El IMPERIO DE KREMLIN: EL MODELO SOVIÉTICO DEL COLONIALISMO
El prólogo, el porqué de traducir un libro escrito en 1988
Capítulo II. Rusia, La Unión Soviética y Ucrania
I. La cuestión ucraniana
II. La historia de Ucrania y su cultura según los historiadores soviéticos
En la historia del desarrollo de la idea y de la cultura nacional del país, dos ciudades de la Ucrania dividida jugaron un papel importante: Kyiv (o Kiev), la capital de Ucrania independiente y Lviv (o Leópolis) , la capital de la parte de Ucrania del margen derecho, controlada por Polonia. Mientras la Ucrania del margen izquierdo estaba libre, la voz cantante la llevaba Kyiv, pero cuando el zarismo empezó la política de desucranización, Lviv empezó a convertirse en líder, hasta el punto de que muchos historiadores y políticos rusos creían que Galizia, era la semilla del separatismo ucraniano. En la primera mitad del siglo XVII, Kyiv se convierte en el centro del renacimiento de la cultura ucraniana, ciencia y educación. En el apogeo de la gloria de este movimiento cultural está Petro Mohila, el Metropolitano de Kyiv y de Galizia.

Petro Mohila fundó la famosa Academia de Kyiv-Mohila en 1632, lo que convirtió a Kyiv en el centro científico y religioso de toda la Europa del Este. En esta Academia estudió el gran poeta y filósofo ucraniano, Hrygoriy Skovoroda. Las asignaturas se daban en latín, cosa que también era habitual en la Europa occidental. La lista de disciplinas científicas demuestra la amplitud de su programa: matemáticas, física, astronomía, geometría, arquitectura, geografía, historia, economía, medicina, lógica, filosofía, literatura, lenguas occidentales antiguas y modernas, lenguas eslavas y otras asignaturas. En Rusia en aquel entonces todavía no existía un centro cultural y científico-académico de este nivel. Por esto, Moscú también enviaba a sus jóvenes a estudiar a Kyiv. Seis años después de la muerte de Petro Mohila, Ucrania fue anexionada por Rusia, sin embargo, la Academia duró todavía más de 160 años, la cerraron en 1817, hecho que demuestra su importancia. Exactamente la nueva ola de política de rusificación exigió destruir el más importante centro científico y cultural de Ucrania, como anteriormente ya habían sido destruidas las escuelas de “hermanos” ucranianos . El primer decreto de prohibición de la lengua ucraniana fue emitido en 1721 y el último en 1879, el nombre Ucrania y el idioma ucraniano se convirtieron en tabú.Cuando los historiadores soviéticos describen este periodo de la historia ucraniana, claramente no están en armonía con los hechos históricos. Juzguen ustedes mismos, la «Grand Enciclopedia Soviética» dice: «la Unión de Ucrania y Rusia tuvo un significado positivo para el desarrollo de la cultura y educación ucraniana», sin embargo, añade: «los ucranianos no tenían posibilidad de obtener educación en su lengua materna» («Gran Enciclopedia Soviética», tomo 26, M., 1977, p. 562). ¿Qué cultura ucraniana es posible sin la lengua ucraniana?
Los historiadores soviéticos están en una conmovedora unanimidad con los ideólogos extremadamente reaccionarios del zarismo tales como Magnitskiy, Uvarov, Katkov, Pobedonostsev, Illovaiskiy y opinan que la anexión de Ucrania por Rusia no solamente fue un acto progresista, sino que fue muy beneficioso para el pueblo ucraniano. Sin embargo, los estudios objetivos demuestran que «el progreso» y «el beneficio» del destino del pueblo de Ucrania se manifestaron en dos hechos de importancia trascendental.

Primero, Ucrania perdió lo más importante que puede tener una nación: la independencia nacional.
