. Incluso, gracioso y encantador. La guerra en Chechenia, como parte de su política, se intensificaba. Incluso la Iglesia lo apoyaba. A pesar de las medidas que intentaron tomar los comunistas, el pueblo seguía siendo muy religioso. El propio Putin declaró que llevaba siempre consigo una cruz “de madera” que recibió como regalo de su madre. Confesaba sus pecados al propio Patriarca de la Iglesia Ortodoxa rusa que, curiosamente, fue agente del KGB durante más de 40 años.

En marzo del año 2000, Vladimir Putin fue elegido como presidente de Rusia. Mientras pronunciaba su juramento, Putin no olvidaba los sueños de su infancia, la misión elegida por él: devolver al país su grandeza anterior. Su estrategia consistía en desarrollar: los recursos energéticos del país, los medios, las fuerza militar; recuperar el orgullo nacionalista y hacer a los oligarcas pagar por succionar el dinero del país.

 Decidió utilizar la táctica de los propios oligarcas, actuando a través de “Gazprom», dueña de gran parte de la TV rusa. Nombró como dueño de la empresa a Alexey Miller, aunque seguía siendo él quien tomaría las decisiones más importantes del negocio. “Gazprom” era el modo perfecto de atacar a la “NTV” de Gusinsky, pues era financiada por la empresa. Al rebelarse, Gusinsky fue presionado hasta tener que salir del país. Todas sus ganancias fueron entregadas a “Gazprom”. Tras el hundimiento del submarino nuclear “Kursk”, Berezovsky comenzó a criticar a Putin indicando que era un “inepto e incompetente”. Palabras por la que tuvo que pagar un alto precio, pues como consecuencia, Putin le quitó todos sus privilegios en cuanto al control de los medios de comunicación. Culpado de robo, tuvo que abandonar el país para evitar el encarcelamiento.

Tras el atentado a las Torres Gemelas, Putin fue el primero en llamar a Bush prestándole su apoyo. En ese momento a Kremlin le convenía ser amigo de EEUU. Así, la Rusia de Putin consiguió un pequeño descanso para reestructurar su sistema militar. Comenzó la luna de miel entre ambos países. Pronto, Bush visitó a Putin para firmar más de 60 acuerdos petrolíferos. Posteriormente, Putin dijo: “El que controla la distribución y los precios de los recursos energéticos, controla el mundo”.

 Las corporaciones estadounidenses observaban la expansión de Putin atentamente. La luna de miel se había acabado y se declaró una nueva guerra: la guerra de los recursos. Los oligarcas rusos exportaban el petróleo como modo de obtención de beneficios personales. Putin acabó encarcelándolos a todos y absorbiendo sus empresas, que pasaron a formar parte de “Gazprom”. Para evitar la repetición de semejantes situaciones, Putin acabó formando su propia oligarquía.

Para Putin, Rusia es una corporación. La dirige como si se tratara de una empresa. Nacionaliza todos los gastos y privatiza todos los beneficios. El gas es el mejor ejemplo: el momento en el que entra por las tuberías, forma parte del monopolio del gobierno, en el momento en el que es vendido, forma parte de una empresa privada. El mejor ejemplo de oligarquía durante la historia es la que formó Putin en Rusia, pues se trata de una época en la que es prácticamente imposible diferenciar entre el Gobierno y el negocio. El dinero gobierna y el gobierno controla el dinero. Y ni hablar de los medios de comunicación. Si con Eltsin murieron alrededor de diez periodistas, desde que Putin llegó al poder, han sido más de cien.

Fue nombrado candidato de nuevo en 2004. La oposición en Rusia ni siquiera lucha por ganar las elecciones, simplemente pide que sean justas. Cada vez pierde más y más su credibilidad y despierta la indignación del pueblo. Por ejemplo, las mujeres que formaban parte del movimiento “Pussy Riot” acabaron siendo encarceladas por su peculiar modo de reivindicar una transparencia en las elecciones rusas. Actualmente, se conocen a la perfección los resultados de las elecciones con antelación. En 2004, Putin venció con un 71,2%. Consiguió cuatro años más para reforzar su poder y el de su partido.

