Las relaciones entre la UE y Ucrania: una historia de oportunidades perdidas y expectativas sin cumplir

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La historia de las relaciones entre Ucrania y la UE trata sobre oportunidades perdidas, paradojas y una mezcla de incomprensión y expectativas.

Podemos comenzar nuestra historia como un cuento clásico: «Hace mucho tiempo, tras la Revolución Naranja, los ucranianos tuvieron la maravillosa oportunidad de reformar el país y unirse a la comunidad de democracias europeas, pero la UE y los líderes políticos occidentales perdieron la oportunidad de incluir a Ucrania en el proceso de integración europea»…

Esto también se ha producido por la fuerte intromisión de Rusia y el conflicto de intereses de la corrupta élite oligárquica de Ucrania. Aunque entonces la ola de entusiasmo sobre Ucrania dio la vuelta al mundo y las expectativas eran muy elevadas.

Andrew Wilson, un conocido experto inglés y autor de numerosos libros sobre Ucrania y la región, impresionó al público internacional presentando a los ucranianos como un pueblo importante y orgulloso que merece ser un digno aliado de Occidente.

Pero rápìdamente los ucranianos, desilusionados y cansados de la lucha política interna en el «campamento naranja», cambiaron su inclinación y pusieron en el gobierno al «campamento celeste» de Víktor Yanukóvych. Y aunque el potencial de la Revolución naranja no se aprovechó totalmente, dejó su legado.

El cansancio de la UE y el cansancio de Ucrania

Por aquel entonces los gobiernos de la «antigua Europa», que objetaron contra la entrada de Ucrania en la UE, bloquearon el uso de la «melindre» que tan bien había funcionado y que había acelerado la transformación de los países de Europa Central [con vistas a entrar en la UE].

Había ciertas razones de política interior para ello: la ausencia de consenso entre las principales formaciones políticas [sobre el acercamiento a la UE], la corrupción, el estancamiento y la paralización de reformas imprescindibles hicieron que Occidente se cansara de Ucrania.

Paralelamente, Ucrania se cansó de la UE, agravando la desilusión y dando una base a los partidarios del llamado «enfoque pragmático», el Partido de las Regiones.

La UE hizo como que continuaba el diálogo con Kyiv, y las élites ucranianas hacían como que escuchaban a Bruselas para concluir con el procedimiento de firma del Acuerdo de asociación [con la UE]. En ese momento Rusia comenzó a diseñar planes para anexionarse Crimea y dirigir Ucrania desde el Kremlin.

La negativa de Yanukóvich a firmar el Acuerdo en Vilna en noviembre de 2013 fue inesperada. El presidente de Ucrania puso de repente una nueva condición: la UE debía ofrecer a Rusia participar en las negociaciones.

Eso significó el fin de la ilusión en Bruselas, pero no el de la saga proeuropea en Ucrania.

La sociedad ucraniana salió a las calles de Kyiv y de otras ciudades ucranianas. Esto acabó en los sangrientos encontronazos con las fuerzas del orden y con provocadores, la muerte de un centenar de jóvenes activistas y, por último, la huida de Yanukóvich a Rusia.

La verdadera gran crisis vino poco después con la anexión rusa de Crimea, la guerra híbrida y la intervención de sus tropas en el este de Ucrania. La situación llegó a un punto muerto, en el que era imposible dar solución a la crisis más seria en el continente desde las Guerras Yugoslavas.

Mientras tanto, la UE se convirtió en el blanco de numerosos ataques terroristas y sufría por la crisis económica y política y el flujo incontrolado de inmigrantes.

Eso hizo que la respuesta a esta amenaza a la seguridad fuera débil e inadecuada. El espíritu de solidaridad desapareció, cediendo el lugar al crecimiento de la inseguridad, la indecisión y el aislacionismo.

La desilusión blanca y celeste

Todos se acuerdan de la Revolución naranja en diciembre de de 2004, cuando el Maydán aplaudía a Víktor Yuschenko, vencedor en las elecciones presidenciales repetidas. Pero en 2010 Yuschenko obtuvo solo el 5,45% de los votos, y Víktor Yanukóvich se convirtió en el ganador.

Los votantes de Yanukóvich creían que él, al fin, traería «orden y estabilidad». Buena parte de la élite política de la UE también creía que era un político pragmático y un socio en el que se podía confiar.

