5 explicaciones para el mito ruso acerca de la “Junta de Kiev”

Una mujer pasa junto a un cartel que anuncia el referéndum de Crimea y llama a “parar el fascismo» y a prohibir el insurgente ejército ucraniano y el Sector Derecho.

El 22 de marzo de 2015, el partido ruso «Rodina» («Patria»), que fue anteriormente liderado por el viceprimer ministro de Rusia, Dmitry Rogozin, se reunió con el partido de Putin, “Rusia Unida” organizando el Foro Conservador Internacional Ruso en San Petersburgo. El evento reunió a neonazis, fascistas, antisemitas, y a los defensores de la supremacía blanca de Rusia y del extranjero, siendo una minoría tal, como para ser llamados “la periferia de la periferia” por Jared Taylor, «realista racial” estadounidense. El evento proporcionó muchas citas suculentas para los observadores, destacando las tendencias fascistas alarmantes de Rusia, pero también plantearon la siguiente pregunta:

¿Cómo es posible que esto suceda en el país que acusa a Ucrania de ser dirigido por una «junta fascista»?

fascismo: una filosofía política, movimiento o régimen (como el de la Fascisti) que exalta una nación y a menudo una raza por encima del individuo y que representa un gobierno autocrático centralizado dirigido por un líder dictatorial, un severo régimen económico y social, y la represión violenta de la oposición

– diccionario “Merriam Webster”

Muchas voces han insistido en que la Rusia de Putin se está moviendo hacia un tipo de fascismo específico. Debido a la reprensión rusa hacia la disidencia, la obstinación con un líder fuerte, el nacionalismo exaltado, conservadurismo social, el control sobre la prensa y la sociedad civil, y el capitalismo de Estado, se ha ganado el título de Putinismo.

¿Por qué es que incesantemente escuchamos patrañas de «fascismo ucraniano” divulgado por los funcionarios estatales y medios de comunicación rusos?

1. La explicación psicológica: quizá todo es una proyección del subconsciente.

En su artículo “La Rusia de Putin está en las garras del fascismo”, Mikhail Yampolskiy sostiene que el rápido aumento de la intolerancia de Rusia hacia los extranjeros y la democracia, junto con un renovado énfasis en el excepcionalismo nacional, de los cuales todos son signos de fascismo en ascenso, son la reacción tardía a la decadencia de un imperio, donde la debilidad, la pobreza y la humillación conducen a algo que se llama «identificación proyectiva». La incapacidad para lidiar con los problemas reales de la vida cotidiana hace que las personas se asocien con un líder fuerte y un grupo todopoderoso, como una forma de escapar de la realidad. Esto a menudo se experimenta como un «segundo nacimiento» que viene con una “masculinidad” agresiva, expresada en violencia y guerra; cualidades “femeninas” negativas e indeseables como el liberalismo y la homosexualidad, que son rechazadas y proyectadas sobre el enemigo. Así, «los ucranianos están siendo acusados de fascismo de forma sistemática, mientras que el fascismo ruso avanza debido a una falsa idealización de la propia imagen», concluye Yampolskiy.

2. Una “Ucrania fascista” es una manera fácil de minar la revolución del Euromaidán y crear la imagen de un enemigo para los rusos.

Desde el inicio de la revolución del Euromaidán en Ucrania de noviembre de 2014, Rusia ha estado acusando a Ucrania de ser invadida por extremistas de derechas. Sin embargo, la verdadera explosión de las acusaciones de fascismo hacia Ucrania por los medios de comunicación sucedió después de la victoria del Euromaidán el 22 de febrero de 2014, cuando el presidente proruso, Yanukovich, huyó del país y todos esperaban que la revolución democrática popular se extinguiera por la fuerza.

Una búsqueda de google de «fascismo en Ucrania» en ruso e inglés revela que van de la mano:

Un levantamiento pro-democrático en una sociedad tan cerca de Rusia, inevitablemente, significa dar ejemplo a la sociedad rusa gobernada por el camarilla cleptocrático de Putin. Por lo tanto, tanto la revolución como sus participantes debían ser demonizados y tratados como una amenaza con el fin de alejar a los rusos de la idea de cambiar la manera en que su país es gobernado.