 Uno de sus objetivos era poder controlar las repúblicas, ahora, independientes, de la antigua Unión Soviética. En esto competía con los EEUU. Ucrania era uno de los países más importantes, pues es vital para el pase del petróleo y gas a Europa. La FSB trabajó con la policía ucraniana y Rusia hizo todo lo posible para que las elecciones ucranianas de 2004 venciera Yanukovich. En el último momento, Victor Yushenko, el candidato demócrata que apoyaba al occidente, fue envenenado. Sin embargo, seguía desarrollándose una clase de revolución “anti-rusa” en Ucrania y Yushenko venció. Como resultado, en 2006, Rusia dejó de transportar gas y petróleo a Ucrania y prohibió la entrada de productos ucranianos a Rusia. El mensaje de Putin era claro: Yanukovich debía ser nombrado como primer ministro. Como consecuencia, esa medida fue llevada a cabo y Ucrania se alejó de Europa y de la OTAN. Con este ejemplo Putin enseñó su modo de convertir las derrotas en victorias.

Sin duda, siendo prácticamente el rey del petróleo, Putin se siente muy cómodo en su trono. Los tentáculos de “Gazprom” no sólo atraviesan Europa, sino que también rozan Japón, China y America del Sur. Se puede resumir la ambición de Putin en la formación de un gobierno internacional que gira en torno a “Gazprom”.

Indica el editor de “Moscow Komsomolets”, Alexander Minkin para la NBC: “Todos esos líderes de Italia, Turquía, China, Japón… todos ellos le daban la mano y lo llamaban “querido amigo”, pero todos veían el genocidio cometido por él en Chechenia y nadie decía nada. ¿Por qué? Pues por el petróleo. Sí, el petróleo. Eso lo explica todo”.

 En 2005 Putin anunció el fin de la guerra entre Rusia y Chechenia. Como Putin no quería ser el responsable de todas las atrocidades cometidas en aquel país, convirtió la guerra en una guerra civil. Nombró a Kodirov como primer ministro de Chechenia y éste reemplazó con sus grupos armados a la fuerza militar rusa. Se puede decir analizando ahora los resultados de la guerra, que Putin destruyó el respeto propio y la identificación de una nación entera.

 Cada vez más y más la democracia va desapareciendo de Rusia y se convierte en un sistema autoritario. Putin nombra a los gobernadores y a los diputados según le apetece. Censura y limita los medios de comunicación. Prohíbe la entrada de cualquier extranjero en el país, si no le respeta lo suficiente. Sabe perfectamente que si quiere vencer a los enemigos internos tiene que vencer a los externos. Los americanos no tardaron en responder: criticaban la política de Putin, pues chantajeaba al resto del mundo y su arma era el petróleo.

 Pero no olvidemos las armas nucleares que también estaban las manos de Putin. La herencia de la Guerra Fría consistía en que tanto EEUU como Rusia eran primeras potencias mundiales, militarmente hablando. Rusia vendía sus armas nucleares a China, Irán, Venezuela, etc.

Los rusos actualmente aman a Putin: el 65% de la población le apoya. Conoce lo que sucede en el país. Se parece en eso a Stalin. Pero Stalin era amado por miedo. En cuanto a Putin, sorprendentemente ese efecto se produce voluntariamente. Moscú hoy es la ciudad del consumismo. Ninguna capital del mundo concentra un número tan alto de millonarios. Aparece una nueva clase media. El régimen de Putin hizo que la economía floreciera. En Moscú todo es “maravilloso y fantástico”. Sin embargo, si uno se aleja de la capital, parece que viaja en una horrible máquina de tiempo. La gente vive de un modo paupérrimo, en condiciones pésimas. Los que se manifiestan en contra de su régimen son callados por la represión de Putin. Son exiliados o asesinados y debido al control que ejerce sobre la jurisdicción, no se realiza ningún tipo de investigaciones.

 Sin duda, lo que más caracteriza a la Rusia de Putin, gobernada por un agente del KGB, es su imprevisibilidad. Putin ha conseguido un control vertical del poder, ha desarrollado positivamente la economía y las fuerzas militares y convirtió a Rusia en un líder en la arena internacional. Las fuerzas secretas tienen hoy un poder en Rusia que jamás habían tenido. Y es que, ¿qué otra opción tiene el pueblo ruso? Llamemos como queramos el régimen de Putin, una dictadura o autoritarismo militar, su sistema seguirá luchando para poder sobrevivir, seguir con las privatizaciones exprimiendo el país a favor de los ex agentes del KGB, ignorando las leyes y silenciando a la prensa. Sin duda, juzgando por todo esto y sus actos en los últimos conflictos de Oriente Medio, se trata de un excelente candidato al Premio Nobel de la Paz.

Publicado por Uma Karina

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