Segundo, Rusia trajo a las tierras ucranianas su sistema político, social y económico: el absolutismo del zarismo y la servidumbre de Rusia. La libre sociedad ucraniana, que, según los estudios de Hrushevsky bien documentados, no conocía ni señores feudales, ni depredadores burgueses, y de ninguna manera encajaba en el esquema primitivo marxista de la lucha de clases, fue estrangulada por la bota militar de su «hermano mayor»– colonizador. Los zares regalaban las tierras ricas ucranianas a los nobles de Moscú y a sus vasallos «malorrosos» [que significa «pequeños rusos», como los rusos llamaban a los ucranianos *], convirtiendo cientos de miles de ucranianos libres en siervos. Sobre todo Catarina II destacó en esto. Este triunfo del absolutismo y la reacción feudal en un país que antes era libre, fue llamado por los monarcas-marxistas soviéticos «un progreso histórico», incluso cuando el historiador Kliuchevsky condenaba la propagación de la servidumbre a Ucrania (tomo 5, pág. 142). Los ucranianos, por supuesto, tenían otra opinión al respecto. Los pensadores ucranianos al unísono condenan las nuevas reglas que se establecieron en su patria. Los historiadores describen concienzudamente en que horribles condiciones ocurría esto. Los escritores lloran el fallecimiento de su querido país y cantan el himno a su futura libertad. El siglo XIX especialmente destaca por el crecimiento increíble de la literatura «nostálgica» de todos los géneros pero con un hilo conductor constante: el dolor y el sufrimiento de las personas, la esperanza y la fe en el renacimiento de una Ucrania libre. Todos los representantes de la literatura ucraniana nacional, científica, histórica, cultural y artística, que cantan la independencia de Ucrania de Rusia, se consideran «reaccionarios» y «nacionalistas burgueses» en la ciencia histórica soviética. Este punto de vista de los historiadores soviéticos simplemente repite lo que se dice en todos los libros monárquicos de la historia de Rusia. La única diferencia consiste en que los historiadores del zarismo defienden abiertamente y honestamente los intereses de la nación dominante, mientras los historiadores soviéticos, protegiendo los mismos intereses, disimulan y falsifican brutalmente los hechos y acontecimientos históricos bien conocidos. El esquema, muy miserable desde el punto de vista científico y históricamente incorrecto, que defienden los ideólogos soviéticos sobre la historia y la cultura de Ucrania es el siguiente: en los tiempos antiguos y medievales ucranianos no constituían un pueblo distinto, sino eran simplemente una rama del pueblo ruso. Su nombre nacional «Ucrania» no radica en su origen étnico sino se refiere a su posición geográfica en las «afueras» de Rusia, y de aquí se deriva el nombre de «ucranianos», que en la Rusia monárquica se llamaban «malorrosos» [«pequeños rusos»].
Desde la prehistoria, argumentan los historiadores soviéticos, Rus´ [o Rusia] estaba dividía en tres ramas: Velikorrosia [Grande Rusia], Malorrosia [Pequeña Rusia] y la Rus´ Blanca [Bielorus´ o Bielorrusia]. Pronto apareció una cuarta rama, la Novorrosia [Nueva Rusia]. Toda la historia de estas ramas es una lucha permanente para unirse con su madre común: Velikorossia [Grande Rusia o simplemente Rusia]. En esta lucha, argumentan los historiadores soviéticos, en la política y la cultura ucranianas aparecieron dos grupos: un grupo grande progresivo de los partidarios de la unión entre Rusia y Ucrania y un pequeño grupo reaccionario nacionalista, que estaba en contra de la unión con Rusia. Según este esquema el hetman Bogdán Jmelnitskiy es un progresista y héroe mientras su hijo, hetman de la Ucrania del margen derecho Yuriy Jmelnitskiy, es un reaccionario y nacionalista porque el hijo quería corregir el error de su padre y restablecer la independencia de Ucrania de Moscú, apoyándose en Polonia; del mismo modo que ya lo intentó el hetman Pavlo Polubotok (1722-1724) que siguió a Mazepa. Al conocer que hetman Polubotok estaba organizando la salida de Ucrania de Rusia, el zar Pedro Primero lo encarceló en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, donde Polubotok fue torturado. Durante el interrogatorio, el hetman Polubotok declaró a Pedro I: «Ni el temor a la cárcel, ni la aversión a las cadenas, me obligarán a traicionar a mi patria. Prefiero una muerte horrible a una vida llena de la contemplación constante del sufrimiento de mi pueblo.» (I. Nagaevskiy, Historia del estado moderno de Ucrania. Múnich, 1966, pág. 11 (en inglés)). Polubotok murió en la cárcel en 1723, dos años antes de la muerte de Petro I. A estos héroes intrépidos ucranianos y grandes mártires de la lucha por la independencia, los bolcheviques los llaman «traidores».