Pero al poco pudimos observar la decadencia de la democracia en Ucrania. El Partido de las Regiones manipuló las elecciones municipales del año 2010. Empezaron a aparecer mensajes de periodistas y de la sociedad civil sobre intimidaciones y violaciones de la libertad de expresión. Le siguieron arrestos selectivos y procesos judiciales contra oponentes políticos de Yanukóvich.

En la clasificación Freedom House del año 2011 el estado de Ucrania pasó de «libre» a «parcialmente libre».

El país empezó a moverse hacia un modelo de administración parcialmente autoritario.

Entonces Yanukóvich ya había cruzado la línea roja.

Si hubiera aceptado las condiciones de la UE, habría perdido el apoyo de «sus» oligarcas, las elecciones presidenciales y, posiblemente, habría sido encarcelado. Esto le empujó a seguir el camino de su vecino del norte, el presidente de Belarús, Lukashenko.

Yanukóvich empezó a defender su poder por todos los medios posibles.

La desilusión naranja

Pero volvamos al periodo de Yuschenko.

Durante su presidencia Ucrania empezó su no del todo exitoso acercamiento a la UE y la OTAN. En el país se desarrollaron medios de comunicación independientes y un fuerte sector civil. Pero Yuschenko no tuvo éxito en la lucha contra la corrupción ni en la reforma del país.

Sus intentos de entrar en la OTAN se encontraron con la resistencia de Berlín y París, resultando infructuosos.

Posiblemente Yuschenko pase a la historia como el creador de la identidad ucraniana moderna. Sin tener la suficiente valentía ni apoyo parlamentario para llevar a cabo reformas fundamentales, Yuschenko se centró en el proceso de construcción de la conciencia nacional.

Pero Yuschenko se topó con problemas que no pudo solventar. No era un hombre fuerte y carismático con una visión estratégica.

Siendo sus especialidades la contabilidad y las finanzas, suspendió el examen de política global y no pudo dirigir al país en este difícil periodo de transformación y crisis.

Y como no es de extrañar, precisamente su presidencia allanó el camino a Víktor Yanukóvich.

El desacuerdo entre los Estados de «la vieja Europa» y el temor de Occidente a la reacción del Kremlin obstaculizaron el camino de Kyiv hacia la entrada en la UE. En lugar de esto, a Ucrania le propusieron formar parte de un nuevo instrumento de la política exterior europea.

Kyiv reaccionó con desilusión y disgusto; los ucranianos se consideraban una nación europea y no «vecinos de Europa», como, por ejemplo, los países del norte de África.

El factor polaco y Rusia

La iniciativa conjunta de Polonia y Suecia de crear la Asociación oriental (AO) fue presentada el 23 de mayo de 2008. En Ucrania celebraron esta nueva iniciativa, ya que la encontraban más convincente y atractiva.

Para Polonia Ucrania es un socio estratégico en Europa oriental.

El éxito de la democracia en la vecina Ucrania significaba la estabilidad y seguridad de las fronteras para Varsovia.

Esto determinó el apoyo polaco a la revolución en Ucrania y a las aspiraciones de Kyiv a entrar en la OTAN y la UE. Además, una historia y cultura comunes unen a polacos y ucranianos.

Rusia, al contrario que Polonia, ve a Ucrania como una parte de la civilización rusa que debe volver a la patria. Desde que Ucrania consiguió su independencia, Moscú ha tratado de recuperar la influencia sobre la antigua república soviética de distintas maneras.

Pero la Revolución naranja, y posteriormente el Maydán concluyeron con un sorprendente fracaso para la diplomacia rusa.

Para Rusia la pérdida de Ucrania es un gran trauma. Moscú sin Kyiv es como un organismo sin espiritualidad: su alma se quedó en las cúpulas de las iglesias de la colinosa orilla del Dniepr. Justamente en los templos que antes las autoridades soviéticas intentaron eliminar tan ferozmente.

Esto demuestra que la historia está llena de paradojas…

En ese momento, Rusia, que se quedaba con lo mejor de la época del bum económico y los altos precios del petróleo, empezó a aspirar a tener un rol de categoría similar al de los EE. UU.

En Moscú ni siquiera consideraban a la UE como un oponente serio.

