Biblioteca viva de Donbás. Konstantin Reutski, activista de derechos humanos

Konstantin Reunski

Konstantin ReunskiEs marzo de 2014. Hay un grupo de personas al lado de las puertas de la oficina de reclutamiento de militares de Crimea. Algunas de ellas se mueven para combatir el frío, pasan de un pie a otro, ya va la tercera hora de espera.

En esta oficina estaban retenidos los activistas de AutoMaidán, que llegaron a Crimea para apoyar las manifestaciones por la integridad de Ucrania. Una de estas personas estaba filmando con el móvil en directo lo que estaba sucediendo, comentando flemáticamente la inacción de los guardias de la oficina: los “hombrecillos verdes” y los cosacos rusos.

Este hombre era el activista de derechos humanos Konstantin Reutski de Lugansk.
Más tarde, cuando los militares de máscaras negras con rifles le atacaron y querían quitarle el móvil, igual de flemático, lo soltó.

Unos días más tarde Kostya ya estaba organizando un mitin ante las puertas del Ministerio del Interior de la República Autónoma de Crimea, ocupada por los “hombrecillos verdes”, con un cartel en las manos con las fotos los activistas ucranianos desaparecidos en marzo. Al lado de él se encontraba el co-organizador del mitin, el director de cine Oleg Sentsov, quien dos meses después fue arrestado por el Servicio Federal de Seguridad de Rusia (o el FSB), acusado de terrorismo.

Un par de horas después del inicio de la manifestación, a Konstantin se le acercó un agente del FSB e insinuó que debería marcharse de Crimea a Lugansk  para “cuidar” de su familia.

Konstantin Reutski es uno de los fundadores de la organización de derechos humanos “Postyp” de Lugansk. “Postyp” desde el 2012 estaba organizando la defensa del estudiante nigeriano Olaolu Sunkanmi Femi, acusado de intento de asesinado cuando en realidad fue la víctima del ataque por cinco racistas en Lugansk  de los cuales tuvo que defenderse.

En abril de 2014 Olaolu salió en libertad condicional, mientras “Postyp” ya se había  embarcando en otra tarea, pensando cómo era posible evitar el escenario de Crimea en Lugansk.

En los primeros días del Maidán de Kyiv, la gente también salió a la calle en Lugansk. Reutsky era uno de los principales activistas de la revolución en Lugansk: participaba en las manifestaciones, piquetes hasta que al final de abril la situación en la ciudad se volvió demasiado peligrosa.

Un día el activista intentó dialogar con los líderes de los separatistas y la primera conversación, incluso, tuvo éxito, luego la situación en la ciudad cambió drásticamente y Kostya tuvo que abandonar su ciudad.

Ahora viaja regularmente a la zona de ATO [operación antiterrorista, el término empleado oficialmente], prepara reportajes para “Hromadske TV” y ayuda a los periodistas.

Cuenta Konstantin Reutski:

Nací en Jabárovsk, en el Extremo Oriente ruso. Nos mudamos a Lugansk cuando tenía dos años y viví allí durante 36 años. Estudié también un par de años en Jabárovsk, pero luego volví a Lugansk otra vez. Así que considero que Lugansk es mi ciudad natal.

Estudié para ser ingeniero-tecnológico. Antes de la universidad, después de recibir la formación técnica, trabajé como mecánico en la fábrica de producción de locomotoras de Lugansk, que era una de las fábricas más grandes de este tipo en la Unión Soviética.

Así que puedo decir que soy uno de Donbás de verdad.

Además crecí en los barrios del este de Lugansk, a las afueras donde vivían los obreros. Tenía vecinos que no eran malas personas, pero por lo general, nunca encajé bien en ese ambiente. Estaban preparando a la gente para vivir en estado vegetativo, para la vida dura de un obrero, esta era la retórica de los años noventa.

A pesar de que en mi entorno había un montón de buena gente: honesta, no bribones, idealistas, algunos de ellos apoyaron a los separatistas.

Mi antigua compañera de clase una vez me entregó a los separatistas durante una manifestación.  Ocurrió en abril, estaba filmando y hablando con la gente al lado del edificio de Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) ocupada.