La cultura ucraniana, ciencia y fuentes históricas están interpretadas de una manera similar. Los documentos históricos: crónicas y escritos en los cuales se puede deducir o suponer la orientación prorrusa, se consideran unas fuentes históricas confiables y valiosas; dichas fuentes, en las cuales claramente suena el motivo de la grandeza del espíritu nacional ucraniano en la lucha tanto contra los polacos, como contra los moscovitas, son declaradas como dudosas y perjudiciales. La apología de los cosacos libres de Sich de Zaporozhia en las obras de los historiadores ucranianos es nombrada [por críticos soviéticos] «un concepto de oficiales y nobleza». Las obras clásicas de prominentes historiadores ucranianos de siglos XIX y XX fueran prohibidas para su utilización en las universidades ucranianas por ser tachadas de nacionalistas. Los clásicos de la ciencia histórica ucraniana, Antonovych y Hrushevsky están en la lista de «nacionalistas burgueses» y la cabeza del movimiento histórico en Ucrania de los años treinta, comunista y historiador famoso Yavorovsky fue declarado un espía austríaca por culpa de su excelente alemán y sus orígenes de Galizia y fue ejecutado. Pero incluso Stalin no se atrevió a tratar de la misma manera a Hrushevsky, que era un académico de fama mundial, el profesor en la Universidad de Lviv durante muchos años y el primer presidente de la República Popular de Ucrania. A Hrushevsky lo aconsejaron que fuera de vacaciones al Cáucaso, a Kislovodsk, donde contrajo una gripe y murió de un medicamento que su médico le había prescrito. Si recordamos como, por orden de Stalin, el jefe de la NKVD Genrikh Yagoda con la ayuda de la misma medicina había matado a Manzhinskiy, Kúybyshev y Maksim Gorki, todo queda claro. Hrushevsky murió cinco días antes del asesinato de Kírov por Stalin.
El esquema soviético de tratar la historia del folclore, la literatura y el arte ucranianos es absolutamente idéntico. El folclore donde los ucranianos luchan y ganan a los moscovitas es considerado reaccionario y nacionalista, pero el folclore donde los ucranianos luchan contra los jázaros, polacos o turcos, es considerado progresista y revolucionario. Los escritores y críticos ucranianos, así como su talento y su creatividad tampoco son juzgados por sus obras literarias en el idioma nacional, su papel en el desarrollo del lenguaje literario ucraniano, su servicio a su propia idea nacional, sino son juzgados por el único criterio: cómo sirvieron a la idea de la Gran Rusia. A esta limpieza «internacional» están sometidos incluso los fundadores de la literatura ucraniana tales como Kotlyarevsky, Kvitka-Osnovianenko, Hulak-Artyomovsky, Grebenka, Borovikovsky, Kostomarov. Los que describen la tragedia de su propio pueblo bajo la opresión de Rusia zarista de una forma más clara, son tachados por críticos soviéticos de ser «pesimistas» y «soñadores reaccionarios». Según la «Gran Enciclopedia Soviética» ellos «estaban dominados por el pesimismo y el anhelo por el irrecuperable pasado histórico de Ucrania, descrito de una forma idealizada» (tomo 3, tercera edición, Moscú, 1977 a., pag. 575). En otras palabras, llaman a Kotliarevsky, quien en su famosa «Eneida» (1798 a.) ucraniza la historia de Virgilio al estilo de la burlesque, lamenta la muerte de Sich de Zaporozhia, se indigna por la conversión de los cosacos libres en esclavos y anhela una Ucrania libra, es pesimista y vive en la nostalgia por «el irrecuperable pasado histórico de Ucrania».