En el Kremlin sabían bien cómo jugar a «arruina la unidad europea». Los expertos pro-Kremlin expandieron la idea de que Moscú y San Petersburgo pronto se convertirían centros financieros mundiales y también propusieron crear una zona de libre comercio «desde Lisboa hasta Vladivostok».

Para apoderarse del pensamiento de Occidente, Rusia ha utilizado distintos instrumentos.

Entre ellos se encuentran la energía, la economía, conflictos «congelados», propaganda, sobornos y corrupción.

Rusia es un asunto complicado para los órganos de los UE y sus Estados miembros. No existe una verdadera política común europea en relación a Europa oriental.

La propaganda rusa ha conseguido influir en muchos habitantes de la Unión Europea.

Los países miembros de la UE frecuentemente toman decisiones basadas en las ilusiones y no en la realidad. O se rigen por la lógica empresarial de «Rusia primero» (un ejemplo de esto es el gasoducto «Nord Stream-2» en Alemania).

La anexión rusa de Crimea y la agresión rusa en el este de Ucrania han mostrado que la UE carece de una política que pueda enfrentarse con éxito a las ambiciones neoimperiales del Kremlin.

Esto ha provocado sensaciones negativas en Europa Central y el Báltico, ya que Rusia puede usar argumentos similares (y, tal vez, medios parecidos) para fortalecer su influencia en la región.

No hay ninguna duda de que Putin ya está trabajando en ampliar la Unión Euroasiática y en reforzar la posición de Rusia como «gran Estado» a nivel mundial..

La capacidad de la UE para responder a este desafío como procede es muy limitada. Pero la Unión Europea debe preparar un plan de reacción en cooperación con la OTAN frente a un posible nuevo conflicto y el crecimiento del caos en la región.

Entretanto, Ucrania, Moldavia y Georgia, tres países de la Asociación oriental que decidieron firmar el Acuerdo de asociación con la UE, se han quedado sin ninguna garantía política ni de seguridad. A Ucrania incluso le han quitado las garantías de integridad territorial recogidas en el Memorándum de Budapest.

Todo esto a la vez que en el continente europeo, a 1000 km de la frontera oriental de la UE, la guerra se prolonga.

La Unión Europea, incapaz de reaccionar ante la política agresiva de Putin, ha acabado en una situación en la que su autoridad está en entredicho.

Los esfuerzos rusos de crear inestabilidad pueden llevar al colapso de la «Asociación oriental» y a que los países miembros pasen a estar bajo el control del Kremlin.

Esto sería un fiasco para la UE como proyecto político exitoso. El resultado sería un nuevo reparto del mundo al estilo de la Conferencia de Yalta.

¿Qué debe hacer la Unión Europea?

Estas son las recomendaciones para la Unión Europea:

  1. Apoyar y ayudar a cumplir con los postulados del Acuerdo de asociación y la zona de libre comercio, así como la realización de reformas en Ucrania.

  2. Ayudar a fortalecer la democracia y la supremacía del derecho en Ucrania, prestando especial atención a la lucha contra la corrupción.

  3. Incluir la perspectiva de entrada en la UE y la OTAN en el diálogo con Kyiv.

  4. Asistir a Ucrania en el entrenamiento de militares y la recogida de información, así como entregarle tecnología militar capaz de ayudarle a defender su soberanía y limitar la cantidad de muertos entre la población civil y los militares.

  5. Desarrollar nuevo formato de regulación pacífica del conflicto ruso-ucraniano en el que se incluya la cuestión de Crimea.

  6. Ayudar a elaborar una solución estratégica al problema de los migrantes internos en Ucrania.

  7. Apoyar a las pequeñas y medianas empresas y aumentar la inversión en Ucrania.

  8. Estimular la cooperación de Ucrania en el marco de la Asociación oriental.

  9. Estrechar la cooperación entre la UE y Ucrania (además de otros países de la Asociación oriental que firmaron el Acuerdo de asociación la UE) a distintos niveles con sus socios de la Unión Europea.


 

jan-pekloEl autor del presente texto es Jan Piekło, embajador de Polonia en Ucrania desde este mismo año. Es por ello que su opinión es especialmente importante, sobre todo acerca de qué debe hacer la Unión Europea para ayudar a Ucrania.

Traducción por Jaime García

Original (en ucraniano): Стаття нового посла Польщі. Відносини ЄС та України: історія втрачених можливостей і невиконаних очікувань

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