Ella se acercó a la tal llamada “autodefensa”, me señaló y dijo: “mirad, allí está paseando libremente un fascista ucraniano”.

Varias personas se me acercaron y tuvimos una charla larga. Pero entonces el movimiento todavía estaba dividido: existían “los del edificio (SBU)” y “la calle”.

En el edificio se encontraban los militantes armados y en la calle la gente que los apoyaba, la gente desarmada pero que también podía ser peligrosa. Estos dos grupos no se comunicaban mucho, tenían diferentes coordinadores. “Los del edificio” ocultaban sus planes a la gente de la calle, así que aquel día no me pasó nada y con mi antigua compañera de clase discutimos más tarde.

Durante los últimos años cambiaron muchas personas de Lugansk. Muchos cambiaron para mal, pero algunos escogieron un camino correcto. Algunos se criminalizaron, otros se marginaron, pero hay personas que se convirtieron en activistas cívicos, idealistas. Hay mucha gente interesante en Lugansk.

En el edificio de al lado donde vivía yo, vivía Andrey Portnov, exjefe de la Secretaría Presidencial, famoso por su corrupción y organizador de los mítines en el apoyo a Yanukóvich durante el Maidán.

Lo conozco desde la infancia.

Desgraciadamente él corrompió a varios de mis amigos, incluso a uno de mis mejores amigos de la infancia. Aunque leímos los mismos libros, escuchamos la misma música, tuvimos ideas semejantes acerca de cómo cambiar el mundo, él escogió otro camino.

Me convertí en un activista de derechos humanos al final de los años noventa. Junto con un pequeño grupo de amigos tuvimos varias ideas sobre el cambio de sociedad, sentimos la necesidad de hacer algo para que la sociedad que nos rodea fuera más justa.

Después de varios intentos fallidos de crear un negocio, decidimos involucrarnos en la actividad social y aunque no fuéramos ricos, seríamos útiles.

Empezamos en 2000 por ayudar a los niños que vivían en la calle. Así surgió la primera organización “Postyp”. No sabíamos cómo abordar el tema, pero estábamos muy ilusionados.

Conocimos a gente de la región de Donetsk que también se dedicaba a esto y que estaban dispuestos a compartir con nosotros su experiencia y abrimos un centro para los niños sin hogar.

Buscamos recursos, en principio solamente materiales: comida, calefactores. Encontramos un local que pudimos alquilar casi gratis y allí recibimos a los niños, les dábamos de comer, nos comunicábamos, les dábamos los tratamientos médicos e intentábamos integrarles en la sociedad.

Nos dimos cuenta de que, aparte de problemas humanitarios, hay muchos problemas relacionados con la violación de los derechos de los niños. Nos hicimos consientes del grado de corrupción de la maquinaria administrativa con sus robos y poco a poco comenzamos a dedicarnos a actividades de derechos humanos.

Konstantin Reutski 2

Un activista de derechos humanos es la persona que constantemente está en la línea de fuego, siempre se mete en los problemas, escándalos y conflictos. En abril [de 2014] mis compañeros y yo tratamos de encontrar la manera de resolver el conflicto pacíficamente.

Una parte de las exigencias de los protestantes coincidía mucho con lo que sonaba en Maidán: por un gobierno honesto, una distribución justa de los recursos, el control público sobre las autoridades, la reforma del gobierno local, la descentralización.

Empezamos a buscar oportunidades para negociar, hablamos con los líderes de diferentes niveles del movimiento, hablamos con los manifestantes ordinarios.

Fue difícil, pero no hubo casos en que no pudimos encontrar un punto en común. Todo empezaba por los insultos, acusaciones, pero en 15-20 minutos nos dábamos cuenta de que no éramos enemigos, sino que teníamos enemigos comunes.

Llegamos a un entendimiento preliminar con los líderes «de los de la calle», pero no pudimos encontrar una salida a los líderes de los militantes armados. Vimos que ellos también estaban buscando una salida a esta situación estancada.

Por lo que yo sé, algunos representantes del gobierno ucraniano también estaban negociando con ellos y, como me pareció, llegaron a un acuerdo, porque la retórica empezó a cambiar: el “gobernador popular”, Valery Bolotov empezó a declarar públicamente, que era necesario llegar a los compromisos, que las exigencias estaban satisfechas parcialmente y que ya era hora de parar; cosas que no gustaron a todo el público.

