Si existía alguna duda sobre los objetivos militares de Putin en Siria, la reciente escalada militar rusa en esta ciudad seguramente los ha despejado.

Si cae Aleppo, la atroz guerra de Siria tendrá un nuego giro, uno de amplias consecuencias no solo para la región, sino también para Europa. El último ataque del gobierno a la sitiada ciudad del Norte de Siria, que ha causado que decenas de miles de personas huyeran los días subsiguientes, es también un momento definitorio para las relaciones entre Occidente y Rusia, cuyas fuerza aérea está teniendo un rol determinante. La derrota de los rebeldes anti-Assad que parcialmente han controlado la ciudad desde 2012, no dejará nada en pie sobre el suelo sirio, solo el régimen de Assad y Estado Islámico. Y toda esperanza de alcanzar un acuerdo negociado que involucre a la oposición Siria se desvanecerá.
Es apenas una coincidencia que el bombardeo de Aleppo, un símbolo de la revolución anti-Assad de 2011, comenzara justo cuando se intentaban realizar conversaciones de paz en Ginebra. Como era de esperar, las conversaciones pronto fracasaron. La escalada militar rusa en apoyo del ejército sirio, fue ideado para sabotear la posibilidad de que una genuina oposición siria tuviera injerencia en el futuro del país. Fue pensado para entorpecer cualquier plan que el Oeste y la ONU pudieran haber tenido oficialmente. Y contradecía integramente el compromiso enunciado por Moscú de llevar adelante un proceso político para terminar con la guerra.
Las réplicas serán sentidas en todas partes. Si hay algo que los europeos han aprendido en 2015, es que no pueden blindarse de los efectos del conflicto en el Medio Oriente. Y si hay algo que han aprendido del conflicto en Ucrania en 2014, es que dificilmente Rusia pueda ser considerada amiga de Europa. Es una potencia revisionista capaz de agredir militarmente.
De hecho, en la medida en que la suerte de Aleppo dependa del resultado, estos eventos – quizás como ningún otro desde el comienzo de la guerra – han remarcado las conexiones entre la tragedia Siria y el estratégico debilitamiento de Europa y de Occidente en general. El efecto derrame es algo que Moscú no solamente le ha prestado mucha atención, sino que ha alimentado ex profeso. La propagación de la inestabilidad calza perfectamente con el objetivo de Rusia de buscar la dominación explotando las dudas y contradicciones de aquellos que indentifica como adversarios.
Aleppo definirá mucho de lo que pase a continuación. Una derrota de las fuerzas de oposición sirias le fortalecerán aún más a ISIS en el mito de que es el único que defiende a los Musulmanes Sunitas – al tiempo que aterroriza a la población bajo su control. Hay varias ironías trágicas aquí, no es menor que la estrategia occidental contra ISIS ha dependido oficialmente de fortalecer las fuerzas terrestres de la oposición Siria con la esperanza de que un día pudieran sacar a la insurgencia yihadista fuera de su baluarte en Raqqa. Si las mismas personas que estaban destinadas para realizar ese trabajo como soldados de a pie ahora terminan rodeados y aplastados en Alepo, ¿a quién acudirá Occidente ahora? Desde un principio Rusia declaró que estaba combaiendo a ISIS – pero en Aleppo está ayudando a destruir aquellos grupos sirios que en el pasado han mostrado ser eficientes contra ISIS.

Si existía alguna duda de los objetivos de Rusia en Siria, los hechos ocurridos en Aleppo la han esclarecido.
Vladimir Putin ha duplicado en Siria la estrategia que aplicó en Chechenia: masivo ataque militar sobre áreas pobladas para destruir a los rebeldes o forzar su salida. Hay una larga historia de vínculos – retrotrayéndonos a la Era Soviética – entre la estructura de poder sirio y la inteligencia rusa. De la misma manera que el régimen de Putin físicamente eliminó en Chechenia a aquellos que podrían haber sido interlocutores para un acuerdo de paz negociado, Assad ha asociado toda oposición política con ‘terrorismo’. Y como nunca hubo un acuerdo en Chechenia (solo una guerra y destrucción continuas hasta que el Kremlin ubicó a su propio líder), en la visión de Putin no puede haber un acuerdo con la oposición en Siria.
No obstante los objetivos de Putin van mucho más allá. Putin pretende reafirmar el poderio ruso en Medio Oriente, pero es en Europa en quien piensa realmente. El momento definitorio fue en 2013 cuando Barack Obama renunció a realizar los ataques aéreos contra las bases militares de Assad luego de que utilizara armas químicas contra su pueblo. Esto animó a Putin a probar la resolución de Occidente aún más lejos, en el continente europeo. Ciertamente Putin fue agarrado con la guardia baja por el levantamiento popular ucraniano Maidan, pero rápidamente se movió para restaurar el dominio a través del uso de la fuerza, incluyendo la anexión de territorio. Él calculó, correctamente, que esta guerra híbrida en Ucrania no podía ser evitada por el Oeste. Como resultado, las políticas rusas en Ucrania han sacudido los pilares del orden de seguridad posterior a la guerra fría en Europa – el cual Putin querría ver re-escrito para la conveniencia rusa.
De igual manera, el involucramiento militar ruso en Siria ha puesto a la OTAN en un aprieto, con unos de sus miembros clave en el frente de guerra. Las relaciones de Turquía con Rusia han estado al límite durante meses. Ahora Moscú ha advertido abiertamente a Turquía en contra de enviar tropas a Siria para defender Aleppo. La forma en que el líder turco elija reaccionar es otro dolor de cabeza para Occidente.
Todo ésto sucede al mismo tiempo que los gobiernos europeos están desesperados por ganarse la cooperación de Ankara en el problema de los refugiados. Si Turquía se transforma ahora en un alborotador para la OTAN sobre su flanco Oriental, eso beneficia a los intereses rusos. Similarmente, si Europa recibe un nuevo éxodo de refugiados, Rusia se econtrará beneficiado. La crisis de refugiados ha sembrado profundas divisiones en el continente y ha ayudado al florecimiento de partidos populistas de extrema derecha, muchos de los cuales son aliados de Moscú contra la Unión Europea como proyecto. La crisis de refugiados ha puesto a instituciones claves de la UE bajo tensión, ha aumentado el riesgo de Brexit (la salida del reino Unido), que sería bienvenido por Moscú; y ha debilitado gravemente a Angela Merkel, la arquitecta de las sanciones contra Rusia.
Por supuesto sería una exageración decir que Putin tenía todo ésto resuelto desde un inicio. El ha sido arrastrado por los acontecimientos tanto como los ha querido controlar. Rusia no es responsable por el estallido de la guerra civil en Siria, ni tampoco controla todo lo que sucede en Ucrania. Pero la manera en que Rusia cínicamente ha jugado sus peones, debería enviar más señales de alarma a Occidente y a la ONU, que en la actualidad.
Putin quiere mostrarse como un hombre de orden, pero sus políticas han traído mayor caos y Europa está condenada a pagar un precio creciente. Lograr que el régimen ruso actúe de manera diferente necesitará más que pensamiento voluntarista. Aleppo es una tragedia en desarrollo. Pero es necesario unir los puntos entre la situación de esta ciudad, el futuro de Europa y como Rusia revolotea sobre ambos.
Fuente: Natalie Nougayrede, The Guardian, 5 de febrero de 2016.