3. Una “Ucrania fascista» es una manera fácil de minar la revolución del Euromaidán, creando una cortina de humo para el resto del mundo en cuanto a la invasión rusa en Ucrania.

Impulsado por la retórica del Kremlin, el presunto alzamiento de la extrema derecha en Ucrania ha estado en el punto de mira del escrutinio internacional desde el inicio de la revolución del Euromaidán. En ocasiones, eso era lo único que se oía sobre Ucrania. Muchas, muchas publicaciones han hecho hincapié en que «la amenaza de la extrema derecha en Ucrania» ,promulgada por el Kremlin, es un mito, pero éste resultó ser tan amenazador que Ucrania ha tenido que defenderse de estas acusaciones fascistas durante más de un año. “Si una mentira se repite lo suficiente, la gente acaba creyéndosela,” dijo Joseph Goebbels, el principal propagandista de la Alemania nazi. Ambos, los funcionarios rusos y los medios de comunicación controlados por el Estado, se acogen a este principio con mucho fervor.

4. ¿La mejor estrategia de defensa es atacar?

Tal y como sugiere el profesor Motyl, las historias de Putin sobre el fascismo sirven además al propósito de desviar la atención nacional y mundial del hecho de que la propia Rusia se está convirtiendo en un estado fascista. Mientras el mundo juega su juego, el objetivo se consigue ya que es Ucrania la que ahora se defiende de las acusaciones de fascismo, no Rusia.

5. La imagen de fascistas actúa sobre la memoria histórica soviética generando odio hasta el punto de matar.

“La realidad paralela donde los «fascistas” han tomado el poder en Kiev, los rusos étnicos en el este de Ucrania están en peligro de muerte y la CIA está librando una guerra contra Moscú» es una manera de militarizar información”, dice Peter Pomerantsev. Y lo cierto es que la información si que está militarizada; para Manas, un oficial mercenario de Kirguistán que vino a pelear en Ucrania junto a los separatistas apoyados por Rusia, fueron concretamente las imagen de fascistas que levantan sus voces en Ucrania mostradas por la televisión rusa las que lo movieron a ir a matar ucranianos. Afirma que fue su sentido moral lo que le impulsó a venir, ya que los fascistas mataron a su abuelo en la Segunda Guerra Mundial. Manas logró salir de Donbas cuando descubrió que todo era “pura propaganda”, pero muchos otros regresan en ataúdes.

Lo que realmente constituye el fascismo es irrelevante. Lo que importa es la imagen que se tiene de ello entre la población.

En otras palabras, en la Rusia de Putin, el fascismo se utiliza para etiquetar a cualquier cosa o persona que se oponga al régimen.

Alexander Kolchenko, un activista antifascista y oponente a la anexión de Crimea ha sido condenado por cargos de fascismo durante más de un año.

Por ejemplo, Alexander Kolchenko, un anarquista, izquierdista, activista social y antifascista puede ser encarcelado y acusado de formar parte del Sector de Derecho, una organización de extrema derecha que ha sido el chivo expiatorio de muchos presuntos delitos en Rusia. Como dicen los organizadores de la campaña en apoyo de Alexander Kolchenko, «en la Rusia moderna cualquier activista de izquierda, anarquista o liberal, puede ser acusado de ser miembro o simpatizante del Sector Derecho”. Lo mismo ocurre con los grupos étnicos; durante el conflicto armado que Rusia instigó en Georgia, los «fascistas georgianos» fueron acusados de atrocidades. Durante el conflicto en la región separatista de Transnistria, fueron los «fascistas de Moldavia» quienes estaban cometiendo delitos impensables.

La palabra «fascista» es el peor insulto que uno podría oír, es algo así como una maldición o un estigma. La imagen inhumana de los fascistas quita la capacidad de pensar y razonar. Y eso es exactamente lo que Putin necesita.

Traducido por: Cristina Pryhoda 

Artículo original aquí

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