Queríamos entrar en el edificio y hablar con alguien de los jefes de militantes, pero no lo conseguíamos. Hasta que una vez, durante un mitin, nos identificaron como “fascistas” y “el Sector Derecho”, nos arrestaron y trajeron a este edificio como prisioneros.

Enseguida pedimos una reunión con la dirección y explicamos que queríamos hablar. Luego tuvimos varias horas de negociaciones difíciles, donde explicamos que estábamos buscando una salida pacífica a esta situación. Mientras estábamos presos, nuestros amigos estaban muy preocupados.

Desgraciadamente, no pudimos quedar con Bolotov u otras personas mediáticas, pero pudimos hablar con los comandantes. Uno de ellos se introdujo como el residente de Artemivsk, antiguo agente del SBU (Servicio de Seguridad de Ucrania). Era una persona inteligente y al final coincidimos en que nuestras metas tenían mucho en común: queríamos cambiar la sociedad para el bien de las personas. Pero no conseguimos nada más. Las personas que estaban de acuerdo con nosotros por la tarde, atacaban a nuestros activistas por la noche.

Volvíamos hablar con los separatistas, intentábamos entender qué había pasado, ellos se mostraban molestos y decían que esto no volvería a ocurrir. Pero más tarde entendimos que solo era un juego.

Aproximadamente, a finales de abril [de 2014], la tercera parte del conflicto vio que existía la posibilidad de que los líderes de separatistas dieran pasos con el gobierno ucraniano; para impedirlo a través de la frontera rusa empezaron a fluir las armas en grandes cantidades, cosacos rusos y militantes.

Casi cualquier persona que conseguía convencer a los militantes de que era prorrusa, podía conseguir un arma. El control sobre la situación fue perdido, lo perdieron incluso Bolotov y Yefremov y el resto de las personas que empezaron todo esto.

Lugansk es una ciudad que siempre evitaba cualquier choque. La gente de allí simplemente no quiere problemas e intenta evitar el estrés, por esto muchas veces se dejaron llevar por las autoridades locales, por el gobierno de Yanukóvich.

Si se les decía que saliera a una manifestación contra fascistas, lo hacían, aunque no entendían de qué fascistas estaban hablando, porque no querían problemas en el trabajo. Aunque no me guste, puedo entender la motivación de esta gente.

Realmente, no existían condiciones necesarias para el desarrollo de un conflicto civil. Cuando organizábamos acciones de protestas en el invierno [de 2013], había mucha menos reacción negativa que en el 2004 [durante la revolución naranja].

Todos entendían que Yanukovích era un hijo de puta. Poca gente estaba contenta con él. Creo que la gente estaba a favor de cambios, pero tenía miedo a mostrar su postura.

Durante “AntiMaidán” la gente decía que estaba cansada de mentiras y de robos, de funcionarios y diputados que mentían, robaban, se quedaban con fábricas y no dejaban vivir a la gente corriente; de que la ciudad diera todos sus recursos al centro y luego tuviera que pedir subsidios y subvenciones.

Querían tener el control sobre las autoridades, querían ver en el poder a las personas que conocían y entendían. En esto sus exigencias se parecían a las de Maidán. Pero los organizadores de todo este movimiento convencieron a la gente de que podrían conseguir sus metas solo en el caso de que la región se separase de Ucrania.

Todas las menciones sobre Yefremov, Golenko y otros funcionarios y políticos que eran culpables del saqueo de la región, estaban eliminadas cuidadosamente del discurso. Aunque teníamos problemas comunes con la gente de Maidán, alguien sugirió unas soluciones absolutamente fantásticas.

Esto todo cayó bien sobre el carácter de los habitantes de Lugansk, que pueden explotar cuando las condiciones se hacen insoportables, pero no están preparados para un trabajo duro diario de cambios en el entorno social, no están dispuestos a luchar contra la corrupción, el abuso del poder de los funcionarios.

Se les dio una receta mágica: tenían que unirse a Rusia para que todos sus problemas desaparecieran.