Los más experimentados en la manipulación sofisticada literaria, ideólogos soviéticos se superan a sí mismos, cuando intentan a demostrar que en Ucrania en el siglo XIX no existía una única literatura patriótica, sino existían dos: la literatura reaccionaria nacionalista, que se encerraba en el estrecho marco ucraniano o estaba orientada al Occidente, y la literatura progresista y humanista, que intentaba incluir la literatura ucraniana en el proceso literario de Rusia. Los críticos soviéticos incluían en el segundo grupo incluso al mismo Kotliarevsky, declarando que él “contribuyó de una forma excepcional a la inclusión de la nueva literatura de Ucrania en el proceso literario de Rusia”, basándose en el simple hecho de que su “Eneida” fue publicada por primera vez en el año 1798 en San Petersburgo en ruso sin el conocimiento del autor. Más tarde, en 1809, “Eneida” fue publicada también en ucraniano. Al mismo tiempo que el fundador de la moderna prosa ucraniana, Kvitko-Osnovianenko, fue acusado de idealizar la patriarcal Ucrania y defender la moral cristiana. Los escritores de la segunda mitad del siglo XIX reciben un trato todavía menos justo: Kostomarov, Storozhenko, Korsun y Kulish son acusados de ser conservadores y reaccionarios por su actitud hostil hacia el zarismo y el imperialismo ruso. El más brillante de ellos, Kulish, el historiador, escritor y revolucionario, (quien fue condenado junto con Shevchenko por su participación en «la Hermandad de Cyril y Mefodiy») recibe el nombre de «un nacionalista burgués», una definición literaria conocida solo en las bellas letras soviéticas. Los críticos literarios soviéticos tratan a los clásicos de la literatura ucraniana de la misma manera que a algunos los clásicos rusos: Belinski, Herzen, Nekrásov, Chernichevski. Estos enemigos rabiosos del despotismo y la esclavitud en cualquier forma reciben el nombre de «demócratas revolucionarios».

A su vez tales clásicos ucranianos como Lesya Ukrainka, Iván Franko, Kotsiubynsky y genial Shevchenko están elevados al rango de «los prorrusos». Los historiadores soviéticos ignoran el credo fundamental de sus obras, la singularidad del pueblo ucraniano y la filosofía de su identidad e independencia y hacen hincapié en su humanidad, ajena a cualquier chovinismo, incluyendo anti-ruso. Sacan la conclusión falsa de que estos clásicos ucranianos estaban en las posiciones ruso-imperiales. ¿Cómo lo consiguen? Muy fácil. Publicando los trabajos recogidos de clásicos de Ucrania, editores y censores soviéticos no incluyen en estas ediciones las obras más patrióticas de los escritores clásicos ucranianos. Sobre esto hablaba recientemente un escritor ucraniano en la prensa soviética: cuando fue publicada una colección de obras de Iván Franko, en ella no incluyeron muchas de sus obras patrióticas y también hicieron grandes recortes incluso en aquellas obras que decidieron publicar.
Pero hubo tiempos cuando la ciencia histórica en la Unión Soviética realmente era una ciencia que se apoyaba en los hechos, acontecimientos y exactitud histórica y reconocía que Bogdán Jmelnitski era un «traidor y enemigo del primer movimiento de la liberación nacional en Ucrania» y su Tratado de Pereyáslav era «el registro legal del comienzo de la dominación colonial de Rusia sobre Ucrania». Exactamente en estas palabras interpreta la tragedia nacional de Ucrania la «Gran Enciclopedia Soviética» editada en 1935 a. (tomo 39, primera edición). Comparen ustedes mismos con lo que escriben nuevos historiadores soviéticas en la misma la «Gran Enciclopedia Soviética» de la última, tercera edición: «la anexión de Ucrania por Rusia jugó un gran papel progresivo en el desarrollo económico, político y cultural de Ucrania» (tomo 26, tercera edición, Moscú, 1977 a.). En Ucrania triunfó el régimen colonial del absolutismo zarista, en Ucrania se extiende la servidumbre rusa, en Ucrania prohíben la cultura y la literatura ucranianas, incluso la propia lengua ucraniana. Y todos estos hechos los monarca-marxistas soviéticos llaman «un gran progreso». ¡Realmente la charlatanería pseudo-científica soviética no tiene fondo!
Abdurajmán Avtorjanov, 1988.
Fuente: Biblioteca electrónica de la sede ucraniana de la Asociación de Periodistas Europeos.
- Las notas entre corchetes son los comentarios de la traductora.
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