Lugansk se encuentra muy cerca de la frontera con Rusia, pero me parecía que la influencia rusa no se notaba mucho.

Los sentimientos prorrusos nunca fueron especialmente fuertes. Es decir, todo el mundo entendía que productos de algunas empresas de Luhansk se vendían a Rusia, lo que significaba empleo e ingresos. Pero no había notado una clara retórica prorrusa.

Konstantin Reutski

Cualquier ciudad puede ser amada por ser tu patria, tu lugar de nacimiento, el lugar al cual está conectada toda tu historia personal.

También hay gente: gracias a ellos amas a una ciudad de una forma especial. No amé Lugansk durante muchos años y quise abandonarla. Odiaba el hecho de que hubiera pocos acontecimientos, no se notara el desarrollo y no hubiera progreso. Las autoridades estaban robando como de costumbre y la gente estaba aguantando y callando como de costumbre.

Después de vivir en otras ciudades, entendí que estas personas me son cercanas mentalmente. Por lo general son bastante tranquilos.

Me caen bien los habitantes de Lugansk. Son flemáticos, pacientes. No creo que fueran los lugareños los que comenzaron todo este horror; aunque una parte de ellos se unió posteriormente al movimiento, pero no era la mejor parte de los habitantes de Lugansk.

La cierto es que ellos están acostumbrados a soportar la humillación. La paciencia es un rasgo bueno y a la vez malo.

Mucha gente abandonó la región de Lugansk. En el pico del conflicto, Lugansk fue abandonada por 200-250 miles de habitantes y la ciudad quedó prácticamente vacía. Muchos de ellos me decían o escribían que no se podían perdonar a sí mismos su silencio durante diciembre [de 2013] y enero [de 2014], su inactividad y su falta de apoyo a Maidán, a pesar de ser partidarios de reformas.

Unos tenían miedo, otros pensaban que su participación no era importante, por eso no salían a la calle y no nos apoyaban. Si lo hubieran hecho, entonces todo habría salido diferente.

Desconozco si alguien de ellos está dispuesto a hacer algo ahora, si realmente cambiaron. Alguna gente volvió a Lugansk, pero ahora allí ya no se puede cambiar nada.

Lo que hay ahora es solo una sombra de Lugansk que conozco. No se puede expresar un punto de vista alternativo, porque puedes poner en peligro la vida. Todos intentan acostumbrarse a las nuevas reglas, ya que es la única forma para sobrevivir.

Volveré a mi ciudad natal solamente cuando lo controlen las fuerzas armadas ucranianas. Pienso en cómo vivir al lado de la gente que me denunciaba a mí o a mis amigos. Creo que algunos de ellos cambiaron su opinión respecto a lo ocurrido y espero que el resto lo haga más adelante.

Conozco a ciencia cierta que a pesar de denunciarme, mi compañera de clase no me odia, antes nos llevamos bien. Pero en algún momento ella creyó que era un fascista y que actuaba bajo las instrucciones del Departamento de Estado de los Estados Unidos por los motivos lucrativos.

Tendremos que vivir al lado de esta gente y hablar con ellos sobre todo lo que ocurrió, explicarles qué pasó. Creo que esto dará sus frutos en cualquier caso.

Los periodistas y activistas de derechos humanos, los que trabajamos “en el campo” ahora, también cumplimos el papel de los mediadores. Charlamos con la gente, les escuchamos, conocemos qué les duele y en el proceso de la conversación, les convencemos de cambiar su opinión.

Ocurría más de una vez que alguien nos acataba y nos llamaba fachas, pero luego se convertía en nuestro aliado.

Si la sociedad esta preparada para hacer este trabajo mediático, significará que no todo está perdido. No es un abismo imposible de cruzar. La reconciliación es posible.

“Biblioteca Viva de Donbass” es una serie de historias de las personas de las regiones de Donetsk y Lugansk, inspirada por el proyecto homónimo de la plataforma de iniciativas culturales “Izolyatsiya” (“Aislamiento”), que se vio obligado a abandonar el espacio de la planta de arte en Donetsk después del 9 de junio de 2014 cuando fue ocupado por los militantes prorrusos.

Fuente: Ukrainska Pravda, 27.11.2014

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